“Nuestro béisbol tiene que hacer mucho para participar en lides como la Serie del Caribe. Tenemos buenos peloteros, pero debemos ver más esta pelota, a lanzadores con una carta de pitcheo que contiene lanzamientos y maneras de conducirse en el montículo, que no vemos en las temporadas en Cuba”.
Esa es la opinión de Roger Machado, mentor del equipo de los Tigres de Ciego de Ávila y de Cuba, que alcanzaron las semifinales de la 58 edición del certamen caribeño de campeones, celebrado en esta ciudad, instancia en la cual cayó ante México 7-2. El estratega, además, afirmó que “esa es la razón por la cual nos cuesta tanto hacer carreras. Nos pasa en este contexto y en cualquier otro, los bateadores se ven indefensos, incapaces de producir”.
Y así ocurrió, como dice Machado, una vez más. En esta lid, el bateo colectivo fue por mucho el más deteriorado. En cinco desafíos, compiló solo 203 en una justa cuya media se fijó en 263. Fue el que pegó menos jits (36), el de menos extrabases (5), el único que no tuvo cuadrangulares, el de menor por ciento de embasado (OBP), con 276, el que más se ponchó (35) y en consecuencia el que menos anotó, 11 carreras.
Solo un hombre escapó de los números rojos en la selección de la Mayor de las Antillas. Yulieski Gurriel le tapó la boca a quienes dicen que solo produce para 500 frente a la nobleza de las lomitas de la Serie Nacional. Aquí lo hizo como en los estadios del patio: en 20 turnos conectó nueve imparables, un doble incluido, anotó dos y solo empujó una, en buena medida porque primero y segundo en el orden al bate promediaron pálidamente para 217 y 214, respectivamente, sin llegar ese 1-2 ni siquiera a la suma de incogibles del tercer bate.
Gurriel fue uno de los siete jugadores con 500 o más de OBP en esta Serie y también uno de los siete que alcanzó 1 000 o más de OPS (índice que combina el OBP y la fuerza al bate). Solo ocho bateadores sobrepasaron los 500 de slugging, él fue uno de ellos. Esa obra le dio el aval para ser el único cubano presente en el Todos Estrellas de la reunión beisbolera. Y a pesar de que no cuento con el dato en la mano, tengo la impresión de que sus mejores actuaciones son cuando alinea en la segunda base.
Aunque no fue un jugador regular en las alineaciones avileñas, Guillermo Avilés no solo merece mención, sino que desde ahora los técnicos han de evaluar mejor las posibilidades de este muchacho, que cada vez que se paró en el home se le vio resolutivo, haciendo muy buenos contactos y con acertada selección de lanzamientos.
Sobre el cuerpo de lanzadores siempre dijimos que sería el talón de Aquiles, no solo de esta escuadra, creo que de cualquiera que integremos en la actualidad. Esta es el área en que más ha de trabajarse para que el béisbol crezca de cara a los niveles que enfrenta internacionalmente. Resolviéndola, la ofensiva también se vería favorecida.
En la batalla de Santo Domingo, los lanzadores de los Tigres avileños y de Cuba concluyeron con anémica efectividad de 6,40 carreras limpias por juego de nueve entradas. Para tener una idea de cuán negativo fue ese parámetro, vale consignar que tres de sus cuatro adversarios no rebasaron las 3,00 y solo uno, Puerto Rico, con 3,56, se acercó a las 4,00.
Ni uno solo de los cuatro rivales otorgó más de 15 boletos, en cambio los serpentineros que representaron al béisbol de la Mayor de las Antillas, concedieron 29. Todos los integrantes de la cuarteta oponente poncharon a más de 30, mas la nómina de serpentineros cubanos apenas llegó a 25. Sumémosle a todo esto el ataque soportado de 48 imparables, casi a diez por encuentro, aunque no fue el que más incogibles recibió, pues a los boricuas les dieron 51.
Un elemento esencial que define la labor de los monticulistas es el WHIP (boletos y jits por cada inning lanzado). Los nuestros aquí llevaron por ese indicador, a casi dos hombres por entradas, exactamente 1,76, cuando el resto de sus contrarios no pasó de 1,40.
Y llegamos al punto sobre el que venimos insistiendo hace tres años, cuando entramos a este circuito. Mejorar esos valores requiere de una lid competitiva en casa, además del recurso de las contrataciones en el exterior. Si no tenemos alta demanda a domicilio, si el torneo no incentiva una constante preparación y una convocatoria a las mejores cualidades de los buenos peloteros que poseemos, el resultado puede que un día sea el de campeón, porque no hay dudas que reservas tenemos, pero sostenerlo sería prácticamente imposible.
Ya se ha hablado de un nuevo formato en la venidera temporada nacional, realizando un playoff entre el cinco y el ocho y el seis y el siete de la primera vuelta de 16 plantillas, integrándose los ganadores a los cuatro primeros para desarrollar la segunda etapa con seis equipos y dos oportunidades de adquirir refuerzos. Si bien incrementa los requerimientos competitivos y alcanza un ganador bien pegado a la Serie del Caribe y al Clásico Mundial, cada cuatro años, creo que le sigue faltando la cantidad de partidos al máximo nivel. Por ejemplo, la mayoría de los contrarios que vieron ahora, juegan ligas de 60 y 68 encuentros a esa altura.
Solo así se logra fijar en el pelotero, y lógicamente en los conductores de ellos, los fundamentos del béisbol, los cuales en no pocos pasajes de la Serie fueron quebrados por la representación cubana en esta Serie del Caribe.
Aun así, Ciego de Ávila, sus tigres y refuerzos, dejaron admiración en la fanaticada dominicana por la manera en que vinieron de menos a más, aunque a Roger Machado y sus muchachos no les bastó: “Luchamos, pero estamos insatisfechos, podíamos dar más. Las cosas no se hicieron bien y el béisbol no entiende de errores”, dijo el directivo al despedirse de Santo Domingo, agradeciéndole a la afición el cariño por su equipo.
Esa es la opinión de Roger Machado, mentor del equipo de los Tigres de Ciego de Ávila y de Cuba, que alcanzaron las semifinales de la 58 edición del certamen caribeño de campeones, celebrado en esta ciudad, instancia en la cual cayó ante México 7-2. El estratega, además, afirmó que “esa es la razón por la cual nos cuesta tanto hacer carreras. Nos pasa en este contexto y en cualquier otro, los bateadores se ven indefensos, incapaces de producir”.
Y así ocurrió, como dice Machado, una vez más. En esta lid, el bateo colectivo fue por mucho el más deteriorado. En cinco desafíos, compiló solo 203 en una justa cuya media se fijó en 263. Fue el que pegó menos jits (36), el de menos extrabases (5), el único que no tuvo cuadrangulares, el de menor por ciento de embasado (OBP), con 276, el que más se ponchó (35) y en consecuencia el que menos anotó, 11 carreras.
Solo un hombre escapó de los números rojos en la selección de la Mayor de las Antillas. Yulieski Gurriel le tapó la boca a quienes dicen que solo produce para 500 frente a la nobleza de las lomitas de la Serie Nacional. Aquí lo hizo como en los estadios del patio: en 20 turnos conectó nueve imparables, un doble incluido, anotó dos y solo empujó una, en buena medida porque primero y segundo en el orden al bate promediaron pálidamente para 217 y 214, respectivamente, sin llegar ese 1-2 ni siquiera a la suma de incogibles del tercer bate.
Gurriel fue uno de los siete jugadores con 500 o más de OBP en esta Serie y también uno de los siete que alcanzó 1 000 o más de OPS (índice que combina el OBP y la fuerza al bate). Solo ocho bateadores sobrepasaron los 500 de slugging, él fue uno de ellos. Esa obra le dio el aval para ser el único cubano presente en el Todos Estrellas de la reunión beisbolera. Y a pesar de que no cuento con el dato en la mano, tengo la impresión de que sus mejores actuaciones son cuando alinea en la segunda base.
Aunque no fue un jugador regular en las alineaciones avileñas, Guillermo Avilés no solo merece mención, sino que desde ahora los técnicos han de evaluar mejor las posibilidades de este muchacho, que cada vez que se paró en el home se le vio resolutivo, haciendo muy buenos contactos y con acertada selección de lanzamientos.
Sobre el cuerpo de lanzadores siempre dijimos que sería el talón de Aquiles, no solo de esta escuadra, creo que de cualquiera que integremos en la actualidad. Esta es el área en que más ha de trabajarse para que el béisbol crezca de cara a los niveles que enfrenta internacionalmente. Resolviéndola, la ofensiva también se vería favorecida.
En la batalla de Santo Domingo, los lanzadores de los Tigres avileños y de Cuba concluyeron con anémica efectividad de 6,40 carreras limpias por juego de nueve entradas. Para tener una idea de cuán negativo fue ese parámetro, vale consignar que tres de sus cuatro adversarios no rebasaron las 3,00 y solo uno, Puerto Rico, con 3,56, se acercó a las 4,00.
Ni uno solo de los cuatro rivales otorgó más de 15 boletos, en cambio los serpentineros que representaron al béisbol de la Mayor de las Antillas, concedieron 29. Todos los integrantes de la cuarteta oponente poncharon a más de 30, mas la nómina de serpentineros cubanos apenas llegó a 25. Sumémosle a todo esto el ataque soportado de 48 imparables, casi a diez por encuentro, aunque no fue el que más incogibles recibió, pues a los boricuas les dieron 51.
Un elemento esencial que define la labor de los monticulistas es el WHIP (boletos y jits por cada inning lanzado). Los nuestros aquí llevaron por ese indicador, a casi dos hombres por entradas, exactamente 1,76, cuando el resto de sus contrarios no pasó de 1,40.
Y llegamos al punto sobre el que venimos insistiendo hace tres años, cuando entramos a este circuito. Mejorar esos valores requiere de una lid competitiva en casa, además del recurso de las contrataciones en el exterior. Si no tenemos alta demanda a domicilio, si el torneo no incentiva una constante preparación y una convocatoria a las mejores cualidades de los buenos peloteros que poseemos, el resultado puede que un día sea el de campeón, porque no hay dudas que reservas tenemos, pero sostenerlo sería prácticamente imposible.
Ya se ha hablado de un nuevo formato en la venidera temporada nacional, realizando un playoff entre el cinco y el ocho y el seis y el siete de la primera vuelta de 16 plantillas, integrándose los ganadores a los cuatro primeros para desarrollar la segunda etapa con seis equipos y dos oportunidades de adquirir refuerzos. Si bien incrementa los requerimientos competitivos y alcanza un ganador bien pegado a la Serie del Caribe y al Clásico Mundial, cada cuatro años, creo que le sigue faltando la cantidad de partidos al máximo nivel. Por ejemplo, la mayoría de los contrarios que vieron ahora, juegan ligas de 60 y 68 encuentros a esa altura.
Solo así se logra fijar en el pelotero, y lógicamente en los conductores de ellos, los fundamentos del béisbol, los cuales en no pocos pasajes de la Serie fueron quebrados por la representación cubana en esta Serie del Caribe.
Aun así, Ciego de Ávila, sus tigres y refuerzos, dejaron admiración en la fanaticada dominicana por la manera en que vinieron de menos a más, aunque a Roger Machado y sus muchachos no les bastó: “Luchamos, pero estamos insatisfechos, podíamos dar más. Las cosas no se hicieron bien y el béisbol no entiende de errores”, dijo el directivo al despedirse de Santo Domingo, agradeciéndole a la afición el cariño por su equipo.