Hace poco le hice una entrevista a Luis Giraldo Casanova, el legendario número “14” de Pinar del Río y el team Cuba. Afable como siempre, el portentoso bateador rememoró sus días de gloria, contó varias anécdotas picantes y lamentó la injusticia que lo sacó del béisbol. Siempre anduvo seguro al responder cada pregunta. Siempre, excepto cuando le recordé aquel sobrenombre abarcador: El Señor Pelotero...
Nada más mencionárselo, el estelar se acomodó en la silla y vaciló, acaso porque su sencillez de guajiro pinareño no le daba libertad para decir: “Ese soy yo”. Entonces solo atinó a imputarle la autoría a Bobby Salamanca, y enumeró un grupo de motes que también fueron obra del genial y malogrado periodista.
“Salamanca le puso El Señor Jonrón a Cheíto Rodríguez, El Meteoro de La Maya a Braudilio Vinent, El Ciclón de Ovas a Rogelio García, El Gigante del Escambray a Antonio Muñoz”... Mientras Casanova contabilizaba sobrenombres, a mi cabeza acudían otros, y la idea de escribir esta crónica se abría paso con sobrados argumentos.
Recuerdo que, por ejemplo, a Manuel Alarcón le decían El Cobrero, y a su tocayo Vega le pusieron La Pistola. Pedro Luis Lazo respondía a un apodo de altura, Rascacielos; Omar Linares era El Niño; Germán Mesa fue El Imán y, por razones elementales, a Rodolfo Puente le encasquetaron El Jabao.
La costumbre es obviamente vieja. Hace un montón de años, a Adolfo Luque lo nombraron Papá Montero -hubo quienes prefirieron El Habana Perfecto-, y a Conrado Marrero, recién fallecido, lo proclamaron El Premier. José de la Caridad Méndez, uno de los inmensos, entró en la historia como El Diamante Negro, y al zurdo Manuel García se le quedó por siempre el Cocaína, que aludía a su capacidad para “drogar” a los rivales.
Ahora mismo, nuestro país tiene en las Ligas Mayores de Estados Unidos a José Dariel “Pito” Abreu, a Alexei Ramírez (El Misil Cubano) y a Yunel Escobar (El Gambao), y a las puertas está tocando El Grillo Arruebarruena. Sin embargo, no vaya usted a creer que los latinos, recostados a su ingenio natural, son los únicos propensos a rebautizar peloteros.
De seguro, el apodo beisbolero más famoso de todos los tiempos es el de Babe que recibió George Herman Ruth. Era el tercer bate supremo de New York, y detrás de él se hacía cargo aquel que jamás se lesionaba, El Caballo de Hierro, Lou Gehrig.
A Vince Coleman, un artista del robo de bases, le endilgaron un finísimo Vincent Van Go, y a Mariano Rivera, el mejor cerrador de cualquier época, le decían Sandman en referencia al personaje que ayuda a los niños a dormir esparciendo arena mágica en sus ojos.
Frank Thomas, que sembró el pánico durante casi veinte años entre los lanzadores de la Liga Americana, recibió el apelativo de Big Hurt (Gran Dolor); a Bob Feller lo denominaron Rapid Robert atendiendo a la potencia de su recta, y Randy Johnson, que medía 6’10’’, ha pasado como Big Unit a los libros.
Hay más. Garry Maddox, patrullero central de los Phillies en los años 70´, fildeó tanto que se granjeó el seudónimo de Ministro de Defensa. Al inmortal Joe DiMaggio lo llamaban Yankee Clipper (algo así como Podadora Yankee), y Ron Cey no pudo librarse nunca del burlón Pingüino que acuñó el manager Tom Lasorda al ver su extraño modo de correr las bases.
Al final, hay tanto tipo grande con apodos en el béisbol, que uno entiende por qué Casanova titubea ante el majestuoso nombramiento de Señor Pelotero. Aunque, a decir verdad, lo merecía.
Nada más mencionárselo, el estelar se acomodó en la silla y vaciló, acaso porque su sencillez de guajiro pinareño no le daba libertad para decir: “Ese soy yo”. Entonces solo atinó a imputarle la autoría a Bobby Salamanca, y enumeró un grupo de motes que también fueron obra del genial y malogrado periodista.
“Salamanca le puso El Señor Jonrón a Cheíto Rodríguez, El Meteoro de La Maya a Braudilio Vinent, El Ciclón de Ovas a Rogelio García, El Gigante del Escambray a Antonio Muñoz”... Mientras Casanova contabilizaba sobrenombres, a mi cabeza acudían otros, y la idea de escribir esta crónica se abría paso con sobrados argumentos.
Recuerdo que, por ejemplo, a Manuel Alarcón le decían El Cobrero, y a su tocayo Vega le pusieron La Pistola. Pedro Luis Lazo respondía a un apodo de altura, Rascacielos; Omar Linares era El Niño; Germán Mesa fue El Imán y, por razones elementales, a Rodolfo Puente le encasquetaron El Jabao.
La costumbre es obviamente vieja. Hace un montón de años, a Adolfo Luque lo nombraron Papá Montero -hubo quienes prefirieron El Habana Perfecto-, y a Conrado Marrero, recién fallecido, lo proclamaron El Premier. José de la Caridad Méndez, uno de los inmensos, entró en la historia como El Diamante Negro, y al zurdo Manuel García se le quedó por siempre el Cocaína, que aludía a su capacidad para “drogar” a los rivales.
Ahora mismo, nuestro país tiene en las Ligas Mayores de Estados Unidos a José Dariel “Pito” Abreu, a Alexei Ramírez (El Misil Cubano) y a Yunel Escobar (El Gambao), y a las puertas está tocando El Grillo Arruebarruena. Sin embargo, no vaya usted a creer que los latinos, recostados a su ingenio natural, son los únicos propensos a rebautizar peloteros.
De seguro, el apodo beisbolero más famoso de todos los tiempos es el de Babe que recibió George Herman Ruth. Era el tercer bate supremo de New York, y detrás de él se hacía cargo aquel que jamás se lesionaba, El Caballo de Hierro, Lou Gehrig.
A Vince Coleman, un artista del robo de bases, le endilgaron un finísimo Vincent Van Go, y a Mariano Rivera, el mejor cerrador de cualquier época, le decían Sandman en referencia al personaje que ayuda a los niños a dormir esparciendo arena mágica en sus ojos.
Frank Thomas, que sembró el pánico durante casi veinte años entre los lanzadores de la Liga Americana, recibió el apelativo de Big Hurt (Gran Dolor); a Bob Feller lo denominaron Rapid Robert atendiendo a la potencia de su recta, y Randy Johnson, que medía 6’10’’, ha pasado como Big Unit a los libros.
Hay más. Garry Maddox, patrullero central de los Phillies en los años 70´, fildeó tanto que se granjeó el seudónimo de Ministro de Defensa. Al inmortal Joe DiMaggio lo llamaban Yankee Clipper (algo así como Podadora Yankee), y Ron Cey no pudo librarse nunca del burlón Pingüino que acuñó el manager Tom Lasorda al ver su extraño modo de correr las bases.
Al final, hay tanto tipo grande con apodos en el béisbol, que uno entiende por qué Casanova titubea ante el majestuoso nombramiento de Señor Pelotero. Aunque, a decir verdad, lo merecía.
La explocion naraja..victo mesa
Tambor mayor..orestes quindelan
El relanpago de bahia onda...urquiola
Gamo de jovellanos...wilfredo sanches
Maravilla padilla...padilla
El musico de camarones..rolando macias
Don miguel..cuevas
El remolcador ..ariel borrero
El duque..orlando hdez
Capitan de capitanes..antonio pacheco
y algun otro que se me escapa a la memoria
El heroe de cartagena...huelga
El heroe de parma...gurriel
El canon de dos rios..alexei bell
El canon de la trocha...vladimir garcia
El bombero de dovalganes..isidro perez
El tabaquero de cabaiguan..owen blandino
Otros nicnames conocidos son.
Chucho rubio
navajas gonzales
nico jimenez
taty valdez
fito rodriguez
cana ramos
mongo moret
serbio mago borges
misifu jimenez
Ahi les dejo mas de tarea
Natilla jimenez
Juan canillita dias
Bombom salazar
Mantecao linarez
Quinde estrada
Tato lopez
Macho colaz
El pulpo acebey
Monguito cabrera
El chino hernandez(arbitro)
Y de graderio nunca se puede olvidar a Armandito "EL TINTORERO"..o a Findingo, el trompeta de pinar..
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