El 17 de enero parece ser una fecha para los grandes deportistas. Ese día nacieron el mítico boxeador norteamericano Cassius Clay (Mohamed Alí); la ex-reina mundial de ajedrez Maya Chiburdanidze (Georgia) y el destacado jardinero central capitalino Antonio Ñico Jiménez.
También el 17 de enero de 1949, hace 66 años, en Algaba, pequeño lugar enclavado en Condado, poblado perteneciente en la actualidad al municipio espirituano de Trinidad, al Escambray le nació un Gigante: Antonio Nicolás Muñoz Hernández, quien con el tiempo se convirtió en el bateador más temible de su época en nuestras series nacionales de béisbol.
¿Es verdad que una vez afirmaste que el momento más grande de tu vida fue cuando naciste?
—Sí, porque si no, no hubieran existido otros momentos. Ese día vine a este mundo maravilloso donde todo el mundo me quiere. Mi mamá ya había perdido varios partos buscando un varón hasta que llegué yo después de haber nacido cuatro hembras.
Mi vida ha sido un éxito. Tuve la oportunidad de convertirme en un buen pelotero, viajar por gran parte del mundo y experimentar momentos tan emotivos como el día en que decidí con jonrón el juego frente a Japón, en el mundial de 1980.
¿Cómo anda tu salud?
—Me siento bien, recuperado y con mucha voluntad de vivir, de estar junto a mi familia, mi pueblo, y esto me ha ayudado a salir adelante con mi enfermedad.
Se ha comentado mucho sobre tu visita a Miami. ¿Quién te invitó?, ¿qué objetivo tenía el viaje?
—Iba a visitar a Miami en enero del pasado año, pero el viaje no se pudo concretar, no por problemas de visa ni de pasaporte, sino porque necesitaba una autorización del INDER. En agosto fui a La Habana y los compañeros del INDER me autorizaron a que visitara un mes los Estados Unidos.
La invitación me la hizo un amigo mío llamado Osvaldo Pérez Álvarez a través de un funcionario de los Marlins. Fui, me dieron una gran acogida y en un encuentro de softbol me hicieron un homenaje que se llamó El reencuentro con Muñoz. Los periodistas empezaron a interrogarme sobre el béisbol cubano, mi carrera deportiva y si había entrenado a Yasel Puig, José Dariel Abreu y Erisbel Arruebarruena; les respondí que sí, pero hubo alguien que me preguntó que si a mí el dinero no me motivaba a la ostentación, y le contesté que no, que yo con lo que me daba la Revolución y el pueblo de Cuba, vivía.
Me interrogó acerca de si yo era revolucionario, y le respondí que sí, porque a mí la Revolución me ha dado muchas posibilidades: cultura, deporte, sociedad… y entonces el grupo de cubanos que estaban allí me aplaudieron. Después seguí hacia Tampa a ver a otros compañeros y ex peloteros de mi generación y otras después de la mía.
Luego, regresé a Miami y la comunidad cienfueguero-cubana me despidió con un juego de softbol. Yo fui a Miami a cumplimentar una invitación y a la vez, pasear, no a esconderme. Hablé de Cuba, de mi béisbol. En general, la pasé bien y con mucho respeto por ambas partes.
¿Cómo recibiste la noticia de tu exaltación al Salón de la Fama del béisbol cubano?
—Me impresionó mucho, porque entre tantas estrellas que ha dado la pelota en el país constituye un gran honor que se acuerden de uno y que te incluyan en un lugar tan selecto como ese.
También me sentí muy contento con la invitación que me hicieron para las actividades por el Juego de las Estrellas, en Granma. Allí me encontré con un grupo de compañeros que hacía tiempo no veía.
Pienso que ahora sí respeten la decisión de retirar el número cinco de los uniformes de Cienfuegos y del equipo Cuba.
—Soy de los que hablan claro. Cuando me retiré en 1991 se anunció que el número cinco no sería utilizado jamás por ningún pelotero de Cienfuegos ni del equipo Cuba; sin embargo, eso no se respetó. Ahora se tomó nuevamente el acuerdo, al igual que en los casos de Braudilio Vinent, Orestes Kindelán, Omar Linares y Luis Giraldo Casanova. Espero que esta vez se respete la decisión.
Jugaste en cuatro décadas diferentes: los sesenta, setenta, ochenta y noventa. ¿Qué diferencias notas entre el béisbol actual y aquel en que te desempeñaste?
—Te diría que para mí la mejor pelota que se ha jugado en Cuba después del triunfo de la Revolución, fue la del 70 al 90. Existía tremenda calidad en los equipos. Había un gran amor por el béisbol y la camiseta que se defendía.
La calidad en los últimos años ha descendido. Por eso quiero enviar un mensaje a todos los que tienen que ver con el béisbol en el país: hay que seguir trabajando para recuperar esa calidad que tanto le gustaba al pueblo cubano.
También el 17 de enero de 1949, hace 66 años, en Algaba, pequeño lugar enclavado en Condado, poblado perteneciente en la actualidad al municipio espirituano de Trinidad, al Escambray le nació un Gigante: Antonio Nicolás Muñoz Hernández, quien con el tiempo se convirtió en el bateador más temible de su época en nuestras series nacionales de béisbol.
¿Es verdad que una vez afirmaste que el momento más grande de tu vida fue cuando naciste?
—Sí, porque si no, no hubieran existido otros momentos. Ese día vine a este mundo maravilloso donde todo el mundo me quiere. Mi mamá ya había perdido varios partos buscando un varón hasta que llegué yo después de haber nacido cuatro hembras.
Mi vida ha sido un éxito. Tuve la oportunidad de convertirme en un buen pelotero, viajar por gran parte del mundo y experimentar momentos tan emotivos como el día en que decidí con jonrón el juego frente a Japón, en el mundial de 1980.
¿Cómo anda tu salud?
—Me siento bien, recuperado y con mucha voluntad de vivir, de estar junto a mi familia, mi pueblo, y esto me ha ayudado a salir adelante con mi enfermedad.
Se ha comentado mucho sobre tu visita a Miami. ¿Quién te invitó?, ¿qué objetivo tenía el viaje?
—Iba a visitar a Miami en enero del pasado año, pero el viaje no se pudo concretar, no por problemas de visa ni de pasaporte, sino porque necesitaba una autorización del INDER. En agosto fui a La Habana y los compañeros del INDER me autorizaron a que visitara un mes los Estados Unidos.
La invitación me la hizo un amigo mío llamado Osvaldo Pérez Álvarez a través de un funcionario de los Marlins. Fui, me dieron una gran acogida y en un encuentro de softbol me hicieron un homenaje que se llamó El reencuentro con Muñoz. Los periodistas empezaron a interrogarme sobre el béisbol cubano, mi carrera deportiva y si había entrenado a Yasel Puig, José Dariel Abreu y Erisbel Arruebarruena; les respondí que sí, pero hubo alguien que me preguntó que si a mí el dinero no me motivaba a la ostentación, y le contesté que no, que yo con lo que me daba la Revolución y el pueblo de Cuba, vivía.
Me interrogó acerca de si yo era revolucionario, y le respondí que sí, porque a mí la Revolución me ha dado muchas posibilidades: cultura, deporte, sociedad… y entonces el grupo de cubanos que estaban allí me aplaudieron. Después seguí hacia Tampa a ver a otros compañeros y ex peloteros de mi generación y otras después de la mía.
Luego, regresé a Miami y la comunidad cienfueguero-cubana me despidió con un juego de softbol. Yo fui a Miami a cumplimentar una invitación y a la vez, pasear, no a esconderme. Hablé de Cuba, de mi béisbol. En general, la pasé bien y con mucho respeto por ambas partes.
¿Cómo recibiste la noticia de tu exaltación al Salón de la Fama del béisbol cubano?
—Me impresionó mucho, porque entre tantas estrellas que ha dado la pelota en el país constituye un gran honor que se acuerden de uno y que te incluyan en un lugar tan selecto como ese.
También me sentí muy contento con la invitación que me hicieron para las actividades por el Juego de las Estrellas, en Granma. Allí me encontré con un grupo de compañeros que hacía tiempo no veía.
Pienso que ahora sí respeten la decisión de retirar el número cinco de los uniformes de Cienfuegos y del equipo Cuba.
—Soy de los que hablan claro. Cuando me retiré en 1991 se anunció que el número cinco no sería utilizado jamás por ningún pelotero de Cienfuegos ni del equipo Cuba; sin embargo, eso no se respetó. Ahora se tomó nuevamente el acuerdo, al igual que en los casos de Braudilio Vinent, Orestes Kindelán, Omar Linares y Luis Giraldo Casanova. Espero que esta vez se respete la decisión.
Jugaste en cuatro décadas diferentes: los sesenta, setenta, ochenta y noventa. ¿Qué diferencias notas entre el béisbol actual y aquel en que te desempeñaste?
—Te diría que para mí la mejor pelota que se ha jugado en Cuba después del triunfo de la Revolución, fue la del 70 al 90. Existía tremenda calidad en los equipos. Había un gran amor por el béisbol y la camiseta que se defendía.
La calidad en los últimos años ha descendido. Por eso quiero enviar un mensaje a todos los que tienen que ver con el béisbol en el país: hay que seguir trabajando para recuperar esa calidad que tanto le gustaba al pueblo cubano.