Enriquito es el hombre récord de la pelota cubana.
A pesar de sus números nunca militó por el equipo Cuba a un torneo oficial. Sin embargo, Enrique Díaz, es uno de los jugadores más queridos que han pasado por los terrenos de las Series Nacionales.
Aunque parezca increíble nunca hizo un equipo Cuba a un torneo oficial, sin embargo no creo que haya un pelotero que exprese tanto el béisbol como Enrique Díaz, uno de los jugadores más queridos que han pasado por los terrenos de las Series Nacionales.
No fueron sus récords los que le granjearon ese cariño, sino la manera en que los consiguió, pues esas marcas no se alcanzan de la noche a la mañana y mucho menos al azar. Constancia, consagración y entrega sin límites le permitieron levantar una de las más majestuosas obras en la historia de nuestra pelota.
A esas cualidades sumó otra imprescindible, el amor por su campeonato. Si no se es capaz de jugar en más de 20 temporadas, con la exigencia en el orden físico y de estrés competitivo que eso entraña, es imposible llegar a los números de Enriquito, el hombre que le dijo a Chacho, Enrique Díaz Pérez, su papá, cuando solo era un niño, que quería escuchar su nombre en la amplificación local del Latinoamericano.
Hoy Chacho, con 102 años, siente orgullo desde su humilde puesto de vendedor de periódico, por el cariño que le profesan a su hijo, el mismo que en Baltimore defendió los colores del béisbol cubano frente a los Orioles, en mayo de 1999.
Cuenta, como si lo estuviera viviendo todavía, que cuando aún no se había decidido el equipo que viajaría a aquella confrontación con el béisbol de primer nivel de Estados Unidos, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz preguntó si había alguien con la velocidad suficiente como para anotar desde primera, robarse una base, es decir un jugador que se distinguiera por la rapidez. “Le dijeron que sí, y me escogieron”.
Al despedir a aquella escuadra Fidel le preguntó a Enriquito que si creía que podíamos vencer. Él le contestó que podía ya ir preparando el recibimiento, que ganaríamos. “Ganen o no, yo los recibiré”, le respondió Fidel.
Industriales y Metropolitanos, más que equipos son una especie de altar al que le entregó las mejores ofrendas que les regaló a los aficionados en cada salida a la grama. “Hay un gran compromiso con ese que te va a ver todos los días. La gente no va al estadio a ver guapería barata ni agresiones, el público quiere verte dando el jit a la hora buena, robarte la tercera cuando nadie lo espera, jugar fuerte en las bases, hacer un gran fildeo. Siempre traté de hacer eso, porque es lo que quería y quiere la gradería”.
Insiste en que los nuevos ídolos de la pelota cubana crecerán solo si cumplen con las expectativas de los aficionados, como lo hicieron Kindelán, Fermín Laffita, Anglada, Víctor Mesa, Urquiola, Javier Méndez, Padilla, Pestano, en fin muchísimos peloteros que lo dieron todo en el terreno. Al béisbol le hacen falta figuras como esas, pero ellas solo se dan si no le fallas al que va al estadio.
En la actualidad, con la misma pasión, se desempeña como entrenador de los talentos sub-18 de la capital. ¿Te gustaría dirigir un equipo? “No hay nada en la pelota que no me guste hacer, es mi vida”, respondió.
Lleva tatuado en el alma aquel error que en el 2002 le costó el campeonato a Industriales frente a Pinar del Río. “Puede parecer una exageración, pero pensé hasta en quitarme la vida”. Pero dos años después, “Dios me dio la oportunidad de decidir para la nave azul el título nacional, frente a Villa Clara, con un tubey histórico”. Las penas y las glorias fueron vividas intensamente por su familia, con la cual dice “estaré eternamente en deuda, solo la admiración que siente el pueblo de Cuba hacia mi persona y que llega a mi familia viene a resarcir un tantito mi larga ausencia”.
Antes de dejarlos con la obra de este humilde capitalino y justamente a propósito de ella, es que queremos hacer una sugerencia, al menos para el análisis. Desde septiembre del 2013, se aplicó la política de remuneración a los atletas, que en el caso del béisbol incluye un incremento en el salario de los peloteros, que puede engrosarse por la condición de líderes en los diferentes departamentos de juego. No se incluyó retribuir a quienes encabezan de por vida los distintos aspectos de juego.
Considerar esta posibilidad, además de premiar el justo esfuerzo de quienes ocupen esas posiciones, actuaría como un estímulo a nuestras temporadas, pues demandaría de más esfuerzos, lo cual llevaría a un mejor espectáculo y a un mayor sentido de pertenencia con nuestras Series Nacionales.
A pesar de sus números nunca militó por el equipo Cuba a un torneo oficial. Sin embargo, Enrique Díaz, es uno de los jugadores más queridos que han pasado por los terrenos de las Series Nacionales.
Aunque parezca increíble nunca hizo un equipo Cuba a un torneo oficial, sin embargo no creo que haya un pelotero que exprese tanto el béisbol como Enrique Díaz, uno de los jugadores más queridos que han pasado por los terrenos de las Series Nacionales.
No fueron sus récords los que le granjearon ese cariño, sino la manera en que los consiguió, pues esas marcas no se alcanzan de la noche a la mañana y mucho menos al azar. Constancia, consagración y entrega sin límites le permitieron levantar una de las más majestuosas obras en la historia de nuestra pelota.
A esas cualidades sumó otra imprescindible, el amor por su campeonato. Si no se es capaz de jugar en más de 20 temporadas, con la exigencia en el orden físico y de estrés competitivo que eso entraña, es imposible llegar a los números de Enriquito, el hombre que le dijo a Chacho, Enrique Díaz Pérez, su papá, cuando solo era un niño, que quería escuchar su nombre en la amplificación local del Latinoamericano.
Hoy Chacho, con 102 años, siente orgullo desde su humilde puesto de vendedor de periódico, por el cariño que le profesan a su hijo, el mismo que en Baltimore defendió los colores del béisbol cubano frente a los Orioles, en mayo de 1999.
Cuenta, como si lo estuviera viviendo todavía, que cuando aún no se había decidido el equipo que viajaría a aquella confrontación con el béisbol de primer nivel de Estados Unidos, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz preguntó si había alguien con la velocidad suficiente como para anotar desde primera, robarse una base, es decir un jugador que se distinguiera por la rapidez. “Le dijeron que sí, y me escogieron”.
Al despedir a aquella escuadra Fidel le preguntó a Enriquito que si creía que podíamos vencer. Él le contestó que podía ya ir preparando el recibimiento, que ganaríamos. “Ganen o no, yo los recibiré”, le respondió Fidel.
Industriales y Metropolitanos, más que equipos son una especie de altar al que le entregó las mejores ofrendas que les regaló a los aficionados en cada salida a la grama. “Hay un gran compromiso con ese que te va a ver todos los días. La gente no va al estadio a ver guapería barata ni agresiones, el público quiere verte dando el jit a la hora buena, robarte la tercera cuando nadie lo espera, jugar fuerte en las bases, hacer un gran fildeo. Siempre traté de hacer eso, porque es lo que quería y quiere la gradería”.
Insiste en que los nuevos ídolos de la pelota cubana crecerán solo si cumplen con las expectativas de los aficionados, como lo hicieron Kindelán, Fermín Laffita, Anglada, Víctor Mesa, Urquiola, Javier Méndez, Padilla, Pestano, en fin muchísimos peloteros que lo dieron todo en el terreno. Al béisbol le hacen falta figuras como esas, pero ellas solo se dan si no le fallas al que va al estadio.
En la actualidad, con la misma pasión, se desempeña como entrenador de los talentos sub-18 de la capital. ¿Te gustaría dirigir un equipo? “No hay nada en la pelota que no me guste hacer, es mi vida”, respondió.
Lleva tatuado en el alma aquel error que en el 2002 le costó el campeonato a Industriales frente a Pinar del Río. “Puede parecer una exageración, pero pensé hasta en quitarme la vida”. Pero dos años después, “Dios me dio la oportunidad de decidir para la nave azul el título nacional, frente a Villa Clara, con un tubey histórico”. Las penas y las glorias fueron vividas intensamente por su familia, con la cual dice “estaré eternamente en deuda, solo la admiración que siente el pueblo de Cuba hacia mi persona y que llega a mi familia viene a resarcir un tantito mi larga ausencia”.
Antes de dejarlos con la obra de este humilde capitalino y justamente a propósito de ella, es que queremos hacer una sugerencia, al menos para el análisis. Desde septiembre del 2013, se aplicó la política de remuneración a los atletas, que en el caso del béisbol incluye un incremento en el salario de los peloteros, que puede engrosarse por la condición de líderes en los diferentes departamentos de juego. No se incluyó retribuir a quienes encabezan de por vida los distintos aspectos de juego.
Considerar esta posibilidad, además de premiar el justo esfuerzo de quienes ocupen esas posiciones, actuaría como un estímulo a nuestras temporadas, pues demandaría de más esfuerzos, lo cual llevaría a un mejor espectáculo y a un mayor sentido de pertenencia con nuestras Series Nacionales.
¡Sé el primero en comentar!