Apenas sintieron que les soplaban en la nuca, los Tigres de Ciego de Ávila «pisaron el acelerador» y ya tienen, como mínimo, cuatro juegos de ventaja sobre sus víctimas de ayer (Villa Clara) y sobre los Alazanes de Granma, que jugaban anoche. A los Cocodrilos no los alcanzarán —eso lo saben ellos y toda Cuba—, pero tampoco quieren que los desplacen del segundo lugar, con lo cual asegurarían empezar la semifinal por el Cepero.

Aunque ha tenido bajas «fuera de plan», Roger Machado cuenta con una de las selecciones más completas de la actual temporada. Incorporó a un matador de lujo como José Ángel García y para la esquina caliente se hizo de los servicios de un hombre que tiene entre sus tantos atributos la cualidad de servir de bujía, Donal Duarte.

Hábil también, Víctor Mesa solicitó a William Saavedra para impedir que se sumara a los avileños, pues ese dúo de pinareños hubiera sido tan efectivo como el de los villaclareños Yeniet Pérez y Ariel Borrero durante los últimos dos campeonatos, cuando los Tigres se ciñeron la corona.

Ayer, Vladimir García se convirtió en el primer lanzador que llega a las 11 victorias, en un juego que se mantuvo nivelado hasta el octavo inning. Desde el otro bando, el zurdo Robelio Carrillo se le encaró durante cinco entradas, pero en la siguiente perdió el control y tuvo que irse a refrescar a las duchas.

En el octavo episodio los felinos marcaron siete carreras. Otra vez —porque se han convertido en una realidad nada agradable para el mentor de Villa Clara, Vladimir Hernández— la defensa de los azucareros «se alió» con la ofensiva de los rivales para permitir anotaciones decisivas, o que abren notablemente la brecha en el marcador.

Y si Vladimir pasó a liderar un solitario el acápite de los pitchers ganadores en esta Serie (sin contabilizar los duelos norturnos), su compañero de batería, el receptor Osvaldo Vázquez lo imitó, pero con el madero en la mano. Con su batacazo del octavo, es el que más vuelacercas había conectado hasta la tarde de ayer (13).