Por Ibrahín Sánchez Carrillo
En apenas en unas horas Cuba inaugurará la 52 Serie Nacional de Béisbol (SNB). En otros momentos –digamos una década atrás, tal vez menos- las fanfarrias sonarían de esquina a esquina y los aficionados deambularían de parque en parque haciendo pronósticos o rezando mil Padre Nuestro a favor del equipo predilecto.
Pero hoy no es así. Se agotaron las plegarias, se apagaron las polémicas y surgió la perplejidad. Sí, porque a partir de este domingo la pelota en la Isla correrá por un sendero inexplorado que, lejos de avivar las pasiones, se ha convertido en blanco de duras críticas.
La abrupta ruptura del establecido sistema de clasificación de 90 juegos (con todo lo que arrastra) ha sido un golpe durísimo que muy pocos asimilan, sobre todo porque no hay convencimiento en que las medidas de la Comisión Nacional de Béisbol (CNB) propiciarán mayor vitalidad a nuestra menguada pelota.
Ni jugadores ni técnicos ni aficionados andan gustosos con eso de partir el campeonato en dos y mucho menos con la implementación de los refuerzos.
Ambas decisiones fueron rechazadas a todos los niveles. Sin embargo, quedaron consumadas por mandamiento; amparadas en el inexcusable argumento de que “es necesario elevar el techo del béisbol cubano”.
En los últimos seis meses los titubeos de la CNB pusieron en dudas que el “nuevo proyecto” –amasado desde hace más de dos años- estuviera sustentado en un estudio sólido y lógico. Hay tres elementos puntuales, y otros colaterales, que lo demuestran.
Primero, no tenía definido cómo iban a manejarse las estadísticas. Inicialmente dijo que las de la primera etapa no se arrastrarían para la segunda y luego tuvo que rectificar este detalle.
Segundo, para los refuerzos anunció una bolsa de 40 jugadores elegidos por “interés de la Comisión”. Ahora hace otra corrección: la bolsa será ilimitada y dependerá del rendimiento, pues todos los atletas con buenos resultados en la campaña son de interés del organismo (habrá que preguntarle a Danel Castro si esto es así).
Tercero, ha dicho que en la Liga de Desarrollo jugarán los ocho equipos que no pasen a la segunda fase del torneo regular y los ocho en desarrollo de los que continúen en competencia; sin embargo la información que tienen los territorios difiere de este enfoque. En las academias provinciales se preparan atletas menores de 23 años para ese torneo paralelo, en el cual intervendrán “en casos excepcionales” otros peloteros que excedan la referida edad.
Para justificar la imposición de los cinco refuerzos Higinio Vélez Carrión –Comisionado Nacional- argumentó que “hay jugadores que no tienen casi incidencia en la temporada y a esos son a los que se les va a dar de baja”.
Yo también coincido con Vélez Carrión. La observación es muy lógica. Pero si es así, por qué hacer rosters de 32 y no de 27 o 25, en definitiva para el tipo de competición estas dos últimas cifras se me antojan más convenientes.
El directivo deja al margen la parte fundamental y más cuestionada del asunto. Los famosos refuerzos no afectaran en nada a esos cinco atletas que serán enviados a casa (es elemental, no jugaron), sino a los cinco regulares que sustituirán en el terreno.
Yo no puedo sumarme a los que aplauden la nueva estructura. No seré de esos que sin estar convencidos riegan adjetivos dulzones a los vientos por el simple hecho de que “es necesario apoyarla”.
Nunca me pareció lógica, entre otras razones porque en una de esas reuniones anuales escuché un fundamento simplista (quizás caprichoso y autoritario) que resumía lo que estaba por venir: “hay que hacer algo, pero así no vamos seguir”.
Ciertamente todavía no he encontrado el punto a favor de la nueva propuesta, porque ni la supuesta rivalidad que se augura desde la voz de play ball (con un falso enfoque) ni el aparente mayor nivel que tendrá en la segunda fase (no se puede prever) justifican que se haya tirado al piso un torneo establecido como el de 90 partidos.
No dudo que los cubanos a partir de mañana disfrutemos a nuestras anchas de la temporada, incluso que los cambios ganen adeptos, pero eso en ninguna medida borrará este capítulo incierto. El tiempo dictará sentencia.
En apenas en unas horas Cuba inaugurará la 52 Serie Nacional de Béisbol (SNB). En otros momentos –digamos una década atrás, tal vez menos- las fanfarrias sonarían de esquina a esquina y los aficionados deambularían de parque en parque haciendo pronósticos o rezando mil Padre Nuestro a favor del equipo predilecto.
Pero hoy no es así. Se agotaron las plegarias, se apagaron las polémicas y surgió la perplejidad. Sí, porque a partir de este domingo la pelota en la Isla correrá por un sendero inexplorado que, lejos de avivar las pasiones, se ha convertido en blanco de duras críticas.
La abrupta ruptura del establecido sistema de clasificación de 90 juegos (con todo lo que arrastra) ha sido un golpe durísimo que muy pocos asimilan, sobre todo porque no hay convencimiento en que las medidas de la Comisión Nacional de Béisbol (CNB) propiciarán mayor vitalidad a nuestra menguada pelota.
Ni jugadores ni técnicos ni aficionados andan gustosos con eso de partir el campeonato en dos y mucho menos con la implementación de los refuerzos.
Ambas decisiones fueron rechazadas a todos los niveles. Sin embargo, quedaron consumadas por mandamiento; amparadas en el inexcusable argumento de que “es necesario elevar el techo del béisbol cubano”.
En los últimos seis meses los titubeos de la CNB pusieron en dudas que el “nuevo proyecto” –amasado desde hace más de dos años- estuviera sustentado en un estudio sólido y lógico. Hay tres elementos puntuales, y otros colaterales, que lo demuestran.
Primero, no tenía definido cómo iban a manejarse las estadísticas. Inicialmente dijo que las de la primera etapa no se arrastrarían para la segunda y luego tuvo que rectificar este detalle.
Segundo, para los refuerzos anunció una bolsa de 40 jugadores elegidos por “interés de la Comisión”. Ahora hace otra corrección: la bolsa será ilimitada y dependerá del rendimiento, pues todos los atletas con buenos resultados en la campaña son de interés del organismo (habrá que preguntarle a Danel Castro si esto es así).
Tercero, ha dicho que en la Liga de Desarrollo jugarán los ocho equipos que no pasen a la segunda fase del torneo regular y los ocho en desarrollo de los que continúen en competencia; sin embargo la información que tienen los territorios difiere de este enfoque. En las academias provinciales se preparan atletas menores de 23 años para ese torneo paralelo, en el cual intervendrán “en casos excepcionales” otros peloteros que excedan la referida edad.
Para justificar la imposición de los cinco refuerzos Higinio Vélez Carrión –Comisionado Nacional- argumentó que “hay jugadores que no tienen casi incidencia en la temporada y a esos son a los que se les va a dar de baja”.
Yo también coincido con Vélez Carrión. La observación es muy lógica. Pero si es así, por qué hacer rosters de 32 y no de 27 o 25, en definitiva para el tipo de competición estas dos últimas cifras se me antojan más convenientes.
El directivo deja al margen la parte fundamental y más cuestionada del asunto. Los famosos refuerzos no afectaran en nada a esos cinco atletas que serán enviados a casa (es elemental, no jugaron), sino a los cinco regulares que sustituirán en el terreno.
Yo no puedo sumarme a los que aplauden la nueva estructura. No seré de esos que sin estar convencidos riegan adjetivos dulzones a los vientos por el simple hecho de que “es necesario apoyarla”.
Nunca me pareció lógica, entre otras razones porque en una de esas reuniones anuales escuché un fundamento simplista (quizás caprichoso y autoritario) que resumía lo que estaba por venir: “hay que hacer algo, pero así no vamos seguir”.
Ciertamente todavía no he encontrado el punto a favor de la nueva propuesta, porque ni la supuesta rivalidad que se augura desde la voz de play ball (con un falso enfoque) ni el aparente mayor nivel que tendrá en la segunda fase (no se puede prever) justifican que se haya tirado al piso un torneo establecido como el de 90 partidos.
No dudo que los cubanos a partir de mañana disfrutemos a nuestras anchas de la temporada, incluso que los cambios ganen adeptos, pero eso en ninguna medida borrará este capítulo incierto. El tiempo dictará sentencia.
¡Sé el primero en comentar!