La actual estructura de la Serie Nacional fue puesta en vigor hace poco más de 14 meses con un marcado objetivo: elevar el nivel o "techo" del béisbol en el archipiélago, sobre todo en su etapa élite, donde se reúnen los mejores peloteros del país en una lid de calidad concentrada, en la cual, supuestamente, no serían tan marcadas las deficiencias del pasatiempo cubano.
Transcurrido todo este tiempo, nos planteamos un análisis respecto a la realidad de nuestro campeonato, que ha vivido escenas de tensión en los últimos días por los sucesos violentos de la pasada semana, los problemas de indisciplina, la irregularidad en el rendimiento de los árbitros o la pasividad de la Comisión Nacional a la hora de tomar decisiones severas ante hechos negativos.
El razonamiento que propongo no se relaciona con tales cuestiones, tiene que ver más con la perspectiva estadística, porque, a fin de cuentas, este es un deporte de números y nunca los debemos desechar en una pesquisa beisbolera.
En este caso tomamos como muestra solo los guarismos colectivos de la segunda ronda, los cuales, en teoría, tendrían que reflejar un alza en los diferentes parámetros de juego, pues cada equipo cubrió sus principales lagunas en la selección de los refuerzos al formar alineaciones temibles, defensiva balanceada y cuerpos de pitcheo capaces de solventar cualquier circunstancia.
Sin embargo, la teoría y la práctica no siempre van de la mano, y la Serie Nacional es el más vivo ejemplo. Varios son los conjuntos que, lejos de mejorar, han disminuido sus prestaciones o se han quedado estancados con posibilidades reducidas de variar el rumbo, cuando ya se ha cumplido casi la mitad del calendario.
Tal es el caso de Santiago de Cuba, lastrado por lesiones de sus cañoneros vitales (Alexei Bell y Alfredo Despaigne) y pésimo performance con el guante, departamentos en los que ocupan el sótano, además del pobre desempeño de su staff (5,04 de efectividad y más boletos que ponches), mal que también padecen Isla de la Juventud e Industriales, aunque estos se mantienen con pulso en la lucha por uno de los cupos a la postemporada.
Los azules cuentan con un plantel bien profundo que los sostiene en la zona de clasificación, a pesar de las ausencias de Yasmani Tomás y Alexander Malleta en la semana precedente, y la intermitencia de un grupo de abridores en el que solo Vicyohandri Odelín carga dinamita, pues Noelvis Entenza ha estado inseguro y Frank Montieth permaneció fuera por buen tiempo debido a dolencias, aunque hoy debe reaparecer en la que sería su segunda apertura de la actual ronda.
Mientras, los pineros persisten en el límite de la navaja gracias al manejo del avezado director Armando Jhonson, quien ha hecho malabares con un colectivo que ya no tiene en sus filas al talentoso zurdo Ariel Miranda, separado del torneo por indisciplina, detalle que ha desmejorado en exceso al único pitcheo que ha permitido 100 carreras limpias.
Otros sí han experimentado un cambio radical, como Artemisa, muy superior en el apartado defensivo (de 968 a 975), sin obviar a Holguín, Pinar del Río y Villa Clara, sumamente estables en cada renglón. En un nivel superior aparece Matanzas, líder indiscutible del certamen, (primeros en bateo y al campo, y segundos en pitcheo).
Me llama la atención la inconsistencia de nuestros lanzadores, evidenciada en el descontrol. Para tener una idea, hay casi tantos pelotazos (87) como jonrones (91), y esto es solo una pincelada, porque han otorgado 598 bases por bola y ya van por 81 wild pitch.
¿Podemos decir que es mejor la pelota actual comparada con la de dos temporadas atrás? ¿Podemos decir que los jugadores han elevado su nivel cualitativo? ¿Podemos decir que se han aprehendido los fundamentos del béisbol moderno? ¿Podemos afirmar que vamos por el camino correcto?
Mi respuesta a todas estas incógnitas es un tajante "no", y si me preguntan por las causas, sin duda las ubicaría en el deficiente trabajo en las categorías inferiores, donde radica el mal de fon-do de nuestro béisbol, porque todos los peloteros de la actualidad han llegado a la primera categoría con múltiples deficiencias que arrastran desde edades tempranas. Corregir el rumbo en esas instancias, ahora mismo, tiene que ser la prioridad.
Transcurrido todo este tiempo, nos planteamos un análisis respecto a la realidad de nuestro campeonato, que ha vivido escenas de tensión en los últimos días por los sucesos violentos de la pasada semana, los problemas de indisciplina, la irregularidad en el rendimiento de los árbitros o la pasividad de la Comisión Nacional a la hora de tomar decisiones severas ante hechos negativos.
El razonamiento que propongo no se relaciona con tales cuestiones, tiene que ver más con la perspectiva estadística, porque, a fin de cuentas, este es un deporte de números y nunca los debemos desechar en una pesquisa beisbolera.
En este caso tomamos como muestra solo los guarismos colectivos de la segunda ronda, los cuales, en teoría, tendrían que reflejar un alza en los diferentes parámetros de juego, pues cada equipo cubrió sus principales lagunas en la selección de los refuerzos al formar alineaciones temibles, defensiva balanceada y cuerpos de pitcheo capaces de solventar cualquier circunstancia.
Sin embargo, la teoría y la práctica no siempre van de la mano, y la Serie Nacional es el más vivo ejemplo. Varios son los conjuntos que, lejos de mejorar, han disminuido sus prestaciones o se han quedado estancados con posibilidades reducidas de variar el rumbo, cuando ya se ha cumplido casi la mitad del calendario.
Tal es el caso de Santiago de Cuba, lastrado por lesiones de sus cañoneros vitales (Alexei Bell y Alfredo Despaigne) y pésimo performance con el guante, departamentos en los que ocupan el sótano, además del pobre desempeño de su staff (5,04 de efectividad y más boletos que ponches), mal que también padecen Isla de la Juventud e Industriales, aunque estos se mantienen con pulso en la lucha por uno de los cupos a la postemporada.
Los azules cuentan con un plantel bien profundo que los sostiene en la zona de clasificación, a pesar de las ausencias de Yasmani Tomás y Alexander Malleta en la semana precedente, y la intermitencia de un grupo de abridores en el que solo Vicyohandri Odelín carga dinamita, pues Noelvis Entenza ha estado inseguro y Frank Montieth permaneció fuera por buen tiempo debido a dolencias, aunque hoy debe reaparecer en la que sería su segunda apertura de la actual ronda.
Mientras, los pineros persisten en el límite de la navaja gracias al manejo del avezado director Armando Jhonson, quien ha hecho malabares con un colectivo que ya no tiene en sus filas al talentoso zurdo Ariel Miranda, separado del torneo por indisciplina, detalle que ha desmejorado en exceso al único pitcheo que ha permitido 100 carreras limpias.
Otros sí han experimentado un cambio radical, como Artemisa, muy superior en el apartado defensivo (de 968 a 975), sin obviar a Holguín, Pinar del Río y Villa Clara, sumamente estables en cada renglón. En un nivel superior aparece Matanzas, líder indiscutible del certamen, (primeros en bateo y al campo, y segundos en pitcheo).
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