Si Dios existe, sin dudas debe ser camagüeyano. No solo por los dolores de cabeza que de tiempo en tiempo le toca soportar, también por los milagros que a veces orquesta. Si siguió el juego de este sábado, sabrá de lo que hablo; si no, ahora le cuento.

Corría el séptimo ininng y Camagüey perdía por una carrera... así pudiera comenzar la crónica del último desafío entre Toros y Naranjas, que definía al vencedor de la subserie entre ambas selecciones. Todo apuntaba a una nueva derrota tricolor en los finales, pues aunque las bases estaban llenas, dos outs en la pizarra ponían el inevitable signo de duda sobre cualquier intención anotadora.

No eran muy halagüeñas las expectativas para cualquiera que hubiera tomado nota de los múltiples naufragios sufridos por la nave que comanda Esteban Lombillo. Infinidad de veces las oportunidades de rubricar carreras han tenido escenarios tan o más propicios que el que nos ocupa, y al final nada ha sucedido.

La diferencia esta vez corrió por cuenta del "veteranísimo" Marino Luis, que con línea de hit a la pradera central demostró por qué "cabe" en cualquier alineación que se organice bajo las ocho letras. Su hombrada reportó dos carreras (empate y ventaja), pero ese era solo el comienzo. Par de capítulos más tarde, con un escenario casi idéntico, el 52 ampliaría diferencias con una conexión semejante, que traería hasta la goma la del despegue.

Guarde en sus memorias estos nombres: Marino Luis, por lo que ya le dije y unas cuantas buenas jugas defensivas cerca del tercer saco; y Alexander Ayala, por lo que a continuación le comento.

No hay forma de narrarlo sin dar un antecedente decisivo. Gracias a los aportes del hombre de Carlos Manuel de Céspedes los camagüeyanos llegaron delante al noveno capítulo (6-4). José Ramón Rodríguez había hecho su parte del trabajo en la atípica función de relevista largo (seis completos), tras haber sustituido a Arbelio Quiroz, que no pasó de redondear las dos primeras entradas.

Así las cosas, Rolando Rodríguez quedaba a cargo del adiós para anotarse juego salvado. ¿Fácil, no? Sin dudas, mas el muchacho de Jimaguayú no pudo poner un "pie en el suelo", y a lo largo del inning toleró hit de Ariel Borrero, y larguísimos batazos de Yeniet Flores y Ramón Lunar, que gracias a Héctor Hernández y Osmel Águila no fueron canjeados en extrabases. Sin embargo, toda suerte tiene sus límites, y luego de pegarla contra los muros por el left y el center, el right era el más indicado para dar la clarinada. ¿Posible?, por supuesto, y el emergente Yurién Vizcaíno se encargó de confirmar el dicho: "a la tercera... ". Jonrón de dos carreras, con un corredor a remolque desde la primera almohadilla, tal fue su aporte a la causa naranja.

De ese momento no tengo que describirle la alegría de los narradores villaclareños y mi convicción casi segura de estar "asistiendo" a otro de los tantos desplomes protagonizados por Camagüey en sus epílogos. Por suerte no sufro del corazón...

Para no darle más vueltas adelanto el titular del décimo: hit de Ayala al medio del campo, válido para dos carreras anotadas por Dariel Avilés y Humberto Bravo.

En resumen, juego peleado como pocos, difícil, dramático... pero no exento de nuestros habituales errores en el corrido de las bases, que por mi cuenta reportaron tres carreras menos. Tampoco merece palmas el relevo de Rolando Rodríguez, con todo y que al final se anotara la victoria.

De lo positivo resalto la combatividad del equipo y el aceptable paso con que ha caminado las tres últimas subseries (2-1 contra Santiago de Cuba y Villa Clara, 1-2 versus Mayabeque). El lunes tocará mantener ese rumbo a pesar de Matanzas, Víctor Mesa y todo lo que ello implique. Al menos ante su público, Camagüey puede y debe hacerlo.