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Noticias sobre el béisbol cubano

¿Apagafuegos o lanzallamas?

BiyaklaraEnviado por: 

Fuente: www.granma.cu
¿Apagafuegos o lanzallamas?
Ustedes dirán que volvemos a las andadas con un análisis del pitcheo de relevo. Sin embargo, además de considerarlo un tema inagotable, con la terminación de la 53 Serie Nacional de Béisbol las estadísticas finales nos ofrecen un sinnúmero de posibilidades para profundizar en uno de los aspectos deficitarios de este deporte.

No hay dudas —y muchos lectores han escrito a nuestro periódico sobre el particular—, de que los relevistas, ya sean intermedios, acomodadores, cerradores y taponeros (con tantos nombres se les catalogan), no son utilizados con acierto. La escena de traer a un nuevo lanzador con el agua al cuello (bases llenas, sin o con un out, y un buen bateador en el home) se ha popularizado de tal forma que ya causa extrañeza cuando no sucede así y su aparición coincide con el inicio de una entrada.

En nuestro auxilio llegan las estadísticas confeccionadas por Yirsandy Rodríguez, que publicamos junto a este trabajo. Y en un vistazo, lo primero que salta a la vista es el alto promedio de bateo rival a costa de los relevistas: 272, superior en 11 unidades al de los abridores. Lo mismo acontece cuando comparamos el promedio de carreras limpias: 4,06 los apagafuegos por 3,63 los encargados de abrir las acciones del juego.

Vale la pena extendernos en lo referente al promedio de carreras limpias (PCL) de los apagafuegos. En múltiples oportunidades un monticulista traído del bullpen entra con más de un corredor en circulación y permite un batazo que remolca anotaciones que, en muchos casos, resultan decisivas. Después cuelga uno o más escones y su promedio permanece intacto, 0,00, porque las carreras se le cargan al pitcher que dejó a los adversarios en las almohadillas.

Existe desde hace un tiempo un indicador mucho más justo, utilizado en las ligas profesionales de Estados Unidos y Japón. Se le denomina hold (aguantar o sostener en inglés), este le otorga una determinada puntuación al relevista que no permite libertades al equipo rival desde el momento en que comienza su labor. Abogo porque en nuestra Serie Nacional se adopte, pues permitiría un análisis detallado y pormenorizado.

Por sus siglas en inglés, el WHIP (bases por bolas y jits permitidos entre la cantidad de entradas lanzadas) nos ofrece otra visión de la poca efectividad de nuestros relevistas. La cifra promedio de 1,52 significa que embasan a corredor y medio por cada capítulo de labor, cuando lo aceptable es 1,00 o menos. En situaciones de tensión —con la carrera del empate o de la victoria en bases—, un tirador no puede darse el lujo de transferir a un rival o tolerar un indiscutible.

La falta de relevistas de calidad no se debe a la ausencia de tradición. Recordemos que existieron serpentineros como Raúl “Guagua” López en las primeras Series Nacionales —cuando aún no se computaban los juegos salvados—, hasta los cerradores de nuestros días: Pedro Luis Lazo, apoyado en su excelente slider y José Ángel García, actual líder histórico en salvamentos. Pero no abundan y los promedios colectivos hablan por sí solos de una ineficacia general.

Un cerrador debe salir al box para sacar seis outs como máximo, casi siempre dependiendo de una buena recta, pues si se supone que el abridor ha ido perdiendo velocidad con el transcurso del partido, a los bateadores rivales les costará trabajo conectar un envío de más de 90 millas en las postrimerías del juego. Ese relevista debe de estar listo para salir al siguiente día si es necesario.

Esto solo se logra aplicando la especialización desde la categoría juvenil, no se puede improvisar de ahora para luego a un relevista, ya sea intermedio o taponero, porque además de poseer un buen lanzamiento es muy importante la ecuanimidad y el control si quiere salir airoso de situaciones complicadas.

Resumiendo, nuestros apagafuegos en muchas ocasiones no sofocan el incendio sino lo avivan. Lo vimos en la pasada Serie Nacional y en los play off. Trabajo por delante les sobra a los técnicos y entrenadores de pitcheo para resolver esta deficiencia del béisbol cubano.

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