Entrevista por Rigoberto Triana Martínez

Empezó a jugar a los siete años en una comunidad del municipio de Bolivia. Ya acumula 12 clásicos cubanos de béisbol, y como se siente en plena madurez deportiva, desea aportarle varios años más a su equipo

La competencia de la Enseñanza Primaria se acercaba y la escuelita de Rinconada no podía faltar. De ello se encargaría Daisy, la profesora de Educación Física, cuyo habitual entusiasmo devino catalizador para formar una novena.

Luego se hizo el torneo infantil municipal correspondiente a Bolivia, cuyos resultados, más allá de ganadores y perdedores, indican que esa búsqueda en la base representa una eficiente fórmula para encontrar talentos.

De ello da fe uno de los chicos escogidos por la entusiasta maestra, el jardinero central del equipo Ciego de Ávila, Yoelvis Fiss Morales, quien tiene plasmado en esa época su inicio en el deporte nacional.

"Ahí me destaqué en el bateo. Daba roletazos, corría durísimo y me embasaba. Inmediatamente, fui captado por los entrenadores José Luis Espinosa (Chola) y Luis Fuentes, y bajo la dirección de ambos integré los equipos del territorio en las categorías escolares.

"Entre mis principales recuerdos estuvo un torneo provincial en Primero de Enero, de la categoría 11-12 años. Conecté 11 jonrones de piernas, o sea, dentro del terreno. La gente me mortificaba con jaranas referidas a mi velocidad, y todavía me dicen cosas, pero no me pongo bravo."

—Para llegar al alto rendimiento se requiere de cambios importantes en la vida...

—Tienes razón, en séptimo grado me alejé de la casa por mi ingreso en la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE) Marina Samuel Noble. El nivel era superior y tuve el honor de compartir estudios con jugadores que hicieron equipos en las Series Nacionales, entre ellos, Franklin López y los campeones olímpicos Danny Miranda y Yorelvis Charles, ganadores del Nacional Juvenil en 1996, sin embargo, yo no integré ese equipo.

"En el '97 terminé mis estudios en la Escuela de Perfeccionamiento Atlético (ESPA) de la provincia de Ciego de Ávila, no obtuve carrera e ingresé al Servicio Militar. Como soldado tuve la oportunidad de pasar un curso en la Escuela de Cadetes General Antonio Maceo y me gradué de Sargento de Pelotón Instructor. Luego trabajé dos años en una unidad de Prevención del municipio Playa, en La Habana."

—¿Y qué pasó con tu carrera de pelotero?

—Durante esos años prácticamente no jugué, pero la vida militar me aseguró una preparación excelente. Para el año 2000 me tocaba el licenciamiento y me ocurrió algo muy agradable cuando vine a Ciego en uno de mis pases.

"Aquí se jugaba la provincial de primera categoría y fui a Venezuela. Quería ver jugar a mi primo Valeris García Fiss, y al encontrarme con el entrenador Pedro Ramón Gayón se me dio una nueva oportunidad.

"Me dijo que si quería volver a la pelota. Le contesté que sí, pero estaba fuera de entrenamiento. Lo cierto es que salí de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) el 27 de julio y en septiembre ya estaba en la preselección provincial dirigida por el fallecido profesor Ulises Jardines, a quien le impresionaba mi fuerza al bate y la forma física que había adquirido."

—La llegada al equipo de los Tigres te exigía transformaciones...

—En la primera serie no me fue tan bien. Tuve problemas con la defensa y el tacto. De inmediato empecé a trabajar para mejorar en ambos aspectos. Me ayudó bastante el profesor Mario Salas, un profundo conocedor del béisbol, que lamentablemente también murió.

"Durante los entrenamientos dedicamos mucho tiempo a corregir mis errores en lo técnico y lo táctico. Él me decía que dejara llegar siempre la bola, la cual debía venir por encima de home, e insistía en que no buscara los lanzamientos desviados."

—Y el ascenso en calidad llegó, incluso, estuviste en la preselección para las Olimpiadas de Atenas 2004. ¿Cómo asumiste tu exclusión a última hora de aquel equipo?

—Fue impactante que me dejaran fuera. Pensé abandonar el béisbol, pero mi familia me motivó a seguir dándome ánimo, sobre todo mi mamá Marta Morales, mi hermana Yordanka y mi padre, Silvio Fiss.

"Ellos me decían que luchara y no me diera por vencido. Lo hice, y como resultado tengo que en cuatro ocasiones he integrado la preselección cubana."

—¿Cómo valoras tu actuación en la Serie 51?

—Mi rendimiento no era lo esperado, a pesar de que me preparé muy bien, sin embargo, en el play off todo fue como lo deseaba, a la defensa y a la ofensiva. Tuve la certeza de que seríamos campeones cuando ganamos el segundo partido en el Latinoamericano.

"Al perder un juego aquí estábamos tristes, pero no derrotados. Nos fueron de mucho aliento las palabras de nuestro director Roger Machado, quien al vernos contrariados en la guagua, de regreso al hotel Morón, nos dijo que solo habíamos perdido una batalla, pero no la guerra."

—Cuando un atleta rebasa los 30 años en Cuba, suele preguntársele sobre el difícil tema del retiro...

—Eso es real, pero a esta edad estamos en plena madurez deportiva y debemos aprovecharla. En mi caso, con 32 años, me siento bien en lo físico. Ya tengo jugadas 12 series y sé que puedo estar en unas cuantas temporadas. Mi objetivo es llegar a 20."

—Háblame de tu convivencia en la familia y entre los peloteros.

—Como a cualquier cubano, me gustan las fiestas familiares, estar junto a mi esposa Yusmila, mi hija Mélany, de siete años, y mis dos sobrinos Kendry y Yendry. Al igual que la buena comida criolla me encantan la música y el baile, sobre todo la salsa y el reguetón.

"En cuanto a mis compañeros de equipo, de los más experimentados he aprendido la consagración, el amor a la camiseta, y eso trato de transmitírselo a los más nuevos. Me gusta escuchar los consejos de Mayito Vega. Para nosotros es el alma del equipo y le debo mucho. Y de los más allegados tengo a Vladimir García y Raúl González, que siempre están a mi lado, y para colmo, somos vecinos."