No me gusta hacer leña del árbol caído, pero lo del arbitraje cubano en las series nacionales se merece una fogata al menos. Desconozco de otras situaciones similares esta temporada, pero de seguro han existido varias, igual la del partido final de la subserie Villa Clara-Ciego de Ávila necesita un comentario.
Todo comienza por un pelotazo de Vladimir García luego de dos lanzamientos (uno de ellos strike) al tercer madero naranja Ramón Lunar, históricamente verdugo de los Tigres avileños.
Por si no recuerda o no lo sabe, hace unas cuantas temporadas atrás, fue Lunar recién incluido en line up de Villa Clara quien decidió un play off con home run frente a este mismo lanzador avileño. Años atrás, pero hay heridas que nunca sanan, al menos ese era el criterio de la afición en el Sandino. Puede que sí, pero viendo lo que significa García para Ciego, y costándole la clasificación no creo se prestara para algún tipo de juego del gato y el ratón. No fue un pelotazo intencional, sería una chiquillada demasiado grosera para un pitcher del calibre del moronense.
De tal manera, pareció exagerada la decisión del principal Lorien Lobaina al expulsar sin que le temblara la mano a la principal carta del pitcheo para Roger Machado. Debió hacerle una advertencia, repito, para que el supuesto morbo no llegara al río.
El hecho es que luego de eso, sobrevino el show mayor, García perdió los estribos y con él, su manager Roger Machado, también expulsado. Luego de, el DT avileño retiró a su equipo del campo y amenazó con no seguir jugando.
Minutos después, una llamada milagrosa (¿Higinio Vélez?) hizo que Machado entrara en sus cabales, y jugara bajo protesta. Pero antes al mentor naranja Ramón Moré le habían indicado que si en dos minutos su contrario no salía al terreno se llevaría el partido. Pasaron 28 minutos y la decisión, después de la llamada y de una reunión de árbitros, fue que el juego continuaría y que el principal del partido sería cambiado.
De horror y misterio, ahí vino la protesta de Moré, porque no era lo que se había conversado a priori, ni lo que se entendía en el reglamento. En fin, el juego prosiguió, y Villa Clara barrió a los avileños. ¿La conclusión del show? Pues que los árbitros siguen sin tener autoridad dentro del terreno, ni evidentemente fuera, porque hasta por una llamada telefónica pueden ser destituidos de su tarea del día. Son el eslabón perdido, si desde la capital o cualquier punto X, alguien decide que tu trabajo no sirve, imagínense qué pueden opinar los que están cerca.
Otra vez faltó mesura, tanto para el árbitro, como para el manager, como para el «ejecutor» final. Nada puede mejorar en la pelota cubana si se siguen arropando en decisiones mediocres, esos otros demonios del pasatiempo nacional.
Todo comienza por un pelotazo de Vladimir García luego de dos lanzamientos (uno de ellos strike) al tercer madero naranja Ramón Lunar, históricamente verdugo de los Tigres avileños.
Por si no recuerda o no lo sabe, hace unas cuantas temporadas atrás, fue Lunar recién incluido en line up de Villa Clara quien decidió un play off con home run frente a este mismo lanzador avileño. Años atrás, pero hay heridas que nunca sanan, al menos ese era el criterio de la afición en el Sandino. Puede que sí, pero viendo lo que significa García para Ciego, y costándole la clasificación no creo se prestara para algún tipo de juego del gato y el ratón. No fue un pelotazo intencional, sería una chiquillada demasiado grosera para un pitcher del calibre del moronense.
De tal manera, pareció exagerada la decisión del principal Lorien Lobaina al expulsar sin que le temblara la mano a la principal carta del pitcheo para Roger Machado. Debió hacerle una advertencia, repito, para que el supuesto morbo no llegara al río.
El hecho es que luego de eso, sobrevino el show mayor, García perdió los estribos y con él, su manager Roger Machado, también expulsado. Luego de, el DT avileño retiró a su equipo del campo y amenazó con no seguir jugando.
Minutos después, una llamada milagrosa (¿Higinio Vélez?) hizo que Machado entrara en sus cabales, y jugara bajo protesta. Pero antes al mentor naranja Ramón Moré le habían indicado que si en dos minutos su contrario no salía al terreno se llevaría el partido. Pasaron 28 minutos y la decisión, después de la llamada y de una reunión de árbitros, fue que el juego continuaría y que el principal del partido sería cambiado.
De horror y misterio, ahí vino la protesta de Moré, porque no era lo que se había conversado a priori, ni lo que se entendía en el reglamento. En fin, el juego prosiguió, y Villa Clara barrió a los avileños. ¿La conclusión del show? Pues que los árbitros siguen sin tener autoridad dentro del terreno, ni evidentemente fuera, porque hasta por una llamada telefónica pueden ser destituidos de su tarea del día. Son el eslabón perdido, si desde la capital o cualquier punto X, alguien decide que tu trabajo no sirve, imagínense qué pueden opinar los que están cerca.
Otra vez faltó mesura, tanto para el árbitro, como para el manager, como para el «ejecutor» final. Nada puede mejorar en la pelota cubana si se siguen arropando en decisiones mediocres, esos otros demonios del pasatiempo nacional.