El nacional sub-23 se nos fue de las manos en un santiamén y queda —tras casi dos meses de competencia— la satisfacción de que un amplio grupo de jugadores tuvo la oportunidad de sumar entradas y apariciones al plato en un torneo imprescindible, que debe mantenerse con algunas correcciones basadas en los problemas de esta primera edición.
Artemisa se apoderó de la cima luego de una magistral clase de cuatro lanzadores que mostraron soberana superioridad, amparados en el desarrollo de sus envíos gracias a su talento y experiencia en un nivel superior, además del gran trabajo que se realiza en el territorio con los jóvenes serpentineros.
Desde hace algunas temporadas suenan los nombres de Misael Villa, Navid Luis Cosme, Geonel Gutiérrez y Yunieski García, todos con horas de vuelo en la Serie Nacional, quienes ahora encontraron, para mayor suerte, a un manager —Jorge Luis Machado— que dominó como pocos el arte de lanzar.
La confianza depositada por el Dibujante de Guanajay y el perfeccionamiento del control, la localización y el repertorio fueron elementos decisivos en el desempeño de los Cazadores, que dejaron claro la necesidad de contar con un buen pitcheo para triunfar en cualquier categoría.
Ahora bien, no todo es color de rosas. La lid baja el telón con algunos lunares que deslucieron considerablemente el espectáculo, un llamado de atención de cara al año entrante, cuando deben planificarse mucho mejor las cosas a fin de no hacer tan tediosa la contienda para jugadores y aficionados.
Dentro de las posibilidades económicas, rescatar los enfrentamientos entre todos los conjuntos o al menos entre las novenas de la misma zona sería un detalle interesante, pues aumentaría considerablemente la exigencia, que ahora fue muy pobre, por ejemplo, en el grupo más oriental.
De igual forma, es imperiosa la necesidad de buscar variantes para el diseño y confección de los uniformes, quizás el punto crítico del torneo. En más de una ocasión dos escuadras saltaron a la grama con idénticas tonalidades en su vestimenta, solo diferenciadas por el color de las letras y los números.
Dicho elemento para nada estuvo a la altura del esfuerzo y la entrega de unos muchachos que pasaron alrededor de cincuenta días alejados de sus hogares, enfocados exclusivamente en jugar pelota. Además, como es lógico, semejante pifia alejó mucho más a los fanáticos.
Se ha dado un primer paso, importante, vital, y de cara al próximo, corregir estas dificultades permitirá subir poco a poco el peldaño del certamen, para el cual debe también captarse la atención del respetable, que llena los estadios y le pone sabor al espectáculo.
Artemisa se apoderó de la cima luego de una magistral clase de cuatro lanzadores que mostraron soberana superioridad, amparados en el desarrollo de sus envíos gracias a su talento y experiencia en un nivel superior, además del gran trabajo que se realiza en el territorio con los jóvenes serpentineros.
Desde hace algunas temporadas suenan los nombres de Misael Villa, Navid Luis Cosme, Geonel Gutiérrez y Yunieski García, todos con horas de vuelo en la Serie Nacional, quienes ahora encontraron, para mayor suerte, a un manager —Jorge Luis Machado— que dominó como pocos el arte de lanzar.
La confianza depositada por el Dibujante de Guanajay y el perfeccionamiento del control, la localización y el repertorio fueron elementos decisivos en el desempeño de los Cazadores, que dejaron claro la necesidad de contar con un buen pitcheo para triunfar en cualquier categoría.
Ahora bien, no todo es color de rosas. La lid baja el telón con algunos lunares que deslucieron considerablemente el espectáculo, un llamado de atención de cara al año entrante, cuando deben planificarse mucho mejor las cosas a fin de no hacer tan tediosa la contienda para jugadores y aficionados.
Dentro de las posibilidades económicas, rescatar los enfrentamientos entre todos los conjuntos o al menos entre las novenas de la misma zona sería un detalle interesante, pues aumentaría considerablemente la exigencia, que ahora fue muy pobre, por ejemplo, en el grupo más oriental.
De igual forma, es imperiosa la necesidad de buscar variantes para el diseño y confección de los uniformes, quizás el punto crítico del torneo. En más de una ocasión dos escuadras saltaron a la grama con idénticas tonalidades en su vestimenta, solo diferenciadas por el color de las letras y los números.
Dicho elemento para nada estuvo a la altura del esfuerzo y la entrega de unos muchachos que pasaron alrededor de cincuenta días alejados de sus hogares, enfocados exclusivamente en jugar pelota. Además, como es lógico, semejante pifia alejó mucho más a los fanáticos.
Se ha dado un primer paso, importante, vital, y de cara al próximo, corregir estas dificultades permitirá subir poco a poco el peldaño del certamen, para el cual debe también captarse la atención del respetable, que llena los estadios y le pone sabor al espectáculo.
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