Antes de irse de Cuba en busca de su consagración en el mejor béisbol del mundo, Erisbel Arruebarrena ya era un show man de las paradas cortas. En su primer torneo con la selección nacional élite —la última Copa del Mundo, celebrada en Panamá en 2011— paró las gradas del estadio Rod Carew con un engarce en la garganta del campo corto y sacó en primera con ese misil de la mano derecha que aún conserva.

El Grillo había dejado más de una quijada de los aficionados pegada al suelo con sus jugadas espectaculares y le vaticinaban muchos años como titular del campo corto en el Cuba, pero después de su participación en el Torneo Interpuertos de Rotterdam, Holanda (2013), se fue tras el sueño MLB.

Firmó con la organización de los Dodgers de Los Ángeles, pero en la Gran Carpa apenas jugó en 2014, visitó 41 veces el home plate y pegó ocho hits. Su mayor experiencia estuvo en ligas menores.

Esta temporada se convirtió en el primer ex Grandes Ligas que regresa al béisbol cubano, y sus habilidades con el bate y la mano enguantada lo distinguen entre los mejores de su posición y es un aspirante de lujo para la próxima selección nacional.

Juega con los Cocodrilos, aunque le hubiese gustado mucho haberlo hecho con los Elefantes de Cienfuegos, donde tiene su vivienda al lado del estadio 5 de Septiembre; pero cuenta que fue Armando Ferrer, el mentor de Matanzas, quien sí lo ayudó con los trámites. «Aquí me siento como en familia, eso somos en este equipo, una gran familia», dijo en un breve diálogo con JR durante su visita este fin de semana al Latinoamericano.

Sigue teniendo la misma cobertura en su posición, con ágiles movimientos (aunque debe soltar algunas libras de su cuerpo) y precisión en los tiros, una garantía para el cerrojo del cuadro, a lo que suma todo lo aprendido en su tránsito por varios niveles del béisbol organizado.

En la mitad del actual campeonato, Arruebarrena tiene línea ofensiva de .377/.492/.811, con siete palazos de vuelta entera, pega un bambinazo cada 7.6 veces al bate. Como dato que ilustra los ajustes en su swing, en las seis temporadas que jugó en Cuba hasta 2013 necesitaba más de 50 visitas al plato para sacudir un bambinazo.

Su paciencia y disciplina en home le han permitido ahora tomar 15 boletos (de ellos, tres intencionales), o lo que es lo mismo, va caminando para primera una de cada 5.4 comparecencias al bate.

Algunos podrían alegar en su contra que su tasa de ponches es igual que la de bases por bolas, pero El Grillo viene de un béisbol en el cual se prioriza el swing fuerte que produzca extrabases por encima del simple contacto. Allá, poncharse no es un pecado cuando los bateadores pegan muchos jonrones.

—Tu nombre es uno de los que más suena entre la prensa y los aficionados para el equipo del Premier 12.

—Tengo buena condición física, me siento bien al bate y las mismas condiciones a la defensa. Vine a Cuba a jugar el béisbol que siempre he jugado y buscarme un puesto en la selección nacional. Estoy preparándome para el Premier 12 y la olimpiada de Tokio.

—¿Qué es lo que más aplicas de lo aprendido en la pelota profesional?

—La experiencia, la paciencia a la hora de batear. Hay muchas diferencias entre este béisbol y aquel, pero todos los días se aprende algo nuevo.

—Se supone que aquí batees más cómodo, pues el pitcheo cubano es menos exigente…

—Podría parecer más fácil, pues los lanzadores tiran más suave aquí y tienen menos repertorio, pero al principio me costó un poco de trabajo adaptarme, tuve que hacer ajustes en la pretemporada. No obstante, sabía que a la hora de la competencia ya iba a estar en forma.

—Y a Matanzas, ¿lo ves con opciones de ganar el campeonato?