Surcar el diamante desde el bullpen hasta el box es una de las carreras más largas y solitarias que puede acometer un lanzador relevista. En el trayecto, los conocidos apagafuegos cargan sobre sus hombros con el sonido atronador proveniente de las gradas y deben ser capaces de manejar la presión que representa preservar la ventaja o minimizar los daños en una situación adversa.

Si hablamos de grandes relevistas en la historia del béisbol, imposible obviar al panameño Mariano Rivera, recientemente retirado luego de 19 campañas con los Yankees de Nueva York. Rivera fue un seguro de vida, sobre todo en los play off, instancia en la que alcanzó 42 rescates, algunos de ellos decisivos en la consecución de cinco anillos de la Serie Mundial. Además, en su hoja de servicios sobresalen 652 salvados, con 16 temporadas superando los 30, nueve de ellas consecutivas (2003-2011), credenciales suficientes para ser considerado por unanimidad como el mejor cerrador de todos los tiempos.

En nuestro país tampoco han faltado hombres de extraordinaria capacidad para asegurar triunfos, algunos muy efectivos e intransitables cuando se encaramaban en la lomita, aún en los escenarios más adversos. Tales son los casos de Raúl "Guagua" López, Lázaro Santana, Euclides Rojas, Jesús Bosmenier y más recientemente Orestes González (el Bombero de Viñales) y Yolexis Ulacia, dominadores todos del arte de cerrar partidos.

Pero si a rescates nos referimos, el sitial de honor le corresponde al artemiseño José Ángel García, quien a sus 32 años no se cansa de poner el cerrojo a los desafíos, al punto que ya suma 154 salvados, líder absoluto del béisbol cubano tras 15 temporadas de actividad ininterrumpida, ocho de ellas con más de 30 relevos cada campaña.

Su debut en nuestros clásicos se produjo en octubre de 1998 frente a Metropolitanos, pero tuvo que esperar un año para obtener su primer salvamento (contra Matanzas), trayecto en el que incluso protagonizó algunas aperturas, según datos del compilador Yirsandy Rodríguez Hernández.

"Yo hice el equipo Cuba juvenil y el 15-16 como abridor, pero en la Serie no me probaron mucho en ese rol, preferían aprovechar el control que tenía sobre la slider y mi velocidad, elementos que me han ayudado a tener una alta tasa de ponches", asegura José Ángel, natural de Guanajay, quien considera que mantener los nervios a raya lo ha ayudado a imponerse.

"La presión molesta a todo el mundo, hay que ser ecuánime, paciente, pensar que el contrario también siente presión y jugar con ese detalle. No-so-tros, por lo general, entramos en situaciones complicadas, en las cuales hay que estar concentrado y buscar siempre el ponche, porque si dominas al bateador con un fly o un roletazo pero te anotan, entonces tu trabajo no sería completo. Con el ponche no hay remedio, todos se quedan dónde están", acota, a propósito de que se encuentra cerca de llegar a los mil estrucados.

Tras sobrepasar la barrera de los 900 jugadores dejados con la carabina al hombro (promedio de 1,04 por choque) el objetivo no parece tan lejano, sobre todo si mantiene el estricto dominio que ha mostrado durante la actual lid, en la que ha materializado de forma eficaz sus nue-ve oportunidades de salvamento, y con 12 ponches y sin permitir anotaciones en la entrada en que releva, casi perfecto.

"Entreno muy bien, soy disciplinado y así estaré, hasta que el brazo me dé, luchando para que Artemisa, con una mezcla de experimentados y jóvenes, logre incluirse entre los mejores equipos del país", añade José Ángel.

Sobre la prominencia que necesitan tener los apagafuegos en el béisbol moderno, explica: "La especialización debe imponerse cada vez más en las selecciones nacionales, porque los lanzadores prefieren adaptarse a cumplir su función, el abridor en lo suyo y el relevista en lo suyo, son tareas diferentes para especialistas y en los equipos Cuba se debe contar con hombres que sean especialistas en su trabajo para lograr los resultados".