Inquieta el paso errático de Pinar del Río en los compases iniciales de la 54 Serie Nacional de Béisbol, que se acerca al cierre de la primera mitad con los actuales monarcas en posiciones de retaguardia, aun cuando este viernes superaron 11-5 a Santiago de Cuba.
En un recorrido por ocho provincias del archipiélago he podido constatar la preocupación entre los aficionados —algo lógico si tenemos en cuenta que los vueltabajeros representarán a Cuba en la venidera Serie del Caribe en Puerto Rico— aunque de continuar su accionar como ante los santiagueros en el segundo partido de la serie particular, pudiera cambiar su semblante.
Realicé un estudio de las estadísticas del campeonato a fin de encontrar el agujero negro por dónde pierden las victorias, y afloró una profunda crisis ofensiva, matizada por la baja de poner hombres en circulación y la pobre efectividad a la hora de avanzar o remolcar corredores.
Los pupilos de Alfonso Urquiola pisan la goma un promedio de tres veces por encuentro (48 carreras en 16 partidos, sin incluir el resultado de este viernes), el indicador más bajo entre todos los contendientes de la lid, cuya media de anotadas por conjunto anda en 4,28, liderados por los feroces Cocodrilos matanceros (6,78).
Pudiera pensarse que tal déficit de carreras se justifica con la baja productividad, aunque Pinar afronta una dificultad mayor, relacionada con el promedio de embase (326), entre los más bajos del torneo. Peloteros como David Castillo, Randy Arrozarena y Reinier León, quienes teóricamente deberían ocupar los puestos de cabecera en la alineación, han tenido un inicio bien lento, lejos de los parámetros ideales de un hombre proa.
Ningún integrante del equipo escapa de un slump que abarca ya más de un tercio de la ronda. Ni siquiera los históricos toleteros del conjunto, entiéndase Donal Duarte, William Saavedra, Yosvany Peraza y Lorenzo Quintana, han logrado aplacar la debacle, que los tiene de colistas en jits (130), extrabases (22), slugging (305) y average (238), y penúltimos en estafas (3).
Cierto que le restan tres choques suspendidos, pero dos de ellos son ante Granma, novena que también en 16 fechas ha mostrado un arsenal ofensivo notable, mejorías en la defensa y un pitcheo sólido comandado por Alaín Tamayo y José Armando Peña, tradicionales relevistas que han dado la cara en rol de abridor.
Válido reconocer que este bache tendría proporciones mayores de no ser por la defensa, en la media del certamen, y la excelente labor de los serpentineros, cuyo ritmo y dominio les ha permitido, al menos, mantener una buena cantidad de juegos cerrados, sin diferencias avasalladoras que mellen la confianza de un plantel ya golpeado por los reveses y una inusual ubicación en la tabla.
De cualquier manera, el panorama es nebuloso, teniendo en cuenta el margen de recuperación tan breve que existe por lo fugaz del calendario clasificatorio. Prender las turbinas de inmediato y apelar abiertamente a su linaje triunfador constituyen las únicas opciones de los actuales reyes del béisbol cubano, que de seguro no bajarán las armas como indica el manual de Urquiola, manager de éxito y motivador nato cuyo es inspirar de nuevo a los suyos.
En un recorrido por ocho provincias del archipiélago he podido constatar la preocupación entre los aficionados —algo lógico si tenemos en cuenta que los vueltabajeros representarán a Cuba en la venidera Serie del Caribe en Puerto Rico— aunque de continuar su accionar como ante los santiagueros en el segundo partido de la serie particular, pudiera cambiar su semblante.
Realicé un estudio de las estadísticas del campeonato a fin de encontrar el agujero negro por dónde pierden las victorias, y afloró una profunda crisis ofensiva, matizada por la baja de poner hombres en circulación y la pobre efectividad a la hora de avanzar o remolcar corredores.
Los pupilos de Alfonso Urquiola pisan la goma un promedio de tres veces por encuentro (48 carreras en 16 partidos, sin incluir el resultado de este viernes), el indicador más bajo entre todos los contendientes de la lid, cuya media de anotadas por conjunto anda en 4,28, liderados por los feroces Cocodrilos matanceros (6,78).
Pudiera pensarse que tal déficit de carreras se justifica con la baja productividad, aunque Pinar afronta una dificultad mayor, relacionada con el promedio de embase (326), entre los más bajos del torneo. Peloteros como David Castillo, Randy Arrozarena y Reinier León, quienes teóricamente deberían ocupar los puestos de cabecera en la alineación, han tenido un inicio bien lento, lejos de los parámetros ideales de un hombre proa.
Ningún integrante del equipo escapa de un slump que abarca ya más de un tercio de la ronda. Ni siquiera los históricos toleteros del conjunto, entiéndase Donal Duarte, William Saavedra, Yosvany Peraza y Lorenzo Quintana, han logrado aplacar la debacle, que los tiene de colistas en jits (130), extrabases (22), slugging (305) y average (238), y penúltimos en estafas (3).
Cierto que le restan tres choques suspendidos, pero dos de ellos son ante Granma, novena que también en 16 fechas ha mostrado un arsenal ofensivo notable, mejorías en la defensa y un pitcheo sólido comandado por Alaín Tamayo y José Armando Peña, tradicionales relevistas que han dado la cara en rol de abridor.
Válido reconocer que este bache tendría proporciones mayores de no ser por la defensa, en la media del certamen, y la excelente labor de los serpentineros, cuyo ritmo y dominio les ha permitido, al menos, mantener una buena cantidad de juegos cerrados, sin diferencias avasalladoras que mellen la confianza de un plantel ya golpeado por los reveses y una inusual ubicación en la tabla.
De cualquier manera, el panorama es nebuloso, teniendo en cuenta el margen de recuperación tan breve que existe por lo fugaz del calendario clasificatorio. Prender las turbinas de inmediato y apelar abiertamente a su linaje triunfador constituyen las únicas opciones de los actuales reyes del béisbol cubano, que de seguro no bajarán las armas como indica el manual de Urquiola, manager de éxito y motivador nato cuyo es inspirar de nuevo a los suyos.