Más que el apasionante juego de béisbol en sí mismo, pareciera que el verdadero deporte nacional de los cubanos es el poco saludable –y por otro lado, sempiterno- hábito de comparar épocas, de asumir a ultranza que en materia de bolas y strikes cualquier tiempo pasado fue mejor. Así, se tiende a evaluar al trozo de historia que comenzó con el nuevo milenio como una fase menor, una época gris en la centenaria trayectoria de nuestra pelota. Y por esa misma ley infalible se afirma una y otra vez que los jonroneros de verdad, los auténticos, se llaman Kindelán, Muñoz, Romelio, Cheíto, Marquetti, Junco o Julio Germán.
Y aunque algo de razón tendrán (o mucho, probablemente), me resisto a creer que los sluggers de hoy sean apenas imposturas, meros oportunistas que aprovechan el diezmo al que han sido sometidos los bullpens de todo el país. Para muchos, el arrasador paso del tiempo, que se llevó a los grandes ídolos del box, y la hemorragia de ausencias que tiñe no solo al Caribe y a Norteamérica, sino a buena parte del mundo con el matiz rojo del talento cubano, son los responsables absolutos de que hombres como Joan Carlos Pedroso, Alfredo Despaigne, Yosvany Peraza, Yuliesky Gourriel, José Dariel Abreu, Yoenis Céspedes o Alexánder Guerrero hayan acumulado por años un buen número de bambinazos.
Ciertamente, pretender que la salud del béisbol cubano sigue siendo la misma, sería dar un salto al vacío tan ridículo como el que acostumbran ciertos equilibristas de la palabra, trapecistas del micrófono que se saben protegidos por no sé qué red y se dedican a vender el lucrativo humo del "no pasa nada, todo está bien". Sin embargo, la muy cubana costumbre de hacer generalizaciones y absolutizar realidades, pudiera llevarnos a olvidar que en toda época y en cualquier liga del mundo, los bateadores grandes y los modestos aprovechan por igual a los lanzadores de menor calidad para pegar vuelacercas.
Dánel Castro, otra vez...
Quizás por esa regla no escrita del béisbol, los bateadores que son capaces de llevarse las cercas ante lanzadores consagrados adquieren mayor relevancia. Y en la presente Serie Nacional, ninguno ha sobresalido más en este aspecto que el tunero Dánel Castro, quien ha conectado seis de sus ocho vuelacercas* ante serpentineros que podríamos considerar de primer nivel (primeros o segundos abridores, relevistas principales, integrantes de la Selección Nacional o pitchers de gran actuación en la temporada).
El camarero y designado de Las Tunas, ausente del Juego de las Estrellas y tantas veces obviado en nuestro béisbol, pegó cinco cuadrangulares con los Leñadores durante la etapa clasificatoria de la Serie, antes de añadir otros tres como refuerzo de los Cachorros de Holguín, en la segunda fase. Sus víctimas más ilustres han sido el pinareño Yosvani Torres, máximo ganador y mejor abridor de toda la campaña, además del diestro avileño Yánder Guevara, el zurdo pinero Wílber Pérez, el matancero Joel Suárez, el destacado relevista villaclareño Yasmani Hernández Rojas e, incluso, su propio compañero de equipo, Yoelkis Cruz, ahora abridor de los Cocodrilos de Matanzas.
Detrás de Dánel se ubica el granmense Alfredo Despaigne, colíder del torneo en batazos de cuatro esquinas. El actual jugador de las Avispas de Santiago de Cuba ha despachado 10 películas de largo metraje, seis de ellas ante lanzadores de calidad: el camagüeyano Norge Luis Ruiz, el mayabequense Ariel Miranda y el yumurino Joel Suárez, así como el avileño Vladimir García (vistiendo la camiseta de Pinar del Río), el pinareño Yosvani Torres y el espirituano Ismel Jiménez.
La parte alta de la lista de jonroneros que no ceden ante la calidad de los serpentineros contrarios incluye, también, al industrialista Rudy Reyes y al refuerzo guantanamero de Pinar, Giorvis Duvergel, ambos con tres de seis vuelacercas frente a los mejores cañoneros rivales. En el otro extremo de la relación que acompaña a este trabajo, sobresalen los nombres de bateadores ilustres como Frederich Cepeda (uno de ocho) y Yuliesky Gourriel (uno de nueve), al tiempo que otros como Yurisbel Gracial, Yadiel Hernández, Ramón Lunar, Yúnior Paumier o Alexánder Ayala, solo han castigado a lanzadores de segunda.
Y aunque algo de razón tendrán (o mucho, probablemente), me resisto a creer que los sluggers de hoy sean apenas imposturas, meros oportunistas que aprovechan el diezmo al que han sido sometidos los bullpens de todo el país. Para muchos, el arrasador paso del tiempo, que se llevó a los grandes ídolos del box, y la hemorragia de ausencias que tiñe no solo al Caribe y a Norteamérica, sino a buena parte del mundo con el matiz rojo del talento cubano, son los responsables absolutos de que hombres como Joan Carlos Pedroso, Alfredo Despaigne, Yosvany Peraza, Yuliesky Gourriel, José Dariel Abreu, Yoenis Céspedes o Alexánder Guerrero hayan acumulado por años un buen número de bambinazos.
Ciertamente, pretender que la salud del béisbol cubano sigue siendo la misma, sería dar un salto al vacío tan ridículo como el que acostumbran ciertos equilibristas de la palabra, trapecistas del micrófono que se saben protegidos por no sé qué red y se dedican a vender el lucrativo humo del "no pasa nada, todo está bien". Sin embargo, la muy cubana costumbre de hacer generalizaciones y absolutizar realidades, pudiera llevarnos a olvidar que en toda época y en cualquier liga del mundo, los bateadores grandes y los modestos aprovechan por igual a los lanzadores de menor calidad para pegar vuelacercas.
Dánel Castro, otra vez...
Quizás por esa regla no escrita del béisbol, los bateadores que son capaces de llevarse las cercas ante lanzadores consagrados adquieren mayor relevancia. Y en la presente Serie Nacional, ninguno ha sobresalido más en este aspecto que el tunero Dánel Castro, quien ha conectado seis de sus ocho vuelacercas* ante serpentineros que podríamos considerar de primer nivel (primeros o segundos abridores, relevistas principales, integrantes de la Selección Nacional o pitchers de gran actuación en la temporada).
El camarero y designado de Las Tunas, ausente del Juego de las Estrellas y tantas veces obviado en nuestro béisbol, pegó cinco cuadrangulares con los Leñadores durante la etapa clasificatoria de la Serie, antes de añadir otros tres como refuerzo de los Cachorros de Holguín, en la segunda fase. Sus víctimas más ilustres han sido el pinareño Yosvani Torres, máximo ganador y mejor abridor de toda la campaña, además del diestro avileño Yánder Guevara, el zurdo pinero Wílber Pérez, el matancero Joel Suárez, el destacado relevista villaclareño Yasmani Hernández Rojas e, incluso, su propio compañero de equipo, Yoelkis Cruz, ahora abridor de los Cocodrilos de Matanzas.
Detrás de Dánel se ubica el granmense Alfredo Despaigne, colíder del torneo en batazos de cuatro esquinas. El actual jugador de las Avispas de Santiago de Cuba ha despachado 10 películas de largo metraje, seis de ellas ante lanzadores de calidad: el camagüeyano Norge Luis Ruiz, el mayabequense Ariel Miranda y el yumurino Joel Suárez, así como el avileño Vladimir García (vistiendo la camiseta de Pinar del Río), el pinareño Yosvani Torres y el espirituano Ismel Jiménez.
La parte alta de la lista de jonroneros que no ceden ante la calidad de los serpentineros contrarios incluye, también, al industrialista Rudy Reyes y al refuerzo guantanamero de Pinar, Giorvis Duvergel, ambos con tres de seis vuelacercas frente a los mejores cañoneros rivales. En el otro extremo de la relación que acompaña a este trabajo, sobresalen los nombres de bateadores ilustres como Frederich Cepeda (uno de ocho) y Yuliesky Gourriel (uno de nueve), al tiempo que otros como Yurisbel Gracial, Yadiel Hernández, Ramón Lunar, Yúnior Paumier o Alexánder Ayala, solo han castigado a lanzadores de segunda.