Cuando cayó el último out, que decretó el segundo título para Granma, sentí una percepción de satisfacción y alivio, porque había presenciado un gran espectáculo como colofón de una Serie Nacional de Béisbol aleccionadora. Es el mismo o similar sentimiento que le oído escuchar a muchos otros cubanos: aficionados y expertos.
En la final, el bicampeón mostró la consistencia de un equipo que no vino de paso a los peldaños de privilegio; que sabe recuperarse, guiado por la maestría y experiencia de Carlos Martí. Los Alazanes han logrado reunir un grupo de estelares peloteros, garantía de permanencia en la élite del béisbol cubano.
El subcampeón Las Tunas fue un extraordinario animador del certamen, de principio a fin, protagonista de épicas remontadas; nunca se conformó con lo ya mejor hecho, pero la ansiedad, las fallas en la mecánica de la defensa y corridos de bases les provocaron en el juego conclusivo desacertados momentos, que conspiraron en contra de aún mejores resultados. Experiencia edificante para Los Leñadores y su mentor Pablo Civil, con equipo para mantenerse entre los primeros.
El Campeonato ratificó una gran verdad: Cuando hay entrega y lucha sobre el terreno, el pueblo reacciona. Eso explica por qué las gradas de los estadios se poblaron nuevamente en aquellos lugares donde estaban semivacías y aumentó aún más la presencia en los parques donde los aficionados habían persistido.
Pero no solo eso. La fiebre beisbolera aumentó su temperatura también en las audiencias de la televisión y radio, seguimiento de la prensa escrita, en el decir de la gente por doquier, multiplicación de “las esquinas calientes” y accionar de las peñas en muchas partes del país. Y algo muy importante: me han dicho y yo vi, como en solares, diversos terrenos y otros sitios, más niños blandieron otra vez bates, pelotas y guantes de diversos tipos.
¡Qué bueno, verdad! Es una gran oportunidad que no debe desaprovecharse en pos de rescatar definitivamente lo perdido o que estaba adormecido. El béisbol es una pertenencia de los cubanos; debe volver a bullir nuevamente de forma permanente en todos los rincones del país, como una expresión de identidad, de buen uso del tiempo deportivo y recreación; para que surjan más peloteros de calidad y el espectáculo de la 57 Serie no sea pasajero.
Sin embargo, estas circunstancias favorables no pueden dejarse correr solamente por la espontaneidad. Deben ser encausadas; necesitan atención, dirección, organización, orientación y recursos posibles. Eso le toca a las autoridades locales y particularmente al Instituo Nacional de Deportes, Educación, Física y Recreación (INDER), con sus direcciones deportivas, funcionarios, técnicos, profesores, activistas; en las montañas, zonas rurales y urbanas, en los combinados y sus áreas, en las escuelas. Y en el continuo perfeccionamiento del trabajo en las Escuela Integral de Deporte Escolar (EIDE) y academias.
Falta mucho por andar y hacer para la recuperación total de nuestro béisbol. Es cierto que en la 57 Serie se observaron modestas mejorías en lo técnico, estrategias y en la labor de los árbitros, mas esos importantes factores le deben a la actual pelota cubana. Las fiestas en los estadios podemos mejorarlas con diversas actividades y opciones para los concurrentes, no solo en las series nacionales.
Si tomamos como muestra a Holguín, puede asegurarse que le urge todo dicho, referente a lo que necesita nuestra pelota, obviamente no solo porque el equipo de aquí tuvo mala temporada. El béisbol es como una compleja fábrica de muchos eslabones y de producción continúa. Los holguineros claman para que su deporte favorito tenga en todas partes la atención necesaria; se juegue continuamente y surjan muchos peloteros que emulen con Yordan Manduley, Luis Ángel Gómez, Yunior Paumier y Geidy Soler, quienes muy bien nos representaron en la segunda etapa de la Serie y los play off.
En la final, el bicampeón mostró la consistencia de un equipo que no vino de paso a los peldaños de privilegio; que sabe recuperarse, guiado por la maestría y experiencia de Carlos Martí. Los Alazanes han logrado reunir un grupo de estelares peloteros, garantía de permanencia en la élite del béisbol cubano.
El subcampeón Las Tunas fue un extraordinario animador del certamen, de principio a fin, protagonista de épicas remontadas; nunca se conformó con lo ya mejor hecho, pero la ansiedad, las fallas en la mecánica de la defensa y corridos de bases les provocaron en el juego conclusivo desacertados momentos, que conspiraron en contra de aún mejores resultados. Experiencia edificante para Los Leñadores y su mentor Pablo Civil, con equipo para mantenerse entre los primeros.
El Campeonato ratificó una gran verdad: Cuando hay entrega y lucha sobre el terreno, el pueblo reacciona. Eso explica por qué las gradas de los estadios se poblaron nuevamente en aquellos lugares donde estaban semivacías y aumentó aún más la presencia en los parques donde los aficionados habían persistido.
Pero no solo eso. La fiebre beisbolera aumentó su temperatura también en las audiencias de la televisión y radio, seguimiento de la prensa escrita, en el decir de la gente por doquier, multiplicación de “las esquinas calientes” y accionar de las peñas en muchas partes del país. Y algo muy importante: me han dicho y yo vi, como en solares, diversos terrenos y otros sitios, más niños blandieron otra vez bates, pelotas y guantes de diversos tipos.
¡Qué bueno, verdad! Es una gran oportunidad que no debe desaprovecharse en pos de rescatar definitivamente lo perdido o que estaba adormecido. El béisbol es una pertenencia de los cubanos; debe volver a bullir nuevamente de forma permanente en todos los rincones del país, como una expresión de identidad, de buen uso del tiempo deportivo y recreación; para que surjan más peloteros de calidad y el espectáculo de la 57 Serie no sea pasajero.
Sin embargo, estas circunstancias favorables no pueden dejarse correr solamente por la espontaneidad. Deben ser encausadas; necesitan atención, dirección, organización, orientación y recursos posibles. Eso le toca a las autoridades locales y particularmente al Instituo Nacional de Deportes, Educación, Física y Recreación (INDER), con sus direcciones deportivas, funcionarios, técnicos, profesores, activistas; en las montañas, zonas rurales y urbanas, en los combinados y sus áreas, en las escuelas. Y en el continuo perfeccionamiento del trabajo en las Escuela Integral de Deporte Escolar (EIDE) y academias.
Falta mucho por andar y hacer para la recuperación total de nuestro béisbol. Es cierto que en la 57 Serie se observaron modestas mejorías en lo técnico, estrategias y en la labor de los árbitros, mas esos importantes factores le deben a la actual pelota cubana. Las fiestas en los estadios podemos mejorarlas con diversas actividades y opciones para los concurrentes, no solo en las series nacionales.
Si tomamos como muestra a Holguín, puede asegurarse que le urge todo dicho, referente a lo que necesita nuestra pelota, obviamente no solo porque el equipo de aquí tuvo mala temporada. El béisbol es como una compleja fábrica de muchos eslabones y de producción continúa. Los holguineros claman para que su deporte favorito tenga en todas partes la atención necesaria; se juegue continuamente y surjan muchos peloteros que emulen con Yordan Manduley, Luis Ángel Gómez, Yunior Paumier y Geidy Soler, quienes muy bien nos representaron en la segunda etapa de la Serie y los play off.