No recuerdo donde leí una frase, atribuida al extraordinario Mark Twain, que decía algo así como que es mejor mantenerse callado y parecer un tonto, que abrir la boca y disipar la duda. Tal vez por eso a veces peco de cauteloso, lo cual no quiere decir que me trague lo que pienso.

En este «gratifrustrante» oficio de escribir sobre béisbol se vive a perpetuidad en el ojo del huracán de las pasiones. Y entre las tantas conclusiones que he sacado en este corto tiempo de ejercicio, está la certeza de que si complaces a todos, jamás te sentirás complacido.

No son pocos los que han reprobado mi silencio sobre el impecable paso protagonizado por los Sabuesos de Holguín. En el momento de escribir estas líneas era el único equipo invicto en lo que va de la presente campaña, y tal vez cuando termine de leerlas, se fijará que tienen a los Alazanes granmenses a punto de barrida. ¿Quién lo diría?

No dudo que para sus parciales, acostumbrados en los últimos tiempos a ver a sus muchachos sin opciones de levantar un trofeo, asuman este impetuoso arranque como una verdadera proeza capaz de alimentar sus sueños. Lo creo; como también que, a pesar de merecerse menciones y tal vez algún titular, la verdadera trascendencia de los dirigidos por Irochis Bartutis está aún por aparecer.

No hace mucho escribí que los Sabuesos pudieran ser ahora ese equipo «eléctrico», que sin estar en los planes de nadie —no por falta de calidad—, termina haciéndose un hueco en la segunda etapa del torneo y dejando sorprendido a medio mundo. Y lo pienso porque sobre el papel aparece un núcleo bastante estable en las últimas temporadas de jugadores talentosos, más maduros, que si son bien dirigidos y se creen que pueden aspirar a algo más que a la misión de teloneros, pueden dar la guerra que parece haber comenzado a dar.

Hablo de un Maikel Cáceres y un Yunior Paumier que han probado lo que se siente al estar en plantillas y preselecciones nacionales. De un Yordan Manduley que también se ha vestido con el traje «grande» y que ya experimentó en carne propia lo que es ganar una corona. De un Yeison Pacheco con más de diez campañas promediando ofensivamente muy cerca de .300, o de un Leris Aguilera que también ronda ese nivel de experiencia. De un staff en el que Pablo Millán Fernández, Yaisel Sierra y Carlos Olexis González pueden ser puntales y referencia para otros brazos más jóvenes, pero con futuro.

En fin, que los Sabuesos van teniendo la dentadura suficientemente sólida como para morder y no mordisquear. No digo que tienen pinta de campeones, pero sí que están en condiciones, al menos nominalmente, de mantener sus aspiraciones hasta el nuevo año. Después, si les tocara pedir refuerzos…

Pero para que eso ocurra no basta con parecer un equipo maduro. Tienen que demostrar que saben jugar bajo la presión que implica una primera recta tan corta e intensa. Conozco mánagers —no se si Bartutis es de esos— que prefieren, ya sea por aquello del mal de ojo o para quitarle presión a sus pupilos, que nadie dé a sus equipos como favoritos. Que no se hable mucho de sus jugadores, que no preocupen demasiado a sus rivales, que no exista tanto «ruido» en su entorno.

La realidad es una. El equipo de Holguín se llevó la arrancada. Batea antes del juego de este viernes para un aceptable promedio de .269, fildeaba para .988 y sus lanzadores trabajan hasta el momento para un encomiable 1.58 promedio de carreras limpias, el segundo mejor del torneo. Juntando todos esos números, fueron capaces de ganar sus primeros cuatro compromisos. Y deben ganar unos cuantos más.