Hemos escuchado un montón de veces, porque un montón de veces se ha repetido, que un juego de pelota lo gana cualquiera. Tan exquisito es el béisbol que nada le garantiza al más fuerte la victoria, y el débil siempre tiene opciones de dar la clarinada.
En los duelos amistosos o preparatorios también cualquiera puede terminar celebrando al final de la jornada, aunque eso en realidad no importa demasiado, básicamente porque lo crucial en este tipo de choques es probar peloteros, evaluar su respuesta ante situaciones particulares y poner en práctica distintas estrategias según las circunstancias y exigencias, todo enfocado en un gran objetivo trazado.
Estos detalles se deben interiorizar muy bien en Cuba, máxime cuando nos adentramos en la temporada muerta, sin pleitos internacionales con títulos en juego en el horizonte hasta los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, principal compromiso competitivo en el 2018.
A todas luces, el gran objetivo del béisbol cubano es revalidar en suelo cafetero la corona regional obtenida hace cuatro años en Veracruz, México, y en aras de lograrlo se ha trazado un intenso plan de entrenamiento, que se combina con múltiples desafíos preparatorios iniciados hace nueve días ante Nicaragua.
La acción prosigue ahora contra los Guerreros de Oaxaca y los Diablos Rojos de México, dos novenas del circuito veraniego azteca, frente a las cuales se han utilizado, mayoritariamente, a las principales figuras de la escuadra nacional, esas que defendieron la camisa de las cuatro letras en la Serie del Caribe de Jalisco.
Muy poco tiempo se ha visto sobre el campo a los prospectos incluidos en la preselección cubana de cara a Barranquilla, cuestión que preocupa, en primer orden porque algunos hombres ya acumulan una notable carga física encima tras meses y meses sin parar y, además, por el hecho de que los talentos, si no juegan ahora, cuándo entonces tendrán la oportunidad de mostrar sus habilidades en un escenario cualitativamente superior.
Desde mi punto de vista, la pobre presencia de los más jóvenes en los duelos preparatorios responde a una incomprensible necesidad de ganar a toda costa y a todo costo. A nadie le gusta perder, lógicamente, pero en estos duelos, como ya explicamos, el saldo final de la pizarra dice muy poco, es puro maquillaje, mucho más cuando colocamos la mayor parte del tiempo a los fijos del Cuba mientras el contrario rota todas sus piezas constantemente.
¿De qué nos sirve arrasar en partidos amistosos contra Nicaragua, México o cualquier otro combinado si después sucumbimos en los Centroamericanos? ¿Acaso necesitamos tanto levantar nuestra autoestima beisbolera con unas cuantas victorias en duelos que no son determinantes?
Soportar las orugas para ver las mariposas, dijo hace unos años un colega tomando prestada la frase de El principito y en clara referencia al complejo y trabajoso sendero que debemos atravesar para subir nuestro nivel en los diamantes; pero da la impresión de que solo la idea de transitar ese camino causa vértigo en el universo beisbolero cubano (un sector mayoritario de la afición, la prensa y la totalidad de los directivos).
No podemos tener miedo a unos cuantos fracasos en este punto, porque estamos en temporada muerta, porque no hay títulos en juego y porque necesitamos que los inexpertos demuestren si reúnen todas las condiciones para defender la casaca nacional.
En los duelos amistosos o preparatorios también cualquiera puede terminar celebrando al final de la jornada, aunque eso en realidad no importa demasiado, básicamente porque lo crucial en este tipo de choques es probar peloteros, evaluar su respuesta ante situaciones particulares y poner en práctica distintas estrategias según las circunstancias y exigencias, todo enfocado en un gran objetivo trazado.
Estos detalles se deben interiorizar muy bien en Cuba, máxime cuando nos adentramos en la temporada muerta, sin pleitos internacionales con títulos en juego en el horizonte hasta los Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla, Colombia, principal compromiso competitivo en el 2018.
A todas luces, el gran objetivo del béisbol cubano es revalidar en suelo cafetero la corona regional obtenida hace cuatro años en Veracruz, México, y en aras de lograrlo se ha trazado un intenso plan de entrenamiento, que se combina con múltiples desafíos preparatorios iniciados hace nueve días ante Nicaragua.
La acción prosigue ahora contra los Guerreros de Oaxaca y los Diablos Rojos de México, dos novenas del circuito veraniego azteca, frente a las cuales se han utilizado, mayoritariamente, a las principales figuras de la escuadra nacional, esas que defendieron la camisa de las cuatro letras en la Serie del Caribe de Jalisco.
Muy poco tiempo se ha visto sobre el campo a los prospectos incluidos en la preselección cubana de cara a Barranquilla, cuestión que preocupa, en primer orden porque algunos hombres ya acumulan una notable carga física encima tras meses y meses sin parar y, además, por el hecho de que los talentos, si no juegan ahora, cuándo entonces tendrán la oportunidad de mostrar sus habilidades en un escenario cualitativamente superior.
Desde mi punto de vista, la pobre presencia de los más jóvenes en los duelos preparatorios responde a una incomprensible necesidad de ganar a toda costa y a todo costo. A nadie le gusta perder, lógicamente, pero en estos duelos, como ya explicamos, el saldo final de la pizarra dice muy poco, es puro maquillaje, mucho más cuando colocamos la mayor parte del tiempo a los fijos del Cuba mientras el contrario rota todas sus piezas constantemente.
¿De qué nos sirve arrasar en partidos amistosos contra Nicaragua, México o cualquier otro combinado si después sucumbimos en los Centroamericanos? ¿Acaso necesitamos tanto levantar nuestra autoestima beisbolera con unas cuantas victorias en duelos que no son determinantes?
Soportar las orugas para ver las mariposas, dijo hace unos años un colega tomando prestada la frase de El principito y en clara referencia al complejo y trabajoso sendero que debemos atravesar para subir nuestro nivel en los diamantes; pero da la impresión de que solo la idea de transitar ese camino causa vértigo en el universo beisbolero cubano (un sector mayoritario de la afición, la prensa y la totalidad de los directivos).
No podemos tener miedo a unos cuantos fracasos en este punto, porque estamos en temporada muerta, porque no hay títulos en juego y porque necesitamos que los inexpertos demuestren si reúnen todas las condiciones para defender la casaca nacional.
Lo he dicho y lo reitero mientras Higinio Velez este dirigiendo la pelota olvidemonos de desarrollo y de victorias.
Claro q tiene q ver con todos los desastres de la pelota , mientras este en el cargo q tiene su impronta negativa y mediocre seguira dañando el beisbol y de el para abajo nada se resolvera, pq para resolver los.problemas q tenemos, primero hay q tener cerebro, segundo voluntad y tercero verguenza y nada de eso tiene ese señor.
El resto de los directivos va por igual camino
Lo.fe tu hijo es lamentable , pero no sera el.ñeimero ni el ultimo que le pase, al propio Despaigne le.sucedio y tuvo q ir a jugar a Gramma, nada que no hay cerebro, ni voluntad, ni deseos de que mejore el beisbol,
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