De un tiempo a esta parte, a la pelota cubana le nació una nueva rivalidad. De un lado está Matanzas, rojo, ‘acocodrilado’, fuerza emergente en un panorama que aburría por la inmovilidad de las candidaturas. Del otro, el Industriales del amor y el odio, azul y melenudo, histórico.
Desde mayo del año 2012 -¿se acuerda, aquel play off a siete juegos con Antonio Romero en rol de héroe?-, esta es la pulseada de moda en nuestro béisbol, tan necesitado de alicientes como de tabla el náufrago. Las pistolas del morbo se disparan cada vez que ellos se enfrentan, y el campeonato lo agradece con rugidos de grada y sirenas en pugna.
Pantano versus selva. La mordida más poderosa del reino animal contra la mayestática apostura del amo de la jungla. De eso se trata: el cocodrilo de VM32 –equipo sotanero que saltó a la elite gracias al cambio de mentalidad de dirección-, enfrentado con Lázaro Vargas y su león de doce títulos domésticos.
Porque es raro, pero a veces ocurre que las grandes porfías deportivas cambian de protagonistas. Normalmente perduran, como pasa con River y Boca, Barcelona y Madrid, Boston y Nueva York… Sin embargo, una conjugación de circunstancias sacó de la batalla contra los Industriales a Santiago de Cuba –herida por deserciones y retiros, incapaz de encontrarle relevo a una generación descomunal-, y Matanzas ocupó la vacante.
De la noche a la mañana, los cenagueros devinieron modelo de estabilidad competitiva. Terceros en la Serie Nacional 51, segundos en las dos temporadas siguientes, plantaron sus banderas apoyados en el quehacer de Víctor Mesa –un tremendo ganador de partidos, aunque no de campeonatos-, y en los buenos oficios de una tropa de preparadores minuciosos y atletas (cuando menos) cumplidores.
Así, como en los viejos tiempos de Almendares y Habana, las pasiones se agrupan entre el azul y el rojo. Hay calor suficiente en el diamante, y ese fervor trasciende a los dugouts. De ahí que si Víctor habla con el árbitro, Vargas sale enseguida de la cueva; si el “20” llama aparte al bateador, el “32” le da un consejo al pitcher… Toma y daca. Acción y reacción. Puja de autoridades que le pone pimienta adicional a los partidos.
La semana pasada discurrió un nuevo capítulo de esta novela. Fue en el Victoria de Girón, y allá la vieja guardia azul (Malleta, Urgellés, Rudy…) no bastó para vencer las ambiciones rojas encarnadas por la inspiración de Moreira y Santoya. Sin embargo, lo más claro que arrojó el dual meet es que ambos adversarios se respetan bastante. Demasiado, me atrevería a decir.
Por eso es que, digamos, Vargas puso un emergente por Guillén y debilitó la defensiva en busca de más carreras cuando ganaba 5×1 en el segundo encuentro. Y por eso es que Víctor ordenó el toque de bola en el mismo primer inning del último juego, pese a tener dos hombres en el circuito y ningún out: perdía 2×0, y optó por jugar safe.
Pero las tensiones del clima no pudieron cambiarle la cara a los mentores. Por el dugout de primera, Vargas tenía la relajación del que sabe que la guerra apenas ha empezado. “Es el año más tranquilo que he tenido con el equipo, me dijo. Si revisas el calendario, verás que la mayoría de los rivales tienen que ‘matarse’ entre ellos en las próximas subseries”.
En la acera de enfrente, VM navega con buen viento, acomodado en lo más alto de la tabla. Ni siquiera le preocupa tener que prescindir de Heredia, Víctor Víctor y Ariel Sánchez, a los cuales “no vamos a apurar por recomendación especializada”.
(Según Yoannis Berriel, médico del conjunto, cada uno sigue un régimen individualizado de restablecimiento, y todos van a estar aptos para la próxima etapa. Inclusive el derecho Joel Suárez, quien padece inflamación en el codo).
“Nosotros queremos clasificar en primer lugar”, enfatiza el manager de los Cocodrilos, que me adelanta su interés por reforzarse en la receptoría, la inicial y el cuerpo de lanzadores. Vargas, en tanto, parece decidido esta vez a pedir algún que otro jugador de posición, a contrapelo de la línea que asumió en las temporadas anteriores, limitada a elegir pitchers.
¿Se dará en 2015 un play off entre Matanzas e Industriales? ¿Estarán cara a cara los dos ídolos de los 80 y los 90? Morbo garantizado, si se diera.
Desde mayo del año 2012 -¿se acuerda, aquel play off a siete juegos con Antonio Romero en rol de héroe?-, esta es la pulseada de moda en nuestro béisbol, tan necesitado de alicientes como de tabla el náufrago. Las pistolas del morbo se disparan cada vez que ellos se enfrentan, y el campeonato lo agradece con rugidos de grada y sirenas en pugna.
Pantano versus selva. La mordida más poderosa del reino animal contra la mayestática apostura del amo de la jungla. De eso se trata: el cocodrilo de VM32 –equipo sotanero que saltó a la elite gracias al cambio de mentalidad de dirección-, enfrentado con Lázaro Vargas y su león de doce títulos domésticos.
Porque es raro, pero a veces ocurre que las grandes porfías deportivas cambian de protagonistas. Normalmente perduran, como pasa con River y Boca, Barcelona y Madrid, Boston y Nueva York… Sin embargo, una conjugación de circunstancias sacó de la batalla contra los Industriales a Santiago de Cuba –herida por deserciones y retiros, incapaz de encontrarle relevo a una generación descomunal-, y Matanzas ocupó la vacante.
De la noche a la mañana, los cenagueros devinieron modelo de estabilidad competitiva. Terceros en la Serie Nacional 51, segundos en las dos temporadas siguientes, plantaron sus banderas apoyados en el quehacer de Víctor Mesa –un tremendo ganador de partidos, aunque no de campeonatos-, y en los buenos oficios de una tropa de preparadores minuciosos y atletas (cuando menos) cumplidores.
Así, como en los viejos tiempos de Almendares y Habana, las pasiones se agrupan entre el azul y el rojo. Hay calor suficiente en el diamante, y ese fervor trasciende a los dugouts. De ahí que si Víctor habla con el árbitro, Vargas sale enseguida de la cueva; si el “20” llama aparte al bateador, el “32” le da un consejo al pitcher… Toma y daca. Acción y reacción. Puja de autoridades que le pone pimienta adicional a los partidos.
La semana pasada discurrió un nuevo capítulo de esta novela. Fue en el Victoria de Girón, y allá la vieja guardia azul (Malleta, Urgellés, Rudy…) no bastó para vencer las ambiciones rojas encarnadas por la inspiración de Moreira y Santoya. Sin embargo, lo más claro que arrojó el dual meet es que ambos adversarios se respetan bastante. Demasiado, me atrevería a decir.
Por eso es que, digamos, Vargas puso un emergente por Guillén y debilitó la defensiva en busca de más carreras cuando ganaba 5×1 en el segundo encuentro. Y por eso es que Víctor ordenó el toque de bola en el mismo primer inning del último juego, pese a tener dos hombres en el circuito y ningún out: perdía 2×0, y optó por jugar safe.
Pero las tensiones del clima no pudieron cambiarle la cara a los mentores. Por el dugout de primera, Vargas tenía la relajación del que sabe que la guerra apenas ha empezado. “Es el año más tranquilo que he tenido con el equipo, me dijo. Si revisas el calendario, verás que la mayoría de los rivales tienen que ‘matarse’ entre ellos en las próximas subseries”.
En la acera de enfrente, VM navega con buen viento, acomodado en lo más alto de la tabla. Ni siquiera le preocupa tener que prescindir de Heredia, Víctor Víctor y Ariel Sánchez, a los cuales “no vamos a apurar por recomendación especializada”.
(Según Yoannis Berriel, médico del conjunto, cada uno sigue un régimen individualizado de restablecimiento, y todos van a estar aptos para la próxima etapa. Inclusive el derecho Joel Suárez, quien padece inflamación en el codo).
“Nosotros queremos clasificar en primer lugar”, enfatiza el manager de los Cocodrilos, que me adelanta su interés por reforzarse en la receptoría, la inicial y el cuerpo de lanzadores. Vargas, en tanto, parece decidido esta vez a pedir algún que otro jugador de posición, a contrapelo de la línea que asumió en las temporadas anteriores, limitada a elegir pitchers.
¿Se dará en 2015 un play off entre Matanzas e Industriales? ¿Estarán cara a cara los dos ídolos de los 80 y los 90? Morbo garantizado, si se diera.