Durante la última subserie del actual clásico cubano de las bolas y los strikes, subieron las revoluciones en el compromiso entre Industriales y Ciego de Ávila, en el parque José Ramón Cepero, cuartel general de los Tigres, donde se produjeron siete expulsiones, concentradas en los dos primeros encuentros.
Según el árbitro Elber Ibarra, quien impartió justicia en el home en el primer choque, los problemas comenzaron cuando el avileño José Adolis García se robó la tercera base con ventaja de siete carreras en el marcador, acción no bien vista en sentido general en cualquier liga de pelota del mundo.
Versan las famosas reglas no escritas del béisbol que robar una base, tanto con mucha diferencia a favor como en contra, es inadecuado, pues no reporta ningún beneficio, y José Adolis, si bien se encuentra cuarto en dicho apartado con 11 estafas, está bien lejos del líder, el matancero Yurisbel Gracial, quien acumula 20.
No considero que el alto mando de los Tigres, con Roger Machado a la cabeza, haya ordenado tal jugada, me inclino a pensar que fue un impulso del joven jardinero, explosivo por naturaleza.
El árbitro consideró que tanto Jesús Balaguer como Héctor Ponce, lanzadores industrialistas, intentaron golpear intencionalmente al bateador en turno Andy Zamora, por lo cual fueron expulsados.
“Vinieron los dos con la idea de tirar el pelotazo, primero no le dieron a Zamora, pero después sí lograron golpearlo, y por eso los expulsé, así como al director Lázaro Vargas, quien no objetó nada después de los incidentes. El receptor Frank Camilo Morejón me faltó el respeto, y también me vi obligado a expulsarlo, y Blas Guillén tomó la misma decisión con el entrenador José Elosegui”, señaló Ibarra a Granma en contacto telefónico.
Después de ese momento de tensión, durante la discusión de las reglas y el intercambio de alineaciones en el duelo del viernes, Vargas y Machado sostuvieron un debate que fue creciendo en temperatura hasta convertirse en una discusión, con faltas de respeto que el árbitro Blas Guillén no toleró, y los mandó a los dos a las duchas antes de tirar la primera bola.
Directores y entrenadores, deben ser ejemplo de disciplina para los atletas. Nadie puede exteriorizar que todos los lanzadores vendrán a tirar pelotazos, ni los serpentineros salir al montículo a cobrar cuentas, porque el terreno de béisbol no es un campo de batalla. Todo ello solo atenta contra el espectáculo y conduce, inequívocamente, al camino de la violencia, que ya en nuestro béisbol ha vivido episodios lamentables como el de Lisbán Correa contra el lanzador espirituano Yaniel Sosa, o el más reciente con el matancero Demis Valdés y el villaclareño Freddy Asiel Álvarez de protagonistas.
En la segunda fase de la actual contienda, la llamada ronda élite, no puede decirse que se haya visto un béisbol de altura, pues los números y las fallas en la interpretación y puesta en práctica de los fundamentos básicos del deporte evidencian todo lo contrario. Sin embargo, la afición continúa persiguiendo su espectáculo por excelencia, con notables concurrencias en la mayoría de los parques, lo cual demuestra la supremacía de la pelota como principal atracción deportiva del archipiélago.
Pero dicha condición pende de una delgada línea que puede quebrarse con acciones como las descritas anteriormente, para nada vinculadas a los principios de nuestro deporte nacional, que se debe jugar duro, con explosividad, entusiasmo y los cinco sentidos puestos en el diamante, pero sin perder por un segundo el juicio.
Según el árbitro Elber Ibarra, quien impartió justicia en el home en el primer choque, los problemas comenzaron cuando el avileño José Adolis García se robó la tercera base con ventaja de siete carreras en el marcador, acción no bien vista en sentido general en cualquier liga de pelota del mundo.
Versan las famosas reglas no escritas del béisbol que robar una base, tanto con mucha diferencia a favor como en contra, es inadecuado, pues no reporta ningún beneficio, y José Adolis, si bien se encuentra cuarto en dicho apartado con 11 estafas, está bien lejos del líder, el matancero Yurisbel Gracial, quien acumula 20.
No considero que el alto mando de los Tigres, con Roger Machado a la cabeza, haya ordenado tal jugada, me inclino a pensar que fue un impulso del joven jardinero, explosivo por naturaleza.
El árbitro consideró que tanto Jesús Balaguer como Héctor Ponce, lanzadores industrialistas, intentaron golpear intencionalmente al bateador en turno Andy Zamora, por lo cual fueron expulsados.
“Vinieron los dos con la idea de tirar el pelotazo, primero no le dieron a Zamora, pero después sí lograron golpearlo, y por eso los expulsé, así como al director Lázaro Vargas, quien no objetó nada después de los incidentes. El receptor Frank Camilo Morejón me faltó el respeto, y también me vi obligado a expulsarlo, y Blas Guillén tomó la misma decisión con el entrenador José Elosegui”, señaló Ibarra a Granma en contacto telefónico.
Después de ese momento de tensión, durante la discusión de las reglas y el intercambio de alineaciones en el duelo del viernes, Vargas y Machado sostuvieron un debate que fue creciendo en temperatura hasta convertirse en una discusión, con faltas de respeto que el árbitro Blas Guillén no toleró, y los mandó a los dos a las duchas antes de tirar la primera bola.
Directores y entrenadores, deben ser ejemplo de disciplina para los atletas. Nadie puede exteriorizar que todos los lanzadores vendrán a tirar pelotazos, ni los serpentineros salir al montículo a cobrar cuentas, porque el terreno de béisbol no es un campo de batalla. Todo ello solo atenta contra el espectáculo y conduce, inequívocamente, al camino de la violencia, que ya en nuestro béisbol ha vivido episodios lamentables como el de Lisbán Correa contra el lanzador espirituano Yaniel Sosa, o el más reciente con el matancero Demis Valdés y el villaclareño Freddy Asiel Álvarez de protagonistas.
En la segunda fase de la actual contienda, la llamada ronda élite, no puede decirse que se haya visto un béisbol de altura, pues los números y las fallas en la interpretación y puesta en práctica de los fundamentos básicos del deporte evidencian todo lo contrario. Sin embargo, la afición continúa persiguiendo su espectáculo por excelencia, con notables concurrencias en la mayoría de los parques, lo cual demuestra la supremacía de la pelota como principal atracción deportiva del archipiélago.
Pero dicha condición pende de una delgada línea que puede quebrarse con acciones como las descritas anteriormente, para nada vinculadas a los principios de nuestro deporte nacional, que se debe jugar duro, con explosividad, entusiasmo y los cinco sentidos puestos en el diamante, pero sin perder por un segundo el juicio.