La frase, casi al concluir el tema musical, del español Joan Manuel Serrat, expresa como pocos lo pudiéramos hacer el epilogo de esta gran final de la 53 Serie Nacional, que nos tiene a todos viviendo intensamente, ya no solo cada minuto de juego, sino cada segundo del día.
Puede ser una gran día lo mismo hoy que mañana, porque cualquiera sea el campeón, ya la victoria está alcanzada. Pinareños y matanceros han jugado una final que rebasa las fronteras de sus provincias para llegar a todo nuestro beisbolero país.
Tener la oportunidad de palpar los rostros, los latidos de los protagonistas, nos permite auscultar el propio terreno. No hemos visto un instante a Donald callado en la antesala vueltabajera, siempre alertando a lanzadores, receptor, o cualquier otro jugador; a Saavedra, convertido en un equipo, no solo por sus batazos, sino por la palabra oportuna. Así también se aprecia a José Miguel en la intermedia matancera, es la voz de su escuadra, o al combativo catcher Lázaro Herrera, pendiente a cada movimiento rival. Pero no son solo ellos, el resto y los de la banca también han ganado juegos porque son tantas las variables, que han tenido que ir al ruedo y en más de una ocasión han salido con el triunfo en su bate, en sus piernas o en su guante.
Hoy podría acabarse la 53 Serie Nacional y habría que reconocer a Alfonso Urquiola Crespo, no por erigirse monarca, sino por la enseñanza, por la confianza en los suyos, que se ha traducido en un Donald Duarte que en la postemporada se ha ido de 42-10, pero que le dijo si no hay receptor yo lo hago. Son cosas que no deciden el juego, pero que hacen ganarlo. Y habría que felicitarlo por regalarnos ese béisbol, que como él dice es impredecible, y hay que verlo siempre hacia adelante, para que no te sorprenda. Pero lo congratularía, aun sin ganar, por dos frases: “mis respetos para Matanzas y su dirección, es un equipo muy competitivo” y “nosotros podemos equivocarnos y de hecho nos pasa, pero el respeto a la afición es lo primero y quiero reconocer a la matancera y a la pinareña”.
Y si hoy se empatara y luego ganara Matanzas, habría que hacer lo mismo con Víctor Mesa Martínez. Su equipo es altamente competitivo, pero no es superior, en el papel, al rival, que tiene de su lado mejor pitcheo, ofensiva más balanceada y la experiencia que da la historia de nueve campeonatos ganados, sí porque Vegueros y Pinar del Río, es la misma cosa.
Víctor, al igual que Alfonso, ha sabido sacarle a cada pelotero lo que tiene y lo que jamás pensó el propio jugador que podía hacer. Las llamadas locuras, las expresiones corporales o hasta las equivocaciones, porque todos estamos expuestos a ellas, han signado el derrotero yumurino, otra vez noticia y por segunda vez consecutiva en una final.
Confieso que me resultaría difícil ver a uno de los dos perdiendo el campeonato, ver a una de las dos novenas cabizbajas por el resultado final. Por eso, al margen de las emociones del desenlace, cualquiera sea el vencedor, que no bajen la cabeza los que caigan, porque han levantado la estima de nuestro deporte nacional. Porque lo que han hecho será un punto de partida para una necesaria transformación en aras de la calidad de varios procesos en la pelota cubana, sobre los cuales, como ya dijimos, habrá que continuar el análisis.
Hoy para Pinar puede ser un gran día, y mañana para Matanzas también, pero los mejores días lo hemos pasado nosotros por lo que nos han regalado los peloteros.
Puede ser una gran día lo mismo hoy que mañana, porque cualquiera sea el campeón, ya la victoria está alcanzada. Pinareños y matanceros han jugado una final que rebasa las fronteras de sus provincias para llegar a todo nuestro beisbolero país.
Tener la oportunidad de palpar los rostros, los latidos de los protagonistas, nos permite auscultar el propio terreno. No hemos visto un instante a Donald callado en la antesala vueltabajera, siempre alertando a lanzadores, receptor, o cualquier otro jugador; a Saavedra, convertido en un equipo, no solo por sus batazos, sino por la palabra oportuna. Así también se aprecia a José Miguel en la intermedia matancera, es la voz de su escuadra, o al combativo catcher Lázaro Herrera, pendiente a cada movimiento rival. Pero no son solo ellos, el resto y los de la banca también han ganado juegos porque son tantas las variables, que han tenido que ir al ruedo y en más de una ocasión han salido con el triunfo en su bate, en sus piernas o en su guante.
Hoy podría acabarse la 53 Serie Nacional y habría que reconocer a Alfonso Urquiola Crespo, no por erigirse monarca, sino por la enseñanza, por la confianza en los suyos, que se ha traducido en un Donald Duarte que en la postemporada se ha ido de 42-10, pero que le dijo si no hay receptor yo lo hago. Son cosas que no deciden el juego, pero que hacen ganarlo. Y habría que felicitarlo por regalarnos ese béisbol, que como él dice es impredecible, y hay que verlo siempre hacia adelante, para que no te sorprenda. Pero lo congratularía, aun sin ganar, por dos frases: “mis respetos para Matanzas y su dirección, es un equipo muy competitivo” y “nosotros podemos equivocarnos y de hecho nos pasa, pero el respeto a la afición es lo primero y quiero reconocer a la matancera y a la pinareña”.
Y si hoy se empatara y luego ganara Matanzas, habría que hacer lo mismo con Víctor Mesa Martínez. Su equipo es altamente competitivo, pero no es superior, en el papel, al rival, que tiene de su lado mejor pitcheo, ofensiva más balanceada y la experiencia que da la historia de nueve campeonatos ganados, sí porque Vegueros y Pinar del Río, es la misma cosa.
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