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Noticias sobre el béisbol cubano

Osmel Rodríguez Núñez. Tigre de siempre

José Lorenzo GarciaEnviado por: 

Fuente: www.invasor.cu
Osmel Rodríguez Núñez. Tigre de siempre
Allí estaba, casi detrás de la almohadilla de segunda. Demasiado corto. El bateador de turno no era de fuerza, pero tampoco un alfeñique. Ocurrió lo que presentí. El batazo salió por el mismo jardín central, bien lejos, demasiado.

Le vi desplazarse velozmente con sus piernas cortas —quizás también demasiado cortas— y lo hacía de espaldas al home plate, sin mirar hacia la pelota, era una carrera desesperada, que de pronto dejó de serlo, al aminorar la marcha y con una elegancia, casi ensayada, capturó la bola sin el menor de los aspavientos.

Esa imagen, una y otra vez, la disfruté allá por la década del '80 del pasado siglo, cuando Osmel Rodríguez Núñez cubría la pradera central del equipo avileño de béisbol. Él me recordaba a Ramón Quijano, otro jardinero, pero de los '60, quien vistiendo la franela de Industriales deleitó a la afición de la capital.

El chambero jugó en una época en la que proliferaron buenos guardabosques centrales, y me atrevo a asegurar que, en materia de fildear hacia atrás, ni el mismísimo Víctor Mesa lo superaba.

"No te puedo explicar cómo lo hacía, solo sé que, apenas salía el batazo, sabía si era o no difícil de capturar. Si lo era, me limitaba a correr a toda velocidad, sin mirar hacia atrás, rumbo a la zona que intuía iba la conexión. Tuve suerte de equivocarme pocas veces."

—Recuerdo que no eras bueno a la hora de "barrer" por el suelo un batazo para tirar a las bases...

—En mis inicios jugué en el cuadro y no lo hacía mal, pero es verdad que por el suelo tuve más de un problema, sobre todo cuando tenía que tirar a una base, pues sin corredores en circulación no solía pifiar. No fue falta de interés, porque en los entrenamientos, una y otra vez, fildeaba ese tipo de batazo y me proponía no quitarle la vista a la bola.

En las prácticas lo hacía bien, sin embargo, a la hora del juego, casi siempre levantaba la vista para saber adónde tiraría, antes de fildear la pelota. Y ahí se producía el error. Creo, sin dejar de reconocer esa deficiencia, que también influyó que por aquella época se jugaba mucho en estadios de algunos municipios que no tenían las mejores condiciones en el terreno.

—¿Imagino el trabajo para convencer a los entrenadores con tu estatura de menos de un metro y 70 centímetros?

—¿Que si me costó? Imagínate que en mi primer torneo provincial estuve entre los primeros bateadores y después no llegué a hacer el equipo para la Serie Nacional. Al siguiente año volví a batear y me llevaron casi que por obligación, pero para estar en el banco. En la subserie contra Industriales, en el Latinoamericano, Mario Salas, quien dirigió por estar enfermo, por esos días, José Miguel Pineda, me dio una oportunidad y a partir de ese momento fui el jardinero central regular del conjunto durante 11 temporadas.

—Ahora, para jugar esa posición, hay que batear mucho...

—A cada rato algunos aficionados me dicen eso y les digo que cada cual juega el nivel de béisbol que le toca. En mi caso, por suerte o por desgracia me correspondió jugar en una época en que hoy te enfrentabas a Vinent o Alemán y luego te trasladabas a Pinar del Río y tenías que vértelas con Faustino Corrales o Julio Romero. Me siento conforme con el promedio de 294 con el que terminé mi carrera.

—Y ya que mencionas tu adiós al béisbol activo. Dio qué hablar aquel retiro cuando estabas a solo 24 hits de llegar a los 1 000.

—Ni cuando aquello, ni ahora, comprendí tal decisión. A mí nunca me expulsaron de un juego de pelota; me llevaba bien con todos mis compañeros y respetaba a quienes me dirigían. Puedes preguntarles a los que estuvieron conmigo. No era un problema en ninguna escuadra y no creo que permitírseme tener la oportunidad de llegar a los 1 000 hits iba a frenar el desarrollo de ningún pelotero, incluso, podía ayudar a los jóvenes con mi experiencia. No quería que me pusieran como regular, solo que me dejaran cumplir con aquella meta.

—Sigues la actuación de Los Tigres?

—No me pierdo un juego, sigo la serie por Radio Surco. Tenemos un equipo para respetar y por los resultados que veo en los escolares y en los juveniles, me parece que pasarán algunos años para que Ciego de Ávila deje de estar entre los primeros de Cuba. En Chambas, por ejemplo, se trabaja con mucho interés en el desarrollo de la pelota.

Aporto algo como entrenador de las categorías inferiores y desde luego que no dejo de estar en el cuerpo técnico del conjunto de mayores en la lid provincial. Me debo al béisbol y no sé vivir ya sin él.

Cuando cerré la agenda y agradecí a Osmel por aceptar el diálogo para los lectores de Invasor, pensé que sin jugadores como él, de aquellos tiempos, no existirían los de ahora. Él es un tigre de siempre.

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