En medio de la euforia generada por una victoria en el parque Guillermón Moncada, JIT conversó con el timonel indómito.
Proviene de la hondura santiaguera, pudiéramos decir…
Nací el 23 de junio de 1975. Soy originario del barrio La Sesenta, uno de los más humildes del municipio Palma. Desde pequeño me acerqué al CVD Cauto, porque siempre me llamó la atención el deporte y particularmente la pelota.
¿Cómo recuerda ese primer contacto con el béisbol?
Ocurrió a los siete años de edad con los profesores Jorge García Clares y Mariano Ramos. Con 11 me decepcioné un poco porque en dos ocasiones me negaron la entrada a la Eide Capitán Orestes Acosta, debido a mi baja estatura. En esa etapa me acerqué a otros deportes como fútbol, lucha y judo, pero mi corazón estaba con la pelota.
¿Cuándo y cómo regresaste al diamante?
A los 15 años. Y más adelante estuve en la academia con equipos juveniles. En 1993 salí campeón nacional de esa categoría.
Concluida aquella etapa ingresé a la Licenciatura en Cultura Física y Deportes, al tiempo que practicaba béisbol y softbol. Era una época difícil para hacer el equipo Santiago de primera categoría, ya que contábamos con una constelación de estrellas encabezadas por Pacheco, Kindelán, Vera, Pierre, Rey Isaac…
Por esa razón, y en el afán de mantenerme activo, decidí acercarme a la “bola blanda” y llegué a ser campeón nacional.
Pero su gran sueño era integrar la inolvidable Aplanadora. ¿Cómo lo logró?
Era un jugador versátil, me desempeñaba en los jardines y el cuadro. Pude integrar el equipo de mayores a base de preparación y disciplina. En 1996 vine a un entrenamiento y obtuve buenos resultados, pero no apostaban por mí debido a la juventud.
Finalmente hice el grado en la temporada 2000-2001, con aquel equipo que se proclamó campeón bajo las riendas de Higinio Vélez. En 2004, desempeñándome como receptor, me lesioné y debí alejarme definitivamente.
¿La lesión hizo que pensaras en una carrera como entrenador?
Sí. De hecho, cuando regresé a Palma Soriano me acerqué a Luis Danilo Larduet y en poco tiempo volví a la novena provincial, pero al frente del área de los jardineros.
Fue difícil porque ser atleta es una cosa muy distinta al rol de entrenador. En los primeros momentos me acerqué a Francisco Escaurido, de quien aprendí mucho. Luego salí a cumplir misión internacionalista en la hermana Venezuela.
Cuéntenos de su experiencia como entrenador fuera de Cuba…
Pasé cuatro años en la tierra de Hugo Chávez, como parte del programa Barrio Adentro Deportivo. Comencé en las categorías infantiles y guardo gratos recuerdos de grandes conocedores del béisbol a esas edades, como Mauro Méndez, Jesús Oyalbe y Leonel Carrión, quienes tuvieron experiencia como profesionales.
Esa etapa resultó vital para mi desarrollo como entrenador. Me dediqué a estudiar, a autoprepararme, a aprender de los profesionales locales y de compañeros cubanos. Asistí a muchas clínicas, conferencias, talleres, me nutría de todo lo que me hacía crecer como estratega.
En Venezuela, en funciones de entrenador, logré ser campeón nacional de las pequeñas ligas. Dirigí equipos juveniles en los Juegos de los Andes y las ligas bolivarianas, y preparé en dos ocasiones a la selección nacional para juegos latinoamericanos.
De vuelta a Cuba…
Regresé en 2008 e inmediatamente me incorporé al combinado deportivo de Palma Soriano. Trabajé con la categoría 15-16 años y luego me incorporé como coach de primera base en la Liga de Desarrollo, nivel en que también alcanzamos lugares meritorios.
En 2010, por razones de salud, sustituí a Carlos Rodríguez en el colectivo técnico del equipo Santiago de mayores que dirigía Alcides Sánchez. En 2014, con Larduet como director, formé parte de las Avispas y me desempeñé como coach de tercera base.
Después vinieron momentos difíciles, pues inexplicablemente me apartaron del plantel y tuve que regresar a Palma Soriano. Ejercí como ayudante de construcción hasta que en 2015, con la reapertura de la Academia Provincial de Béisbol, me incorporé a trabajar con Lizardo Aguilar.
Asumí como preparador general del equipo sub-23 años en la segunda edición. Tuve que buscar muchachos que suplieran la ausencia de quienes se marcharon del país. Así aparecieron, entre otros, los talentosos Ricardo Ramos, Dasiel Sevila y Santiago Torres.
¿Cómo llega a la máxima dirección del Santiago Sub-23?
En 2016 Lizardo Aguilar salió del equipo para cumplir un contrato de trabajo en Italia. Ahí asumí definitivamente la dirección. Estaba muy presionado, pero afortunadamente las cosas salieron bien. Obtuvimos dos campeonatos seguidos, derrotando a Artemisa y Villa Clara en las finales. Esos han sido mis mayores logros como director.
Por eso, precisamente, pude entrar en equipos Cuba que viajaron a Holanda y al Panamericano Sub-23 realizado en Panamá.
El pasado año debutaste como director de las Avispas en la Serie Nacional. Concluyeron séptimos. Ahora están en la segunda fase del torneo y parece posible avanzar a los play off. ¿Cómo asumes tal reto?
Comenzamos a trabajar desde la eliminación en la 58 Serie. Detectamos y analizamos las deficiencias, y a partir de ahí trazamos el plan para rectificarlas. Sin descuidar ningún departamento, hemos hecho hincapié en la defensa y la preparación física y sicológica del grupo.
Desarrollamos topes preparatorios contra Ciego de Ávila, Las Tunas y Camagüey, de gran ayuda para limar los pequeños detalles que a veces definen las victorias.
Jugar con la camiseta de Santiago implica una exigencia grande. El equipo cuenta con algunos experimentados, pero la mayoría son jóvenes con mucho que aprender todavía. El cuerpo técnico trata de transmitir la idea de que jueguen para divertirse, enfocados en su trabajo y nada más.
El objetivo está claro: mejorar la actuación anterior y cumplir con nuestro siempre exigente público.
Este Santiago no depende tanto del bateo de fuerza, sino de jugadas de estrategia y la hermeticidad de sus pítcheres…
A partir de un estudio y del análisis de los jugadores con que contamos nos dimos a la tarea de cambiar la filosofía de juego del equipo. Ya no tenemos los sluggers de otras épocas. Ahora robamos bases y hacemos más jugadas de corrido y bateo. Tenemos buenos bateadores, de promedio principalmente, y la tarea no es pararse en home a dar jonrones.
Trabajar con el sub-23 me permitió identificar las potencialidades de este grupo de atletas. He escuchado decir que los equipos orientales son brutos para jugar pelota, que solo tienen la idea del batazo. Esas afirmaciones están muy alejadas de la realidad.
¿Qué necesitan las Avispas para ganar un campeonato?
Ante todo un gran trabajo de equipo, el famoso team work. Después, demostrar en el terreno todo lo logrado durante la preparación. Pero lo más importante es salir a divertirse, a jugar con alegría, conscientes de que el show lo ponen los peloteros sobre la grama.
Hace nueve años que no estábamos en la “pelea”, así que el primer objetivo se ha cumplido. Ahora estamos listos para competir y toca salir a ganar.