Fue una tarde de domingo de enero de 1994. Presenciaba, en el Palco de Invitados del estadio José Ramón Cepero, un juego entre Isla de la Juventud y Ciego de Ávila. En las postrimerías del encuentro, Mario Salas, mentor de los anfitriones, se acerca a la zona donde también estaba sentado un jovencito —a dos asientos del mío— y le dice: "vístete, vas a batear detrás del hombre en turno".

El muchacho salió disparado. Solo transcurrieron unos minutos para verlo ajustándose el cinto y la gorra. No creí que pudiera concentrarse mucho ante el lanzador, que era, nada menos que Carlos Yánez. Entregó el out en rolata a primera.

Yo, que fui testigo de ese hecho, no supe, hasta ahora, después de casi 20 años, que ese fue el debut en la caja de bateo de Isaac Martínez Dorta, un jugador que, dicho sea de paso, no tuvo el "Ángel" de la prensa ni de los directivos del béisbol cubano.

—En esa época, los directores, cuando el equipo era el home club, podían dar alta a jugadores de la Liga de Desarrollo sin tener que consultar con la Comisión Nacional. Ese día, no tuve tiempo ni de pensar que debutaba en Series Nacionales.

—Pero ese año promediaste 326 y estuviste discutiendo la condición de Novato del Año...

—Yo había estado muy bien en la Liga de Desarrollo y en los dos últimos campeonatos nacionales de la categoría juvenil, en los cuales promedié por encima de 300. Pensé que iba a tardar más en adaptarme a un pitcheo superior. Y mira tú.

—Por aquellos tiempos no jugabas cuando el lanzador contrario era zurdo. ¿Estás de acuerdo con esa teoría?

—Siempre que me invitan a hablar del tema, respondo con esta propuesta: hagamos que un buen bateador derecho solo enfrente durante toda una campaña a lanzadores zurdos. Cuando tenga unas 100 comparecencias al plato, pongámoslo a batear ante derechos. Y ya me dirán si se les hace fácil o difícil. En resumen, no creo beneficioso "sentar" a los zurdos cuando tengan de rival a un lanzador de la mano equivocada.

—¿No te parece que fuiste poco beneficiado por la prensa y hasta por los propios técnicos durante tu carrera deportiva?

—Nunca he pensado en eso. Aprendí desde que me inicié en el béisbol que cada quien debe hacer su trabajo. Si nunca me expulsaron de un juego de pelota fue, precisamente, porque me propuse siempre respetar la labor de los demás y ser más crítico con la mía. Si los periodistas escribieron o hablaron poco de mí es algo que, en su tiempo, ellos, o los demás, valoraran. No tengo que enjuiciar tampoco a los entrenadores que, por mi baja estatura, o por lo que fuera, no confiaron suficientemente en mí. Ni periodistas ni técnicos tuvieron nada personal contra mí. No creo que ellos quisieran hacer un mal trabajo.

—Un aficionado, hace poco me dijo: Si Isaac Martínez hubiera jugado con Industriales, ahora se le conociera como "el hombre de Winnipeg", por aquel memorable jonrón ante Estados Unidos. Aludía a que Pedro Medina, disparó también un cuadrangular ante los gringos y pasó a la historia como "el hombre de Edmonton".

—Lo mismo que te dije anteriormente. Él conectó su jonrón y yo el mío. Lo de la repercusión no está en mis manos variar.

Por cierto, estuviste a punto de no hacer el equipo a esos Juegos Panamericanos de Canadá en 1999...

—Iba a ser una tremenda injusticia. Yo había promediado 667 en los juegos de preparación. De verdad que estaba en un momento de excelente forma deportiva. Había otros jaradineros de gran nivel como Luis Ulacia, Javier Méndez, Roberkis Videaux y Daniel Lazo.

Pero yo estaba que "cortaba". Mucho tiempo después supe que el mismísimo Fidel, cuando conoció que yo no estaba entre los elegidos, aconsejó que en una serie tan corta era vital llevar a los atletas que mejor estuvieran. No lo hice quedar mal, pues promedié 409 y fui seleccionado el jardinero derecho del "Todos Estrellas" de la competencia.

—Te correspondió jugar en una época en la que abundaban buenos tiradores, como son los casos de Ormary Romero, Norge Luis Vera, Pedro Luis Lazo, Faustino Corrales y José Ariel Contreras, por solo nombrar algunos. ¿Cuál de ellos te resultaba más difícil de batear?

—Todos ellos fueron bien incómodos de conectar, pero a mí me resultaba casi imposible batearle a José Ibar. Tenía un lanzamiento extraño que nunca pude descifrar.

—¿Con qué director te sentiste mejor?

—No es que rehúya la respuesta, pero no tuve problemas con ninguno. Se lo puedes preguntar a todos. No obstante, por ser mi entrenador desde las categorías escolares, yo llegué a querer como a un padre a Onesio León, quien luego fue también mentor de Los Tigres.

—¿No piensas que fue algo prematuro tu retiro y que podías batear con facilidad el pitcheo actual?

—Decir adiós no es fácil, sobre todo si se trata de lo que uno quiere, pero hay que saber decir adiós. Y en verdad yo no me he ido del béisbol. Sigo aquí, como entrenador en la Academia Provincial.

Esas no fueron las palabras finales del diálogo con Isaac Martínez. Cuando cerré la agenda y le tendí la mano, atinó a decirme: "Uno no logra nunca irse de todo esto". Y señaló hacia la jaula de bateo, los guantes y los bates.