Brazos frescos para dominar a la artillería rival es la tónica del béisbol moderno, sin embargo, en nuestra Serie Nacional la especialización aún no se ha arraigado en la mayoría de los equipos.
La decisión más difícil para cualquier director de equipo, la primera a tomar juego por juego. Puede no haber problemas con la alineación, por ser casi perfecta. Pero decidir quién será el lanzador abridor es el dilema diario de cada mentor, por la tremenda importancia que reviste el pitcheo en el béisbol.
En los albores de este deporte los serpentineros que iniciaban trabajaban entrada tras entrada hasta completar el juego, verdaderos brazos de hierro capaces, incluso, de subirse en la lomita en dos ocasiones en un mismo día. Esto ha cambiado radicalmente con la llamada “especialización”.
Ahora, la tarea fundamental del abridor es mantenerse durante seis capítulos para cederle su puesto en el montículo a un relevista y este, a su vez, a un cerrador, ambos por lo general con características diferentes al del serpentinero que comenzó. Brazos frescos para dominar a la artillería rival es la tónica del béisbol moderno, aceptada universalmente por su eficacia, además de preservar a los hombres del exceso de trabajo causante de lesiones.
¿Cuáles son, por tanto, los atributos que debe de tener un abridor? Primero, resistencia, para poder efectuar una cantidad de lanzamientos que oscila entre 90 y 100. Segundo, control, un elemento primordial para quien aspira a tener éxito. Tercero, dominar más de un lanzamiento y combinarlos con inteligencia, pues resulta casi imposible sacar 18 outs con un mismo envío, así sea la recta más veloz o la curva más pronunciada; los bateadores se van acostumbrando poco a poco.
En nuestra Serie Nacional la especialización aún no se ha arraigado en la mayoría de los equipos. En un comentario durante la pasada campaña abordé el trabajo de los relevistas. No fue satisfactorio, todo lo contrario: promediaron 4,06 carreras limpias por cada nueve entradas de labor y embasaron a 1,52 corredores por capítulo.
Resultaría interesante comprobar el comportamiento de los abridores en la 53 Serie Nacional. La tabla estadística que acompaña este comentario es reveladora de aspectos importantes. En primer lugar, solo hubo 14 juegos completos, de ellos la mitad a la cuenta de los pinareños, poseedores del mejor cuerpo de abridores de la pelota cubana, líderes también en promedio de limpias —un excelente 2,76—, y punteros también en un indicador muy significativo, el llamado WHIP (cantidad de hombres embasados por jit o bases por bolas en cada entrada), 1,22.
El reverso de la medalla fue Santiago de Cuba, pues los lanzadores que iniciaron los encuentros en la segunda fase clasificaron como los peores en efectividad, cinco carreras limpias por salida, y en WHIP, 1,51. El octavo puesto de los santiagueros no tuvo nada de casualidad, es una resultante del mal trabajo de su pitcheo, el abridor en este caso.
Cuando revisamos los totales, salta a la vista que los promedios de ponches y bases por bolas por nueve innings son casi idénticos, 4,0 en el primer caso y 3,6 en el segundo. Falta de control sin duda. En cuanto a las entradas lanzadas, el promedio general de la 53 Serie fue de 5,1, todavía insuficiente si tenemos en cuenta que lo ideal sería llegar a los dos primeros tercios del partido.
Contar con un cuerpo de abridores efectivo es una garantía. Los ejemplos saltan a la vista. Pinar del Río es el campeón nacional apoyado en un cuarteto muy efectivo, liderado por el derecho Yosvani Torres y el zurdo Julio Alfredo Martínez. Cuba consiguió la barrida en el tope del pasado julio frente a Estados Unidos gracias, en buena medida, al trabajo de sus abridores, dos de ellos capaces de tirar siete entradas y uno con seis innings impecables.
Todos con menos de 25 años. Hay talento que asegura el futuro.
La decisión más difícil para cualquier director de equipo, la primera a tomar juego por juego. Puede no haber problemas con la alineación, por ser casi perfecta. Pero decidir quién será el lanzador abridor es el dilema diario de cada mentor, por la tremenda importancia que reviste el pitcheo en el béisbol.
En los albores de este deporte los serpentineros que iniciaban trabajaban entrada tras entrada hasta completar el juego, verdaderos brazos de hierro capaces, incluso, de subirse en la lomita en dos ocasiones en un mismo día. Esto ha cambiado radicalmente con la llamada “especialización”.
Ahora, la tarea fundamental del abridor es mantenerse durante seis capítulos para cederle su puesto en el montículo a un relevista y este, a su vez, a un cerrador, ambos por lo general con características diferentes al del serpentinero que comenzó. Brazos frescos para dominar a la artillería rival es la tónica del béisbol moderno, aceptada universalmente por su eficacia, además de preservar a los hombres del exceso de trabajo causante de lesiones.
¿Cuáles son, por tanto, los atributos que debe de tener un abridor? Primero, resistencia, para poder efectuar una cantidad de lanzamientos que oscila entre 90 y 100. Segundo, control, un elemento primordial para quien aspira a tener éxito. Tercero, dominar más de un lanzamiento y combinarlos con inteligencia, pues resulta casi imposible sacar 18 outs con un mismo envío, así sea la recta más veloz o la curva más pronunciada; los bateadores se van acostumbrando poco a poco.
En nuestra Serie Nacional la especialización aún no se ha arraigado en la mayoría de los equipos. En un comentario durante la pasada campaña abordé el trabajo de los relevistas. No fue satisfactorio, todo lo contrario: promediaron 4,06 carreras limpias por cada nueve entradas de labor y embasaron a 1,52 corredores por capítulo.
Resultaría interesante comprobar el comportamiento de los abridores en la 53 Serie Nacional. La tabla estadística que acompaña este comentario es reveladora de aspectos importantes. En primer lugar, solo hubo 14 juegos completos, de ellos la mitad a la cuenta de los pinareños, poseedores del mejor cuerpo de abridores de la pelota cubana, líderes también en promedio de limpias —un excelente 2,76—, y punteros también en un indicador muy significativo, el llamado WHIP (cantidad de hombres embasados por jit o bases por bolas en cada entrada), 1,22.
El reverso de la medalla fue Santiago de Cuba, pues los lanzadores que iniciaron los encuentros en la segunda fase clasificaron como los peores en efectividad, cinco carreras limpias por salida, y en WHIP, 1,51. El octavo puesto de los santiagueros no tuvo nada de casualidad, es una resultante del mal trabajo de su pitcheo, el abridor en este caso.
Cuando revisamos los totales, salta a la vista que los promedios de ponches y bases por bolas por nueve innings son casi idénticos, 4,0 en el primer caso y 3,6 en el segundo. Falta de control sin duda. En cuanto a las entradas lanzadas, el promedio general de la 53 Serie fue de 5,1, todavía insuficiente si tenemos en cuenta que lo ideal sería llegar a los dos primeros tercios del partido.
Contar con un cuerpo de abridores efectivo es una garantía. Los ejemplos saltan a la vista. Pinar del Río es el campeón nacional apoyado en un cuarteto muy efectivo, liderado por el derecho Yosvani Torres y el zurdo Julio Alfredo Martínez. Cuba consiguió la barrida en el tope del pasado julio frente a Estados Unidos gracias, en buena medida, al trabajo de sus abridores, dos de ellos capaces de tirar siete entradas y uno con seis innings impecables.
Todos con menos de 25 años. Hay talento que asegura el futuro.
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