Pues sí señor, otro revés en extrainning. El tope Cuba-Estados Unidos ya favorece peligrosamente al bando norteamericano, que ha tenido superior actitud en los momentos de presión añadida y suma ahora diecisiete victorias contra tres fracasos en su etapa de preparación.

Esta vez fue en Nebraska. Parecía que la oportunidad se pintaba solita para el triunfo cubano, toda vez que éramos home club, en la lomita estaba Freddy Asiel y nuestra alineación lucía más armónica y amenazante. En fin, mejor.

Tres buenos zurdos en fila –Chirino, Sánchez y José Miguel- parecían en condiciones de servirle la mesa a las muñecas de Tomás y Yulieski. Detrás de ellos, el también siniestro Edilse Silva taponaba debidamente el eje del ataque, y cerraban la fila otros tres hombres de cuidado: Paumier, el máscara Quintana y Manduley.

Pero volvimos a ser presa del pitcheo veloz. Ese que raramente vemos, acostumbrados como estamos a recticas de 85 millas. El supersónico Luke Weaver maniató a la tanda nacional durante el primer tercio, y la afición del Werner Park comenzó a darse cuenta de que “we can repeat it”, porque lo sucedido el día antes no era un “dream”.

En la loma antillana, Freddy Asiel despachó contrincantes con ese arte suyo para lucir inmenso incluso cuando no lo está. Pero el fantasma del error volvió a posarse sobre la chamarreta del equipo cubano, y el derecho de Corralillo vio cómo, inmerecidamente, le anotaban par de veces.

El empate se quebró en la cuarta entrada, cuando un wild y un passed ball adelantaron a Kyle Schwarber hasta llevarlo al plato con un simple roletazo. Como el jueves, la receptoría volvía a ser el punto flaco del armado defensivo, y Estados Unidos pisaba la goma sin conectar de hit en el capítulo.

(No obstante, ojo: Lorenzo Quintana es de esa clase de catchers que exigen a batazos su puesto en la titularidad. Mediocres para mascotear, son capaces de todo con el madero en ristre, y a los mentores se les hace muy difícil prescindir de sus servicios. Pasó así con el Pedro Luis Rodríguez de los últimos años. Pasa así con el incombustible Joe Mauer, y con Víctor Martínez. Nada nuevo).

En la parte baja del mismo episodio, Cuba se fue arriba tras ligar un error sobre la conexión de Tomás, doblete de Yulieski, boleto intencional a Edilse, elevado al central de Paumier y hit del propio Quintana. Pero otra pifia, esta vez sobre un rodado por segunda con vitola de doble matanza, abrió las puertas del empate a los norteños.

Como si se tratara del reprise de una película, el abrazo persistió más allá de los límites normales del partido, y hubo que recurrir de nuevo a Schiller y su invento para catalizar las decisiones. Y de nuevo, por tercera oportunidad consecutiva, los cubanos dejaron de anotar con dos hombres en el circuito y cero out: tocó bien José Miguel, mas fallaron el cuarto y quinto bates. Lo ha dicho Víctor Mesa en varias ocasiones: se nos hace difícil conectar el hit bueno.

“Lo que no haces, te lo hacen”, dice el axioma deportivo. Y así fue, porque en la parte alta de ese inning, el rival no había perdonado. Como en el Clásico, ante Holanda, todo se decidió con un fly de sacrificio a costa de un envío de Diosdany Castillo. Fin del cuento.

Ellos 2-Nosotros 0.

Positivo: La autoridad de Freddy Asiel no le flaquea. Negativo: La defensa hace aguas, y siempre nos cuesta. Preocupante: Nos roban con impunidad. Incomprensible: Van tres ceros seguidos en extrainning, pese a la ventaja ofensiva que concede el reglamento.

Sin mas por ahora.