Los Azucareros, los Naranjas, los Leopardos, o como quiera que les llamemos, a fin de cuentas, hicieron las maletas. No quedó otra tras la aplastante cuarta derrota sufrida a manos de Matanzas en la semifinal del clásico beisbolero cubano, elenco que clasificó nuevamente para discutir el título.
Toda la novena yumurina creció, aupada por la motivación y el carácter ganador de su mentor, Víctor Mesa, responsable de la titularidad de Yasiel Santoya (descarte en Sancti Spíritus), del resurgir de Eriel Sánchez —pasó de impulsar diez carreras con los Gallos a 21 con los Cocodrilos—, y de la efectividad de Lázaro Blanco como relevista, por solo citar tres ejemplos.
Pero antes de los cambios estructurales, en Matanzas ocurrió un cambio de mentalidad, un giro radical en el pensamiento y la manera de concebir los partidos. Las jugadas pueden salir bien o mal, pero su realización lleva siempre detrás un argumento sólido y contundente.
“Todo está en la mente, en la concentración, en la preparación psicológica”, me comentaba el zurdo Yoanni Yera, quien pasó de ser un mero relevista situacional a puntero de la rotación, y no deja de tener razón; ahí está la clave de la segunda final consecutiva y el tercer podio al hilo de Víctor y su grupo de talentosos peloteros.
Ahora, para Matanzas, en el horizonte aparece el campeonato como objetivo primario, aunque ellos miran un poco más allá, al futuro, porque Víctor, según cuenta, ha ideado un proyecto para una década.
Lo acontecido en estos cinco partidos
La primera —y elemental— es que por sexto año consecutivo la Serie Nacional no repetirá su campeón. La segunda, es que los Cocodrilos los superaron de cabo a rabo (11 triunfos en 14 salidas), y la tercera (no por ello menos importante) es que poco importa cuán bueno seas y qué tanta suerte tengas en la selección de los refuerzos, lo trascendental es cómo te responderán.
Si alguien puede acuñar esta última idea es el manager Ramón Moré, quien, en teoría, se llevó a cinco complementos ideales para su novena, pero estos no rindieron, ni por asomo, a la altura de los escogidos el año anterior, cuando se coronó. Sus jardines quedaron sin profundidad, limitados en cuanto a la cobertura del campo, mientras el cuerpo de pitcheo no tuvo un as y mucho menos un caballo de batalla en el bullpen capaz de respaldar a los abridores.
En el cuadro, Yorbis Borroto no fue el cerrojo que todos piensan, porque si bien realizó jugadas muy buenas, falló en otras sencillas, como el pasado domingo, cuando entró dos veces a cubrir la intermedia por robos de base mientras en el plato se encontraban bateadores derechos, contrario a lo que indica el manual básico del béisbol.
DECIDIÓ YULIESKI
Tras la tempestad viene la calma, reza un viejo refrán. Y después de tres partidos donde la ofensiva superó ampliamente al pitcheo, marcando diez carreras o más en cada oportunidad, llegó un duelo de lanzadores que mantuvo en vilo a la multitud congregada otra vez en el Latinoamericano y tuvo como principal figura a Yulieski Gourriel, impulsador de las tres carreras que le dieron el triunfo a su equipo y lo coloca a las puertas de discutir la final vs. Matanzas.
Fue por obra y gracia de dos lanzadores derechos, Osmar Carrero y David Mena. El avileño consiguió la hazaña de maniatar a los Azules durante cinco entradas y un tercio, permitiendo solo dos jits, antes de llegar la adversidad: una molestia en el codo que lo sacó de juego. Mena duró un poco más, hasta el séptimo, aceptando una carrera. Fue un panorama completamente distinto al de los tres choques anteriores.
Pinar volvió a jugar mal en el primer inning, cuando Roel Santos se fue al robo de tercera, con Peraza al bate y William Saavedra en el círculo de espera. Vale aclarar que el lunes, con el toque de bola en la entrada inicial sin outs, el responsable fue el propio Donal Duarte: “no estoy bien al bate y preferí adelantar a los corredores en lugar de “matar” un rally”, afirmó el antesalista vueltabajero.
La asignatura pitcheo relevo sigue siendo una de las más flojas de nuestro béisbol. En el sexto, Jesús Guerra no pudo evitar un doblete de Yulieski pegado a la raya de tercera que remolcó el empate. Una entrada después Urquiola convirtió a Vladimir Baños en apagafuegos, tratando por todos los medios de frenar a sus rivales, pero Baños no pudo ser más inefectivo al regalar dos boletos —uno intencional—, y permitir otro batazo oportuno de Yulieski, sencillo al central que fletó dos carreras.
Por el contrario, a Lázaro Vargas le respondió el mal llamado “pitcheo de segunda línea”. Primero fue el zurdo Yohandry Portal, autor de un out importante a costa del siempre peligroso Giorvis Duvergel y luego el cerrador Alexander Rodríguez, retirando a seis bateadores consecutivamente, con rectas que llegaron hasta las 93 millas.
Colocado contra la pared, Alfonso Urquiola dependerá hoy del mejor abridor derecho del certamen, Yosvany Torres. Por el bando contrario le toca en la rotación a Vicyohandry Odelín, aunque Vargas dejó entrever la posibilidad de volver a darle la pelota a Noelvis Entenza porque, según él “solo tiró ocho pelotas el lunes y es un lanzador de calidad, que mucha falta nos hace que realice un buen trabajo”.
Toda la novena yumurina creció, aupada por la motivación y el carácter ganador de su mentor, Víctor Mesa, responsable de la titularidad de Yasiel Santoya (descarte en Sancti Spíritus), del resurgir de Eriel Sánchez —pasó de impulsar diez carreras con los Gallos a 21 con los Cocodrilos—, y de la efectividad de Lázaro Blanco como relevista, por solo citar tres ejemplos.
Pero antes de los cambios estructurales, en Matanzas ocurrió un cambio de mentalidad, un giro radical en el pensamiento y la manera de concebir los partidos. Las jugadas pueden salir bien o mal, pero su realización lleva siempre detrás un argumento sólido y contundente.
“Todo está en la mente, en la concentración, en la preparación psicológica”, me comentaba el zurdo Yoanni Yera, quien pasó de ser un mero relevista situacional a puntero de la rotación, y no deja de tener razón; ahí está la clave de la segunda final consecutiva y el tercer podio al hilo de Víctor y su grupo de talentosos peloteros.
Ahora, para Matanzas, en el horizonte aparece el campeonato como objetivo primario, aunque ellos miran un poco más allá, al futuro, porque Víctor, según cuenta, ha ideado un proyecto para una década.
Lo acontecido en estos cinco partidos
La primera —y elemental— es que por sexto año consecutivo la Serie Nacional no repetirá su campeón. La segunda, es que los Cocodrilos los superaron de cabo a rabo (11 triunfos en 14 salidas), y la tercera (no por ello menos importante) es que poco importa cuán bueno seas y qué tanta suerte tengas en la selección de los refuerzos, lo trascendental es cómo te responderán.
Si alguien puede acuñar esta última idea es el manager Ramón Moré, quien, en teoría, se llevó a cinco complementos ideales para su novena, pero estos no rindieron, ni por asomo, a la altura de los escogidos el año anterior, cuando se coronó. Sus jardines quedaron sin profundidad, limitados en cuanto a la cobertura del campo, mientras el cuerpo de pitcheo no tuvo un as y mucho menos un caballo de batalla en el bullpen capaz de respaldar a los abridores.
En el cuadro, Yorbis Borroto no fue el cerrojo que todos piensan, porque si bien realizó jugadas muy buenas, falló en otras sencillas, como el pasado domingo, cuando entró dos veces a cubrir la intermedia por robos de base mientras en el plato se encontraban bateadores derechos, contrario a lo que indica el manual básico del béisbol.
DECIDIÓ YULIESKI
Tras la tempestad viene la calma, reza un viejo refrán. Y después de tres partidos donde la ofensiva superó ampliamente al pitcheo, marcando diez carreras o más en cada oportunidad, llegó un duelo de lanzadores que mantuvo en vilo a la multitud congregada otra vez en el Latinoamericano y tuvo como principal figura a Yulieski Gourriel, impulsador de las tres carreras que le dieron el triunfo a su equipo y lo coloca a las puertas de discutir la final vs. Matanzas.
Fue por obra y gracia de dos lanzadores derechos, Osmar Carrero y David Mena. El avileño consiguió la hazaña de maniatar a los Azules durante cinco entradas y un tercio, permitiendo solo dos jits, antes de llegar la adversidad: una molestia en el codo que lo sacó de juego. Mena duró un poco más, hasta el séptimo, aceptando una carrera. Fue un panorama completamente distinto al de los tres choques anteriores.
Pinar volvió a jugar mal en el primer inning, cuando Roel Santos se fue al robo de tercera, con Peraza al bate y William Saavedra en el círculo de espera. Vale aclarar que el lunes, con el toque de bola en la entrada inicial sin outs, el responsable fue el propio Donal Duarte: “no estoy bien al bate y preferí adelantar a los corredores en lugar de “matar” un rally”, afirmó el antesalista vueltabajero.
La asignatura pitcheo relevo sigue siendo una de las más flojas de nuestro béisbol. En el sexto, Jesús Guerra no pudo evitar un doblete de Yulieski pegado a la raya de tercera que remolcó el empate. Una entrada después Urquiola convirtió a Vladimir Baños en apagafuegos, tratando por todos los medios de frenar a sus rivales, pero Baños no pudo ser más inefectivo al regalar dos boletos —uno intencional—, y permitir otro batazo oportuno de Yulieski, sencillo al central que fletó dos carreras.
Por el contrario, a Lázaro Vargas le respondió el mal llamado “pitcheo de segunda línea”. Primero fue el zurdo Yohandry Portal, autor de un out importante a costa del siempre peligroso Giorvis Duvergel y luego el cerrador Alexander Rodríguez, retirando a seis bateadores consecutivamente, con rectas que llegaron hasta las 93 millas.
Colocado contra la pared, Alfonso Urquiola dependerá hoy del mejor abridor derecho del certamen, Yosvany Torres. Por el bando contrario le toca en la rotación a Vicyohandry Odelín, aunque Vargas dejó entrever la posibilidad de volver a darle la pelota a Noelvis Entenza porque, según él “solo tiró ocho pelotas el lunes y es un lanzador de calidad, que mucha falta nos hace que realice un buen trabajo”.