De seguro no había sucedido jamás, y es posible que demore bastante en volver a ocurrir. Tal vez pase como con el cometa Halley, que se tarda 76 años entre una visita y la otra. O quizás no se repita nunca, a la manera de los triunfos en Serie Mundial de los Cachorros de Chicago.
Lo cierto es que, cumplido un mes de temporada en Grandes Ligas, Cuba ostenta la triple corona de bateo. Rectifico: la Triple Corona de Bateo, así, en altas y bajas, que definitivamente la proeza las exige.
No se trata de suerte de principiante, ni de conjugación propicia de los astros. No es milagro. Cuando ya los bateadores acumulan más de 150 comparecencias al cajón, Alexei Ramírez es el líder en promedio de la Liga Americana, y en ese mismo circuito hay un novato, José Dariel Abreu, que manda en impulsadas y jonrones.
El pinareño ha tenido su mejor arrancada desde que viste el uniforme de los Medias Blancas. Un average de .340, combinado con slugging de .513, OPS de .880 y 26 carreras empujadas en la parte baja del line up, no son cosa de juego, ni conquista al alcance de alguna mano torpe.
Mientras tanto, Pito Abreu va camino de lidiar hasta el último día por el premio al mejor debutante. Queda mucha campaña todavía y deberá vencer la oposición de personajes como el japonés Tanaka, pero nadie le puede negar el derecho a soñar, ni negarnos la posibilidad de que soñemos.
El gigante de Cienfuegos ha mandado 13 Rawlings por encima de los límites del parque –más que todos los peloteros de la MLB, incluyendo la Liga Nacional-, es segundo en slugging (.616), y sus 37 impulsadas aventajan a varios de los sheriffs del planeta beisbolero, llámense Miguel Cabrera, Albert Pujols o Adrián González.
Aclaro: no es la primera vez que los cubanos tienen la Triple Corona en esta temporada. Antes, Dayán Viciedo estuvo a la vanguardia de bateo, Alexei fue su escolta, y Abreu ya monopolizaba las fletadas y los cuadrangulares. Sin embargo, eso fue cuando los jugadores apenas sumaban 50 apariciones en home plate, poco más, poco menos. Hasta ese momento, lo que ocurría podía ser calificado como un mero golpe de fortuna. Ahora es diferente.
El campeonato consumió su quinta parte, y todavía “los míos, mis campeones”, persisten en la sala de máquinas del tren. Ganen o no al final tan cotizados premios de tipo individual, ya merecen el aplauso más sincero por ponernos el nombre de Cuba en lo más encumbrado de la pelota universal.
Lo cierto es que, cumplido un mes de temporada en Grandes Ligas, Cuba ostenta la triple corona de bateo. Rectifico: la Triple Corona de Bateo, así, en altas y bajas, que definitivamente la proeza las exige.
No se trata de suerte de principiante, ni de conjugación propicia de los astros. No es milagro. Cuando ya los bateadores acumulan más de 150 comparecencias al cajón, Alexei Ramírez es el líder en promedio de la Liga Americana, y en ese mismo circuito hay un novato, José Dariel Abreu, que manda en impulsadas y jonrones.
El pinareño ha tenido su mejor arrancada desde que viste el uniforme de los Medias Blancas. Un average de .340, combinado con slugging de .513, OPS de .880 y 26 carreras empujadas en la parte baja del line up, no son cosa de juego, ni conquista al alcance de alguna mano torpe.
Mientras tanto, Pito Abreu va camino de lidiar hasta el último día por el premio al mejor debutante. Queda mucha campaña todavía y deberá vencer la oposición de personajes como el japonés Tanaka, pero nadie le puede negar el derecho a soñar, ni negarnos la posibilidad de que soñemos.
El gigante de Cienfuegos ha mandado 13 Rawlings por encima de los límites del parque –más que todos los peloteros de la MLB, incluyendo la Liga Nacional-, es segundo en slugging (.616), y sus 37 impulsadas aventajan a varios de los sheriffs del planeta beisbolero, llámense Miguel Cabrera, Albert Pujols o Adrián González.
Aclaro: no es la primera vez que los cubanos tienen la Triple Corona en esta temporada. Antes, Dayán Viciedo estuvo a la vanguardia de bateo, Alexei fue su escolta, y Abreu ya monopolizaba las fletadas y los cuadrangulares. Sin embargo, eso fue cuando los jugadores apenas sumaban 50 apariciones en home plate, poco más, poco menos. Hasta ese momento, lo que ocurría podía ser calificado como un mero golpe de fortuna. Ahora es diferente.
El campeonato consumió su quinta parte, y todavía “los míos, mis campeones”, persisten en la sala de máquinas del tren. Ganen o no al final tan cotizados premios de tipo individual, ya merecen el aplauso más sincero por ponernos el nombre de Cuba en lo más encumbrado de la pelota universal.