Como la más deslumbrante obra nacida de la pluma del escritor Alejo Carpentier, el Béisbol cubano emerge sobre las aguas del Mar Caribe para mostrar un mundo real, cargado de leyendas y mutaciones asombrosas.

La historia nació un día frio, en diciembre de 1878, bajo los últimos disparos de la Guerra de los Diez Años, cuando los señores Adolfo Nuño, Carlos de Zaldo, Joaquín Franke, Beltrán Senarens, Ricardo Mora y Manuel Labanda organizaron en La Habana el primer campeonato de pelota de Cuba.

El reglamento inicial de los muchos conocidos en 135 años del deporte de las bolas y los strikes en la mayor de las Antillas, incluyó a tres equipos (Almendares, Habana y Matanzas), quienes disputaron la corona por un sistema de todos contra todos a tres vueltas.

Tras la salida de las tropas españolas, los isleños superaron el llamado período hispánico o romántico para abrir la etapa profesional con la apertura del torneo invernal el 17 de Mayo de 1900, auspiciado por la Liga General de Baseball de la Isla de Cuba.

En esa etapa se sumaron cuatro novenas, Habana, San Francisco, Cubano y Almendarista; y en su existencia por más de 60 años admitió la entrada de otras franquicias como los Carmelitas del Fé, los Tigres de Marianao y los Leopardos de Santa Clara.

Durante la primera República, la pelota cubana vistió los atuendos de su rebeldía en el campo de batalla internacional con su participación en el conflicto entre el millonario mexicano Alfonso Pasquel y el Béisbol de Ligas Mayores.

Al triunfar la Revolución en enero de 1959, la Dirección General de Deportes desarrolló fórmulas con el Nuevo Régimen de Participación Deportiva, establecido por el Decreto 51 del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros.

Las autoridades promovieron el remozamiento y la edificación de instalaciones, reclutaron y organizaron a miles de atletas y retiraron los torniquetes de los estadios con el fin de garantizar la asistencia gratuita de los prosélitos.

Los primeros años de la década de los sesenta del pasado siglo, el deporte nacional iniciaron con un amplió proceso de cambios, marcado por las improvisaciones y la falta de sistematicidad.

Denomina Serie Nacional de Béisbol Aficionado (SNBA), la otra innovación llegó el 14 de Enero de 1962 y estableció nuevos nombres para los equipos y la sustitución del concepto de competencia profesional por el de aficionada.

Seis años más tarde, apareció la representatividad territorial y el campeonato invernal aumentó a 12 la cantidad de participantes.

Otra propuesta apareció a propósito del centenario del primer juego de pelota en Cuba, cuando la temporada fue dividida en dos fases llamadas Clasificatoria y Selectiva.

Al reformar la Constitución en 1976, una nueva división político-administrativa posibilitó la creación de 14 provincias y un municipio especial, todos con representación en la SNBA.

Las reestructuraciones continuaron con la participación de 18 clubes, en 1983 fueron separados en dos divisiones y dos años después surgieron las ligas Oriental y Occidental y los playoff.

Al concierto de las modificaciones se unieron la Serie de los Diez Millones vinculada a la zafra azucarera de 1970, la Copa Revolución y la Súper Liga Cubana de Béisbol (SLCB), que celebró su primera versión en el año 2002.

En la actualidad, los aires renovadores alimentan la inconsistencia organizativa del clásico beisbolero caribeño, tras los debates promovidos por el diario Granma sobre la necesidad de una nueva estructura para despertar el interés del público y sus héroes deportivos bajo los 16 pendones de combate de los existentes en la nación.