Cuando llega el verano, o simplemente cuando el sol pica, el Cristóbal Labra es un horno en miniatura que nubla la vista. Ese diminuto y caluroso estadio funge de santuario para un equipo que, increíblemente, nos hemos empeñado en llamar pequeño por demasiado tiempo, porque en realidad es uno de los gigantes más bravos de toda Cuba.
Ellos son los Piratas de Isla de la Juventud, ese elenco que, a pesar de tener una cantera reducida y muy pocas opciones de fogueo, logra convocar a miles de personas por su entrega y pasión en el diamante.
Apoyados justo en esos valores, destrozaron una vez más los pronósticos y se coronaron campeones de la quinta edición de la Serie Nacional Sub-23, el primer gran título en la historia del territorio.
Los pupilos de Dioel Reyes, uno de los hombres que formaron parte de las competitivas novenas pineras de finales de los 90 y que ahora se ha consolidado como mánager de la categoría, desbancaron a los Leñadores de Las Tunas en una cerradísima discusión del cetro, la cual concluyó en el máximo de cinco partidos, tres de ellos definidos por margen de una o dos carreras.
Así de cerrada fue la batalla entre dos conjuntos que sorprendieron por avanzar tan lejos en la lid, en particular los Piratas, que en las cuatro campañas anteriores tenían balance de 51 victorias y 81 derrotas. Ese panorama lo cambiaron por completo este año, en gran medida por su gran pitcheo, puntero del campeonato en efectividad (2,55), promedio de hombres embasados por entrada (1,27), segundo en ponches (256) y tercero que menos boletos regaló (148).
Esa arma la sostuvieron en la final, instancia en la que, incluso, fueron superiores a su versión de la campaña regular. Por ejemplo, en los cinco duelos con Las Tunas regalaron solo 11 boletos en 38 capítulos de labor, para un promedio de 2,6 por cada nueve episodios, inmensamente mejor a la media del torneo (4,5) y a sus propios guarismos en la clasificación (3,8).
Vital desde la lomita resultó el trabajo del talentoso Jonathan Carbó, quien puede reclamar el premio de Jugador Más Valioso de discusión de la corona. El derecho consiguió dos victorias (primero y quinto choques), permitió solo una limpia en 16 episodios, ponchó a diez y regaló un solitario pasaporte gratis.
Pero en La Isla las individualidades quedan en un segundo plano. Esa es la filosofía del béisbol pinero, en el que todos halan parejo, en el que todos se sacrifican, en el que prevalece –como en muy pocos lugares– el concepto de equipo. Durante la final, por ejemplo, hasta diez jugadores anotaron o impulsaron al menos una carrera, prueba de que cualquiera puede ser el héroe.
Estos Piratas sacaron a los pineros de sus casas, los pusieron a gozar en las gradas del Labra y en las calles de Nueva Gerona, los hicieron olvidar los goles, a Messi, a Cristiano, a Neymar, a España, a Alemania, a Francia… al Mundial de las multitudes. Eso tiene un valor inestimable.
Y si el triunfo de La Isla era improbable al inicio de la campaña, también en esa categoría entra el desempeño de los Leñadores tuneros, quienes rompieron los vaticinios por partida doble: primero dejaron fuera de la postemporada a los dobles monarcas defensores, Santiago de Cuba, y luego remontaron en semifinales frente a Granma, para convertirse en el primer territorio que logra, en la misma temporada, alcanzar la final en la Serie Nacional de mayores y en el Sub-23.
Ellos son los Piratas de Isla de la Juventud, ese elenco que, a pesar de tener una cantera reducida y muy pocas opciones de fogueo, logra convocar a miles de personas por su entrega y pasión en el diamante.
Apoyados justo en esos valores, destrozaron una vez más los pronósticos y se coronaron campeones de la quinta edición de la Serie Nacional Sub-23, el primer gran título en la historia del territorio.
Los pupilos de Dioel Reyes, uno de los hombres que formaron parte de las competitivas novenas pineras de finales de los 90 y que ahora se ha consolidado como mánager de la categoría, desbancaron a los Leñadores de Las Tunas en una cerradísima discusión del cetro, la cual concluyó en el máximo de cinco partidos, tres de ellos definidos por margen de una o dos carreras.
Así de cerrada fue la batalla entre dos conjuntos que sorprendieron por avanzar tan lejos en la lid, en particular los Piratas, que en las cuatro campañas anteriores tenían balance de 51 victorias y 81 derrotas. Ese panorama lo cambiaron por completo este año, en gran medida por su gran pitcheo, puntero del campeonato en efectividad (2,55), promedio de hombres embasados por entrada (1,27), segundo en ponches (256) y tercero que menos boletos regaló (148).
Esa arma la sostuvieron en la final, instancia en la que, incluso, fueron superiores a su versión de la campaña regular. Por ejemplo, en los cinco duelos con Las Tunas regalaron solo 11 boletos en 38 capítulos de labor, para un promedio de 2,6 por cada nueve episodios, inmensamente mejor a la media del torneo (4,5) y a sus propios guarismos en la clasificación (3,8).
Vital desde la lomita resultó el trabajo del talentoso Jonathan Carbó, quien puede reclamar el premio de Jugador Más Valioso de discusión de la corona. El derecho consiguió dos victorias (primero y quinto choques), permitió solo una limpia en 16 episodios, ponchó a diez y regaló un solitario pasaporte gratis.
Pero en La Isla las individualidades quedan en un segundo plano. Esa es la filosofía del béisbol pinero, en el que todos halan parejo, en el que todos se sacrifican, en el que prevalece –como en muy pocos lugares– el concepto de equipo. Durante la final, por ejemplo, hasta diez jugadores anotaron o impulsaron al menos una carrera, prueba de que cualquiera puede ser el héroe.
Estos Piratas sacaron a los pineros de sus casas, los pusieron a gozar en las gradas del Labra y en las calles de Nueva Gerona, los hicieron olvidar los goles, a Messi, a Cristiano, a Neymar, a España, a Alemania, a Francia… al Mundial de las multitudes. Eso tiene un valor inestimable.
Y si el triunfo de La Isla era improbable al inicio de la campaña, también en esa categoría entra el desempeño de los Leñadores tuneros, quienes rompieron los vaticinios por partida doble: primero dejaron fuera de la postemporada a los dobles monarcas defensores, Santiago de Cuba, y luego remontaron en semifinales frente a Granma, para convertirse en el primer territorio que logra, en la misma temporada, alcanzar la final en la Serie Nacional de mayores y en el Sub-23.
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