Seguimos en las mismas, o peor. Dónde está el respeto al Movimiento Deportivo, al béisbol, a peloteros, directores y, sobre todo, al público (aficionados) por quienes deben hacerlo. No hay que decir nombre, porque desconozco, pero quién pudo divulgar tal información, porque tal decisión se realizó entre pocos, a puertas cerradas. Seguimos de mal en peor, enfatizo.
Quienes aseguran entregarlo todo por el bien del deporte nacional son los primeros en caer en tales ofensas. La divulgaron primero en Pinar del Río, y luego la dijeron en una reunión. ¿Hace falta ser adivino?
Aunque a muchos le pesen, Víctor Mesa es y será una Gloria del Deporte cubano, de mucho prestigio, aunque no pocos de mala voluntad quisieran lo contrario.
Víctor no es perfecto, como no lo es cualquier persona, todos cometemos errores, pero hay quienes se empeñan en ver los defectos de aquellos que les aventajan en prestigio y conocimientos. Estos sufren, porque ese mal no se erradica con nombramientos ni sentencias.
Víctor seguirá con los Cocodrilos de Matanzas, tercer lugar en la 55 SNB, y cuando termine, tras dos años más, según dijo, seguirá de asesor y buscador de talentos. Esta última obra para bien del béisbol. Quien cultiva buena semilla, cosechará sus frutos.
No pocos peloteros de toda Cuba agradecen cuanto él hizo por ellos. Y confieso, no soy amigo de la Explosión Naranja, solo soy sincero, honesto, y rechazo tanta maldad, odio y desatino por quienes solo siembran árboles de tempestad, por lo que recogerán soledades.
El béisbol y los aficionados merecen lo mejor. La envidia y el odio corroen el alma, y se impone eliminar ambos sentimientos.
Lo que urge es cosechar peloteros, buscarlos, y prepararlos para que sigan brindando un lindo espectáculo.
El villaclareño-matancero Víctor Mesa, reitero, es grande, como muchos otros, vale citar: Antonio Muñoz, Wilfredo y Fernando Sánchez, Lázaro Junto, Rey Vicente Anglada, Jorge Luis Valdés, Germán Mesa, José Antonio Huelga, Antonio ‘Ñico’ Jiménez, Pedro Medina y Manuel Alarcón. Entre nosotros unos, y otros que partieron y viven en eterno recuerdo, pero, en general, dignos de todo su pueblo.
Es el mismo Víctor Mesa de cuando fue jugador y defendía las franelas de Villa Clara, Azucareros y del CUBA. Siempre fue igual. Aquellos que un día lo aclamaron y aplaudieron por sus espectaculares jugadas en el jardín central, robo del home o el batazo oportuno, ahora lo rechazan. Es incongruente.
Hay quienes juegan a pasar al olvido definitivo, y la vida los complacerá, otros solo requieren pronunciar sus nombres para el elogio, que no es complacencia ni lisonja compasiva, sino apreciar cuanto valen y, con justicia, reconocerlos. Los aficionados no olvidan los desatinos voluntarios.