El pasado domingo el colega Osvaldo Rojas lanzó una propuesta interesante en el diario Juventud Rebelde: la de poner nombres propios a los premios individuales en nuestras Series Nacionales de béisbol.
En su opinión, el mejor lanzador derecho de la Serie debe merecer el premio José Antonio Huelga y el zurdo el Changa Mederos. Aquí discrepo ligeramente, en el sentido de que no se premia así en el caso del mejor serpentinero de una temporada, la distinción por el brazo utilizado es apenas en el Todos Estrellas.
Por eso, el equivalente al Cy Young es un uno solo, y en mi opinión puede llamarse perfectamente Huelga. Coincidimos también en cuanto al Jugador Más Valioso (JMV), nada mejor que Martín Dihigo en nuestro caso.
Lo que siempre ha sido un problema, no solo en Cuba, es que no hay un galardón solamente para bateadores, y ellos entonces acaparan casi siempre el de JMV.
Después de 1956, cuando comenzó a otorgarse el Cy Young, y hasta 1973, solamente tres serpentineros se llevaron el premio, y estamos hablando de más de treinta oportunidades, contando las dos Ligas.
No resulta muy lógico, si como dice un viejo adagio beisbolero, el pitcheo es el 70 por ciento de una victoria. Desde que apareció el designado en 1973 hasta hoy la lista se reduce a seis serpentineros en más de 60 chances: Rollie Fingers (1981), Willie Hernández (1984), Roger Clemens (1986), Dennis Eckersley (1992), Justin Verlander (2011) y Clayton Kershaw (2014), cinco de ellos provenientes de la Liga Americana.
En varias de esas campañas se han registrado excepcionales actuaciones desde la lomita, como la de Tom Seaver en 1969 (25 triunfos y siete derrotas y 2.21 de Promedio de Carreras Limpias), Steve Carlton en 1972 (27-10, 1.98), Ron Guidry en 1978 (25-3, 1.74), y Bob Welch en 1990 (27-6, 2.95), por solamente contabilizar los que ganaron 25 desafíos o más. Los seis de más arriba ganaron menos, pero se llevaron el JMV, y de estos últimos, solamente el esfuerzo de Carlton no fue suficiente para llevar a los suyos a la discusión del título.
Ha sido mucha la reticencia de los votantes a distinguir a los lanzadores como JMV, en buena medida porque ya ellos tienen el Cy Young, y un toletero que no gana el JMV, casi se va con las manos vacías.
Por eso me parece necesario tener un premio solamente para bateadores, que en Cuba pudiera llamarse Tambor Mayor, o algo por el estilo, para que luego el JMV se decida en igualdad de condiciones entre lanzadores y bateadores. Me parece muy atractivo que exista el Huelga, el Dihigo y el Tambor Mayor, por ejemplo, para premiar lo más selecto de cada año.
Son apenas ideas, pero en nuestro contexto sería muy bueno y contribuye al espectáculo. Y ya sabemos que cualquier cosa capaz de levantar el espectáculo en estos momentos no debe ser despreciada.
En su opinión, el mejor lanzador derecho de la Serie debe merecer el premio José Antonio Huelga y el zurdo el Changa Mederos. Aquí discrepo ligeramente, en el sentido de que no se premia así en el caso del mejor serpentinero de una temporada, la distinción por el brazo utilizado es apenas en el Todos Estrellas.
Por eso, el equivalente al Cy Young es un uno solo, y en mi opinión puede llamarse perfectamente Huelga. Coincidimos también en cuanto al Jugador Más Valioso (JMV), nada mejor que Martín Dihigo en nuestro caso.
Lo que siempre ha sido un problema, no solo en Cuba, es que no hay un galardón solamente para bateadores, y ellos entonces acaparan casi siempre el de JMV.
Después de 1956, cuando comenzó a otorgarse el Cy Young, y hasta 1973, solamente tres serpentineros se llevaron el premio, y estamos hablando de más de treinta oportunidades, contando las dos Ligas.
No resulta muy lógico, si como dice un viejo adagio beisbolero, el pitcheo es el 70 por ciento de una victoria. Desde que apareció el designado en 1973 hasta hoy la lista se reduce a seis serpentineros en más de 60 chances: Rollie Fingers (1981), Willie Hernández (1984), Roger Clemens (1986), Dennis Eckersley (1992), Justin Verlander (2011) y Clayton Kershaw (2014), cinco de ellos provenientes de la Liga Americana.
En varias de esas campañas se han registrado excepcionales actuaciones desde la lomita, como la de Tom Seaver en 1969 (25 triunfos y siete derrotas y 2.21 de Promedio de Carreras Limpias), Steve Carlton en 1972 (27-10, 1.98), Ron Guidry en 1978 (25-3, 1.74), y Bob Welch en 1990 (27-6, 2.95), por solamente contabilizar los que ganaron 25 desafíos o más. Los seis de más arriba ganaron menos, pero se llevaron el JMV, y de estos últimos, solamente el esfuerzo de Carlton no fue suficiente para llevar a los suyos a la discusión del título.
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