El béisbol profesional no es sólo deporte, también es negocio. A partir de esta realidad, debemos reconocer que el propietario de los Miami Marlins, Jeffrey Loria, tiene el derecho de realizar transacciones que le aporten ganancias económicas a su franquicia y también está en el deber de respetar a los contribuyentes de Miami que aportaron para la construcción de uno de los mejores estadios de Estados Unidos.

Loria, un exitoso empresario de obras de arte que según él ama al béisbol, y que de acuerdo a otros sólo entró a este deporte con la finalidad de multiplicar su fortuna, no ha demostrado hasta el momento la más mínima sensibilidad hacia los fanáticos de Miami.

Los residentes de esta ciudad están que arden con el desmantelamiento del equipo y merecen una explicación de lo que se piensa hacer en beneficio del béisbol. Y si la misma no llega, entonces los miamenses la deben exigir.

El disgusto con dicha decisión es colectivo, desde fanáticos y políticos, hasta anunciantes y jugadores.

Las reacciones de rechazo provienen hasta del único jugador estelar que quedó a salvo, Giancarlo Stanton. Al conocer la noticia, el joven toletero que tiene un salario que no pasa del medio millón de dólares declaró en Twitter: “Estoy furioso por el acuerdo’’.

¡Y no es para menos el disgusto colectivo! En la inversión de $634 millones para el nuevo estadio en la Pequeña Habana, los Marlins aportaron $125 millones, los restantes salieron de fondos públicos.

Algunos dirán que el propósito de un hombre de negocio es ganar dinero y que no necesita brindar explicaciones sobre sus decisiones internas. Esto es realidad en cualquier negocio, pero en el béisbol un propietario también tiene deberes que cumplir con relación al bien o al mal que sus acciones puedan causar a este deporte, aún más cuando el estadio se construyó con fondos de los contribuyentes. En este caso existe una responsabilidad colectiva desde el dueño de los Marlins y los políticos de la ciudad, hasta los fanáticos, anunciantes y el Comisionado de Béisbol.

El pasado lunes, el Comisionado Bud Selig aprobó el megacanje de jugadores entre los Marlins y los Azulejos de Toronto, asegurando que va a seguir de cerca las próximas operaciones del equipo miamense.

Muchos pensaron que luego de tener el estadio y realizar contratos importantes, el propietario de los Marlins se había comprometido seriamente en diseñar una franquicia ganadora. Al parecer, no era realidad. Ocho meses después desmanteló al equipo.

Y no es la primera vez que entre Wayne Huizenga primero y más tarde Loria desmoronan a los peces, es la tercera ocasión en los últimos 15 años.

Tomando en consideración el aporte de los contribuyentes de esta ciudad para construir el nuevo palacio beisbolero, muchos se preguntan si esta última movida ha sido el engaño perfecto.

Larry Beinfest, el presidente de operaciones del equipo, junto con Loria, han utilizado la palabra restructuración para justificar los pasos realizados que abandonan el compromiso de agrupar a un núcleo de jugadores que sean capaces de luchar para ganar campeonatos.

¿Restructuración? No, Beinfest y Loria. Esto es desmantelamiento completo. No importa que hayan traido a dos cubanos que se necesitaban desde hace tiempo y a un pitcher joven venezolano de respetable velocidad, pues la realidad es que Adeiny Hechavarría es un novato de 23 años que actuó en 43 juegos en el 2012 con promedio de .254, Yunel Escobar es un buen jugador sin llegar al nivel de estrella y Alvarez es una figura que está en desarrollo.

¿Acaso Beinfest y Loria no saben cómo se construyen equipos ganadores?

Hay tres formas de hacerlo: pagando por jugadores estelares, desarrollando figuras jóvenes de talento en Ligas Menores y una combinación de las dos anteriores.

Si la idea es desarrollar jugadores jóvenes al estilo de los Rays de Tampa Bay y Atléticos de Oakland, debemos tener presente que este proceso no llega de la noche a la mañana, y si cuando se convierten en estelares como sucedió con Miguel Cabrera y algunos otros que vistieron la franela de los Marlins los envían a otros equipos en busca de otros jóvenes para hablar nuevamente del futuro, entonces esto no es una verdadera restructuración. Esto se llama negocio puro. Y así ha sido la historia de los Marlins, en especial con Jeffrey Loria.

Como ejemplo de lo que se debe hacer para tener una franquicia competitiva tenemos el caso de los Yankees cuando en 1995 debutaron Derek Jeter, Mariano Rivera, Jorge Posada y Andy Pettitte para unirse a Bernie Williams que lo había hecho en 1991.

George Steinbrenner no soltó a estos jugadores cuando se convirtieron en estrellas, los mantuvo y entonces sacó la billetera en busca de otros peloteros estelares como Tino Martínez, Roger Clemens, David Cone, Alfonso Soriano, David Wells y Orlando “El Duque’’ Hernández, formando entre todos ellos una de las más grandes dinastías de la historia. Hacer esto es querer ganar. A esto se le llama amar al béisbol.

El Marlins Park, a pesar de su novedad y belleza, tuvo en la temporada del 2012 un promedio de 27,400 fanáticos por juego y poco más de 2.2 millones. En concurrencia terminó decimosegundo entre los 16 equipos de la Liga Nacional. ¿Qué podría suceder en el 2013 con la novenita que tienen con un nivel de Triple A?

Se dice que con la ayuda de los contratos de televisión y la repartición de ingresos entre los 30 equipos, Loria puede asegurarse cierta ganancia en el 2013.

Es cierto, pero existen varias interrogantes que el propietario de los Marlins debería analizar.

¿Qué pueden hacer los Marlins para asegurar el apoyo de la afición miamense que financió dos tercios de los fondos para la construcción del estadio?

¿Acaso el estímulo para un fanático de los Marlins se va a limitar a los jonrones de Stanton, la velocidad de Alvarez y ver jugar a dos cubanos, uno que está comenzando y el otro que no es figura de taquilla?

¿Creen los Marlins que la mayoría de los fanáticos desean seguir pagando entradas para ver a un equipo sotanero, comer perros calientes y tomar cervezas?.

¿Qué agente libre se puede decidir firmar con un equipo que puede sacarlo de una forma tan bulda?

Loria y Beinfest pudieran argumentar que los nuevos prospectos rendirán dentro de pocos años, pero con el historial que tienen ambos, casi todos piensan que dichos peloteros serían canjeados cuando alcancen el valor que le conviene al dueño del equipo para ganar dinero.

Las entradas a los partidos pudieran verse afectadas para la próxima temporada, los propios anunciantes deben estar analizando abandonar a los Marlins y los nuevos desechar una publicidad que muy pocas personas van a mirar y que no va a vender sus productos. Tampoco faltan aquellos con peores augurios que consideran que el equipo se debe vender y hasta mudarlo a otra ciudad.

La explicación que decenas de miles de personas esperan de Loria es útil y necesaria debido al apoyo que él recibió de los contribuyentes de Miami. Como dicha confianza se ha perdido, la única forma de recuperar la credibilidad es reiterando su compromiso de organizar una franquicia ganadora.

Con un solitario gesto de modestia, el propietario de los Marlins podría restablecer la confianza de los residentes de Miami. En caso contrario, esta comunidad tiene en sus manos algunas herramientas que podría afectar lo que más duele: la billetera.

Los aficionados del béisbol en Miami merecen respeto y una explicación: Jefrey Loria !Tiene la palabra!