La historia no contada de Lázaro de la Torre

“A mí me gusta trabajar, cuando no tengo nada que hacer me siento mal”, nos dice un hombre diseñado para laborar arduamente y desafiar las altas temperaturas cubanas. A cualquier hora se le observa preparando a sus discípulos o maquillando el verdor de su casa, el estadio 50 Aniversario de Plaza de la Revolución, situado entre el Teatro Nacional y el Ministerio de la Construcción. Sí, no fue un lapsus al momento de redactar esta entrevista: Lázaro de la Torre Armenteros, el merecidamente llamado Brazo de Hierro de la Capital, uno de los serpentineros más dispuestos y con los testículos mejor colocados de la pelota cubana, gloria de nuestro deporte, vive en un estadio de pelota desde hace un buen tiempo. “Hace como 13 años están con el lío de la casa y aparecen para todos menos para mí”, expresa el sanmiguelino, oriundo del Diezmero y próximo a cumplir 59 años.

De la Torre, en el mismo instante en que nació, contrajo nupcias vitalicias con la pelota, a tal punto, de que hace poco le ofrecieron 142 000 dólares, y sin importarle su falta de vivienda, destinó esa cantidad de dinero al desarrollo deportivo de sus alumnos. Necesita que el béisbol le corra por sus venas, puede prescindir de la sangre, pero sin la pelota no responde por su vida. Es un hombre, que sin conocerlo en persona, te intimida involuntariamente, te hace sentir bajo un manto de amenaza del que no pareces salir nunca por su carácter recio y puede que hasta molesto. Pero pasan los minutos y va entrando en confianza, lo que en un principio fue rígido, ahora se convierte en charla amena y se le escapan seguidamente risas, muchas risas y frases como “creo que soy el único negro que no sabe bailar, ni tocar un instrumento”.

Es puntero en muchos de los departamentos del pitcheo posterior a 1959. En 20 Series Nacionales, que pudieron ser 25 o más, acumula balance de 208 ganados y 139 perdidos, válidos para un promedio de .599; propinó 26 lechadas, 1713 ponches, le conectaron sus contrarios un average de 252 y exhibe promedio de carreras limpias de 3.30. Libra por libra, es de lo mejor que ha pisado un box en Cuba, inexplicablemente navegó con la mala dicha de no caer bien a la hora de conformar las selecciones nacionales, pero tiene como principal arma, más que una recta dominante o un exquisito control, el arma de decir las cosas por su nombre, sin medias tintas, sus palabras son de tan transparente un cristal.

¿Cómo llegas al béisbol?

“Considero que yo fui pelotero siempre, pero empecé a jugar organizado cuando mi mamá me becó con ocho años, porque yo era ´la candela´, siempre estaba en problemas como defensor de los pobres y todavía soy así. Empecé el servicio militar con 14 años y salí con 17, y entonces hago más hincapié en la pelota allá, en los terrenos del Cotorro, además de ser alumno aventajado de Ronaldo Veitía en judo y kárate”.

Lázaro, háblanos de tus dos grandes debuts: en Series Nacionales y con el traje de las cuatro letras.

“Yo jugaba short stop, center field y primera base, pero un día me pusieron a lanzar y quedé como el mejor pitcher de la segunda categoría, en un momento en que la capital estaba carente de este tipo de jugadores. Pasé los diferentes niveles y aquí, en este terreno, me hice lanzador con el legendario Andrés Ayón, hasta que debuté con Metropolitanos, equipo con el que gané cinco y perdí tres, luego integro un equipo a la Serie Selectiva y triunfo en siete juegos sin derrotas con Roberto Ledo como director. También la primera vez que se otorgó la Copa José Antonio Huelga me la dieron a mí.

“Después me invitan a la preselección nacional, ya había escalado todos los peldaños para llegar allí. Se habló de un viaje a Curazao, pero en definitiva no ocurrió. Al año siguiente no estuve bien, pero ya al tercer año sí senté cátedra en los equipos nacionales, a pesar de que nunca me llevaron a Campeonatos Mundiales ni a Juegos Olímpicos. Mi premier ocurrió en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982, donde quedé champion pitcher del torneo, al culminar como mejor lanzador derecho del Todos Estrellas.

“Me mantuve mucho tiempo entre los punteros y en las preselecciones cuando se mencionaba mi nombre, rápidamente de una forma u otra se olvidaban de mí. En los años de Juegos Olímpicos siempre tenía buenos números, sin embargo, nunca me llevaban. Además, en las preselecciones nacionales era de los pocos a los que no les caían a palos, pero no hacía el grado. Así estuve hasta que me sacaron de la pelota injustamente, cuando me sentía en tremendas condiciones”.

Más sobre eso, porque muchas personas piensan que tú te retiraste, cuando no fue así.

“En el debut de Rey Vicente Anglada como director de Industriales considero que lo hice bien. La temporada siguiente Anglada continuó al frente de los azules, pero me sacaron del equipo con la justificación de que sacarían a los viejos. Es cierto de que tenía aproximadamente 44 o 45 años, pero todavía seguía ganando partidos y contribuyendo a mi novena. Las personas piensan que me retiré y no es así, a mí me separaron, me excluyeron, pero la realidad es que nunca me han retirado oficialmente.

“Si yo hubiese seguido jugando, yo fuera el pitcher más ganador del béisbol cubano. Entonces después de dos o tres años me pasaron para Metropolitanos, que no era el mismo de los años 70 u 80 que quedaban por arriba de Industriales y eso provocó que mis récords se afectaran”.

Pero ese momento estuvo antecedido por otro episodio igual de gris…

“En el primer año de Pedro Medina como director de Industriales me dijeron que yo no iba a estar y así fue. Tony Castillo, en aquel momento Comisionado Provincial, me llamó y me dijo que alguien no me quería en el equipo. Al año siguiente aparece un escrito de Reinaldo González, presidente del INDER en aquel tiempo, diciendo que yo y otros peloteros estábamos contratados en Colombia, cuando yo estaba leyendo el periódico en un agro, lugar donde trabajaba en Cuba. Entonces me enteré que yo o un doble mío andaba por Colombia, para que tú sepas como fue aquello. Pero esas son cosas insignificantes que no pueden obstaculizar mi agradecimiento por la Revolución.

“Cuando me botaron de la pelota cubana, lancé en la segunda liga del béisbol japonés y en los tres años que estuve fui el pitcher que más juegos ganó, que nadie te haga un cuento, fui alguien temido y también en Nicaragua. Entonces cómo es posible que con esos resultados me echen a un lado. No obstante a eso, regresé con más de 40 años y fui uno de los puntales de Industriales, lo que te demuestra que hubiese alcanzado más victorias en esas temporadas en que pasaron de mí. Yo no solo fui El brazo de hierro, sino mente de hierro también.

“Muchos me critican que porque yo no me fui, que hoy podría ser millonario. Pero mi mayor regocijo es ir por la calle y que digan ´mira ese es de La Torre, ese tipo es el salvaje´. Hoy se hace una encuesta en la capital y yo salgo como manager de los Industriales, pero las autoridades no me quieren porque dicen que soy muy recio. Y anteriormente decían que yo no había dirigido nunca, pero si Javier Méndez y Lázaro Vargas tampoco lo hicieron. Y sí me gustaría mucho dirigir a los Leones de la capital, porque fue mi equipo y por tratar de levantar el béisbol en La Habana”.

Es imperdonable ignorar ese play off contra Pinar del Río que te inmortalizó.

“Estábamos perdiendo esa serie por 0-2 y le dije a Apolinar que marcara el terreno que Industriales regresaba al Capitán San Luis. Pero sucedió un hecho del que casi nunca hablo, pues en la guagua en la que veníamos para La Habana algunos compañeros se expresaron un poco mal, cuando dijeron que querían que se acabara ya el play off. Fue entonces que me paré y les dije que les informaran a sus mujeres que prepararan los maletines porque en el Latino iba a pitchear Lázaro de la Torre Armenteros todos los juegos y todos los iba a ganar y así fue.

“Les gané a José Ariel Contreras y a Pedro Luis Lazo y viramos para Pinar del Río. De no haber sido por la sacrolumbagia que me aquejó, nosotros hubiéramos triunfado”.

Dos momentos inolvidables de tu carrera deportiva: uno bueno y el otro malo…

“He tenido varios momentos buenos. Recuerdo el Torneo José Antonio Huelga que se celebró en Ciego de Ávila, en el que participaron dos equipos Cuba: el A y el B. Yo integraba el B y le gané el juego crucial al conjunto principal cubano, luego de que Buenafé Nápoles abriera y explotara en el tercero y yo lo relevé y me mantuve durante 14 entradas hasta el inning 17 cuando se acabó el partido.

“Otro momento que me engrandeció, fue ese play off contra Pinar del Río del que te hablé, también en Japón que casi lanzaba todos los días, igualmente en Nicaragua, en mi segundo año allí que lancé con el equipo de León, pitcheé los siete juegos suspendidos que tenía el conjunto y todos los gané. Esa hazaña también la repetí en una Serie Selectiva.

“El momento más malo fue cuando me sacaron de la pelota, aquella ocasión en que yo ganaba y ganaba con 43 años”.

Entre tantos directores que tuviste, ¿con cuál te quedas?

“Eso es muy difícil, porque tengo muchos buenos recuerdos de Roberto Ledo, Pedro Chávez, Ayón, Pineda, que es a quien escogiera si me presionaran, pero creo que sería injusto”.

En el hipotético caso de que en tus manos esté una solución para mejorar el béisbol cubano o una parte de él, ¿qué tú propondrías?

“Ante todo algo que para mí es ley: darle oportunidades a los jugadores que de verdad se lo ganaron. Crear una dinámica de entrenamiento en los equipos similar a la que hacía yo, sobre todo en el área de los lanzadores, para que salgan figuras igual o superiores a mí, o igual o superiores a Jorge Luis Valdés, Pedro Luis Lazo, Rogelio García, Reinaldo Costa, Omar Ajete, Changa Medero, Manuel Alarcón, Conrado Marrero o ese señor pitcher llamado Braudilio Vinent. Hay que trabajar con los lanzadores, tal vez no te tiran más de 90 millas, pero hay que enseñarlos a lanzar, allí está el quid del asunto.

“Hoy se han empecinado en que los serpentineros tiren cambios, curvas o rompimientos, cuando ni siquiera tienen dominio del envío principal que es la recta. Hacen falta entrenadores que salgan a buscar los talentos como en los tiempos de antes, en que sin carros ni recursos iban a los lugares más intrincados en búsqueda de prospectos, como hizo Jorge Trigoura conmigo, que fue hasta Santa María del Rosario. Hace falta trabajar y no ser vago”.

¿Consideras que ese temperamento fuerte, caliente y explosivo que tienes te sirvió para ser mejor pelotero, mejor persona?

“Considero que sí, porque ahora mismo vengo de resolver un problema personal gracias a mi nombre y a la persona que soy. Si yo fuera ese chocador, conflictivo como me han puesto muchos, me dieran de lado y desearían que me embarcara, cuando eso no ocurre. Si yo fuera un indeseable no me hubiesen dado mil atenciones cuando fui a almorzar hace un rato a una paladar, en la que no me querían cobrar. A cualquier lugar que voy ocurre eso, entonces qué piensas al respecto”.

Teniendo en cuenta que eres uno de los mejores lanzadores que ha pasado por la pelota cubana, ¿consideras que has sido bien atendido cual gloria del deporte cubano que eres?

“No he sido atendido ni regular. Últimamente se han acordado un poquito de mí, pero no a la altura de lo que merezco, a la altura de mis resultados. Todo el que me conoce o ha escuchado de mí sabe que me dedico por completo a la obra que estoy haciendo y quiero que las cosas salgan siempre bien, no tengo lugar para acciones mal realizadas. Mientras tenga salud, seguiré así. Este equipo de Plaza de la Revolución lo cogí en el lugar 16 y actualmente somos el elenco a derrotar, pues desde hace seis años que llevo aquí hemos discutido el campeonato tres veces”.

Has dotado a tus jugadores de una serie de recursos importantes para el buen desenvolvimiento en un terreno, como guantillas, bates, guantes, pelotas, maletines, trajes y hasta una jaula de bateo, ¿cómo has conseguido eso?

“Tengo un amigo japonés, Katsuhiro Izata, que coincidió conmigo cuando yo jugué en su país de 1996 a 1998, y que su familia es bien posicionada económicamente hablando. Hicimos una gran amistad, que se perdió cuando desaparecieron esas contrataciones. Pero en el 2015 él hizo un viaje a Cuba y quiso ver a las personas que jugaron con él, es decir, Lázaro Junco, Lourdes Gourriel y yo. Él vio que yo tenía una Academia aquí y me dijo cuando me invitó a Japón que deseaba comprarles una serie de cosas a los muchachos para su mejor desarrollo.

“En una de las conversaciones que tuvimos le expliqué que todo ese dinero que me iba a regalar, yo lo quería destinar para desarrollar el béisbol en mi país, porque ese siempre ha sido mi sueño, mejorar o rescatar la pelota cubana. Entonces los 142 000 dólares los dediqué a traerles un grupo de necesidades a mis alumnos para su progreso deportivo. Tenemos ahora un proyecto para realizar una Academia de béisbol nacional en la que no pondremos un quilo y nos beneficiará mucho.

“A raíz de la visita de Abreu y compañía a Cuba, se realizaron varias clínicas y Joe Torres dijo que a él le gustó más la efectuada en este terreno 50 Aniversario por su organización. Esa es la huella del sacrificio.