Con la selección de los refuerzos y el Juego de las Estrellas cierra para Camagüey ese capítulo llamado 54 Serie Nacional. En días como estos, en que las malas noticias parecen ser la tónica inevitable para el béisbol lugareño, muchos recuerdan a nuestro “eterno tercera base”.
La fina y pertinaz llovizna acariciaba las sombras de la madrugada del cuatro de diciembre del año 2000 y la muerte se paseaba por el Reparto Saratoga, en la ciudad de Camagüey. Un automóvil se acercaba hacia uno de los pasos a nivel del ferrocarril, sin que su conductor se percatara de la cercanía de una locomotora contra la que se impactaría.
Entre las víctimas de aquella noche estaba Miguel Caldés Luis, integrante de los equipos agramontinos y de la selección nacional, nacido 27 de septiembre de 1970 en el municipio Bolivia, provincia de Ciego de Ávila.
El béisbol fue para él como un idioma materno, pues desde que abrió los ojos al mundo, este deporte era algo natural en la familia. Su padre, sus hermanos y su tío, el estelar tercera base Vicente Díaz, practicaban con mucha calidad esa disciplina, y como este último, contaba Miguel con mucha fuerza en su brazo de lanzar, además de poder ofensivo
De niño llegó a la EIDE Cerro Pelado y por su talento integró los equipos a los Juegos Escolares y posteriormente el equipo Cuba en la categoría juvenil en el Mundial de1988, celebrado en Australia.
Luego debutaría en las Series Nacionales, donde se adueñaría de la tercera almohadilla y los jardines. Siempre vistiendo la franela tricolor, a lo largo de catorce temporadas participó en 1 124 partidos, y archivó promedio ofensivo de .289, 386 extrabases (de ellos, 176 jonrones) y 683 carreras impulsadas.
Durante su trayectoria también apuntaría éxitos como el liderato de jonrones, en la 34ª serie (20), y de boletos intencionales (13), tres años después.
Con la selección cubana asistió a las Copas del Mundo en 1995 y 1997, mas su consagración internacional llegó en 1996. Se discutía el título de los Juegos Olímpicos de Atlanta, y Cuba y Japón marchaban igualados. Fue entonces cuando disparó un importante cuadrangular que puso a punto de mate el desafío. Esa fue precisamente una de sus características: la oportunidad a la hora de producir carreras
La repentina y absurda muerte de Miguel Caldés tuvo honda repercusión en el pueblo, que convirtió su sepelio en una de las mayores muestras de duelo vistas en la capital camagüeyana. Miles de personas desfilaron ante el féretro y muchas más lo acompañaron hasta el cementerio de la ciudad, donde descansan sus restos. Hasta allí, cada año acuden familiares, amigos y aficionados para rendir homenaje a quien –al partir hacia la eternidad– le quedaba tanta buena pelota por vivir.
La fina y pertinaz llovizna acariciaba las sombras de la madrugada del cuatro de diciembre del año 2000 y la muerte se paseaba por el Reparto Saratoga, en la ciudad de Camagüey. Un automóvil se acercaba hacia uno de los pasos a nivel del ferrocarril, sin que su conductor se percatara de la cercanía de una locomotora contra la que se impactaría.
Entre las víctimas de aquella noche estaba Miguel Caldés Luis, integrante de los equipos agramontinos y de la selección nacional, nacido 27 de septiembre de 1970 en el municipio Bolivia, provincia de Ciego de Ávila.
El béisbol fue para él como un idioma materno, pues desde que abrió los ojos al mundo, este deporte era algo natural en la familia. Su padre, sus hermanos y su tío, el estelar tercera base Vicente Díaz, practicaban con mucha calidad esa disciplina, y como este último, contaba Miguel con mucha fuerza en su brazo de lanzar, además de poder ofensivo
De niño llegó a la EIDE Cerro Pelado y por su talento integró los equipos a los Juegos Escolares y posteriormente el equipo Cuba en la categoría juvenil en el Mundial de1988, celebrado en Australia.
Luego debutaría en las Series Nacionales, donde se adueñaría de la tercera almohadilla y los jardines. Siempre vistiendo la franela tricolor, a lo largo de catorce temporadas participó en 1 124 partidos, y archivó promedio ofensivo de .289, 386 extrabases (de ellos, 176 jonrones) y 683 carreras impulsadas.
Durante su trayectoria también apuntaría éxitos como el liderato de jonrones, en la 34ª serie (20), y de boletos intencionales (13), tres años después.
Con la selección cubana asistió a las Copas del Mundo en 1995 y 1997, mas su consagración internacional llegó en 1996. Se discutía el título de los Juegos Olímpicos de Atlanta, y Cuba y Japón marchaban igualados. Fue entonces cuando disparó un importante cuadrangular que puso a punto de mate el desafío. Esa fue precisamente una de sus características: la oportunidad a la hora de producir carreras
La repentina y absurda muerte de Miguel Caldés tuvo honda repercusión en el pueblo, que convirtió su sepelio en una de las mayores muestras de duelo vistas en la capital camagüeyana. Miles de personas desfilaron ante el féretro y muchas más lo acompañaron hasta el cementerio de la ciudad, donde descansan sus restos. Hasta allí, cada año acuden familiares, amigos y aficionados para rendir homenaje a quien –al partir hacia la eternidad– le quedaba tanta buena pelota por vivir.