No podía dejar de decirlo, porque una vez más el doble rasero se impone en la forma de pensar y hacer de la pelota cubana, que prohíbe y defiende a ultranza la protección del brazo de cada lanzador, siempre y cuando se trate de la Serie Nacional, pero en cambio se abusa en exceso de un joven pitcher en un torneo internacional para proteger una medalla o un lugar o a veces hasta una condición de invicto. Norge Luis Ruiz fue —igual que su coterráneo Vicyohandri Odelín en la última Serie del Caribe— sobre utilizado innecesariamente en la semifinal de los Juegos Centroamericanos y del Caribe Veracruz 2014.
La cuestión no es siquiera si Cionel Pérez era el lanzador indicado para sustituirlo, o si el que debía haber abierto el noveno inning era Vladimir Gutiérrez, Héctor Mendoza o Yaisel Sierra. La cuestión es que Ruiz no debió haber salido en la novena entrada, y punto… ¿o es que después de todo no se confía en los relevistas?
En más de una ocasión he hablado de lo innecesaria y descabellada que me parece la reglamentación de 100 lanzamientos existente en las Series Nacionales, cuando hay lanzadores que, como precisamente indica el caso de Norge Luis, pueden pasar ampliamente del centenar sin sentírselo mucho.
Lo alarmante es que se critique con exceso el hecho de que algún mentor en la Serie Nacional utilice de manera indiscriminada a un lanzador y se alabe que alguien haga lo mismo cuando se trate del equipo Cuba. O sea, que es inconcebible que un manager se pase con un pitcher durante nuestro torneo doméstico, pero cuando se trata de la selección nacional el pitcher es “guapo”.
El resultado de los hechos que muchos cubanos presenciamos ayer por la televisión puede ser catastrófico para el brazo de un Norge Luis Ruiz que, a sus veinte años de edad, y teniendo en cuenta los antecedentes de los mismos lanzadores jóvenes con condiciones de Camagüey en los últimos veinte años (dígase Omar Luis Martínez, el guerrero Odelín, que también sufrió con su brazo, o el zurdo Elier Sánchez), que lo pongan a lanzar muy por encima de los 100 envíos cuando la costumbre que tiene de la Serie Nacional es que cuando se acerca a esta cifra suena la alarma.
Mi objetivo no es criticar por simple capricho o por atacar a una dirección de un equipo —sí, la culpa no es de Víctor Mesa— que donde menos desaciertos ha tenido ha sido precisamente en el manejo del pitcheo. Lo que realmente preocupa es que volvemos a alabar las decisiones que se tomen para defender la gloria nacional, aunque sea en unos Centroamericanos, sin importar que antes y después las critiquemos cuando sean tomadas por un mentor de la Serie Nacional, si bien esas, por ley, son estrategias que no les está permitido seguir.
Madison Bumgarner fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, y habría logrado este galardón aún si no se encaramaba en el box para abrir el quinto inning del séptimo desafío, luego de apenas dos noches de descanso siguiendo una blanqueada completa de 117 lanzamientos. Luego de apuntarse el juego salvado de más entradas en la historia de las Series Mundiales (es difícil o casi imposible salvar un partido lanzando cinco innings en el mismo), Mad-bum confesó estar cansado. ¿Cómo no habría de estarlo?
Otra cosas que nadie se ha detenido a pensar es en la tensión: debajo en el marcador por dos, y con una ofensiva cubana que no pegó hits hasta el quinto episodio, era una situación mucho más tensa para el camagüeyano, que debió emplearse mucho más a fondo para evitar primero que los quisqueyanos fabricaran otra que los alejara peligrosamente, y luego para proteger una ventaja mínima. El nivel de tensión de un encuentro influye mucho en el agotamiento del lanzador, pues si el partido es cerrado, tiene que recurrir a todos sus recursos en pos de alcanzar la victoria, que es después de todo la razón por la que está en el box.
El hecho de que Norge Luis Ruiz haya estado lanzando ampliamente por encima de las 90 millas por hora en ese noveno inning que NUNCA debió haber abierto no quiere decir que no haya estado agotado. Precisamente el jonrón que le pegó Pedro Feliz y el hit que llegó a seguidas fueron muestras de que estaba cediendo, de que no estaba dominando sus envíos como lo estuvo durante todo el partido luego de las dos carreras iniciales.
Esto nada tiene que ver con su ya probado coraje y con sus más que demostrados deseos de que su equipo gane… esas son virtudes que definitivamente ya no necesita demostrar. Y si quería seguir lanzando, más que animarlo a hacerlo, la dirección del conjunto debió disuadirlo de esa idea, porque su valor va altamente ligado a la imprudencia y la poca noción de peligro que puede tener debido a su corta edad. Todos los que han pasado por ella podrán dar fe de que se vive intensamente, y de que no se es a veces consecuente con las cosas que implican riesgos.
Por supuesto, que si pasarse de los 100 envíos fuese un hábito en algunos lanzadores, los hechos de la semifinal centroamericana no serían de tanta preocupación. La Comisión Nacional de Béisbol debería evaluar este aspecto cuidadosamente: si no se van a respetar los límites de lanzamiento en el equipo nacional, al menos deberían aumentar la cuota para los conjuntos de la Serie Nacional, pero esos cambios de filosofía podrían acabar con la carrera de un lanzador.
La cuestión no es siquiera si Cionel Pérez era el lanzador indicado para sustituirlo, o si el que debía haber abierto el noveno inning era Vladimir Gutiérrez, Héctor Mendoza o Yaisel Sierra. La cuestión es que Ruiz no debió haber salido en la novena entrada, y punto… ¿o es que después de todo no se confía en los relevistas?
En más de una ocasión he hablado de lo innecesaria y descabellada que me parece la reglamentación de 100 lanzamientos existente en las Series Nacionales, cuando hay lanzadores que, como precisamente indica el caso de Norge Luis, pueden pasar ampliamente del centenar sin sentírselo mucho.
Lo alarmante es que se critique con exceso el hecho de que algún mentor en la Serie Nacional utilice de manera indiscriminada a un lanzador y se alabe que alguien haga lo mismo cuando se trate del equipo Cuba. O sea, que es inconcebible que un manager se pase con un pitcher durante nuestro torneo doméstico, pero cuando se trata de la selección nacional el pitcher es “guapo”.
El resultado de los hechos que muchos cubanos presenciamos ayer por la televisión puede ser catastrófico para el brazo de un Norge Luis Ruiz que, a sus veinte años de edad, y teniendo en cuenta los antecedentes de los mismos lanzadores jóvenes con condiciones de Camagüey en los últimos veinte años (dígase Omar Luis Martínez, el guerrero Odelín, que también sufrió con su brazo, o el zurdo Elier Sánchez), que lo pongan a lanzar muy por encima de los 100 envíos cuando la costumbre que tiene de la Serie Nacional es que cuando se acerca a esta cifra suena la alarma.
Mi objetivo no es criticar por simple capricho o por atacar a una dirección de un equipo —sí, la culpa no es de Víctor Mesa— que donde menos desaciertos ha tenido ha sido precisamente en el manejo del pitcheo. Lo que realmente preocupa es que volvemos a alabar las decisiones que se tomen para defender la gloria nacional, aunque sea en unos Centroamericanos, sin importar que antes y después las critiquemos cuando sean tomadas por un mentor de la Serie Nacional, si bien esas, por ley, son estrategias que no les está permitido seguir.
Madison Bumgarner fue el Jugador Más Valioso de la Serie Mundial, y habría logrado este galardón aún si no se encaramaba en el box para abrir el quinto inning del séptimo desafío, luego de apenas dos noches de descanso siguiendo una blanqueada completa de 117 lanzamientos. Luego de apuntarse el juego salvado de más entradas en la historia de las Series Mundiales (es difícil o casi imposible salvar un partido lanzando cinco innings en el mismo), Mad-bum confesó estar cansado. ¿Cómo no habría de estarlo?
Otra cosas que nadie se ha detenido a pensar es en la tensión: debajo en el marcador por dos, y con una ofensiva cubana que no pegó hits hasta el quinto episodio, era una situación mucho más tensa para el camagüeyano, que debió emplearse mucho más a fondo para evitar primero que los quisqueyanos fabricaran otra que los alejara peligrosamente, y luego para proteger una ventaja mínima. El nivel de tensión de un encuentro influye mucho en el agotamiento del lanzador, pues si el partido es cerrado, tiene que recurrir a todos sus recursos en pos de alcanzar la victoria, que es después de todo la razón por la que está en el box.
El hecho de que Norge Luis Ruiz haya estado lanzando ampliamente por encima de las 90 millas por hora en ese noveno inning que NUNCA debió haber abierto no quiere decir que no haya estado agotado. Precisamente el jonrón que le pegó Pedro Feliz y el hit que llegó a seguidas fueron muestras de que estaba cediendo, de que no estaba dominando sus envíos como lo estuvo durante todo el partido luego de las dos carreras iniciales.
Esto nada tiene que ver con su ya probado coraje y con sus más que demostrados deseos de que su equipo gane… esas son virtudes que definitivamente ya no necesita demostrar. Y si quería seguir lanzando, más que animarlo a hacerlo, la dirección del conjunto debió disuadirlo de esa idea, porque su valor va altamente ligado a la imprudencia y la poca noción de peligro que puede tener debido a su corta edad. Todos los que han pasado por ella podrán dar fe de que se vive intensamente, y de que no se es a veces consecuente con las cosas que implican riesgos.
Por supuesto, que si pasarse de los 100 envíos fuese un hábito en algunos lanzadores, los hechos de la semifinal centroamericana no serían de tanta preocupación. La Comisión Nacional de Béisbol debería evaluar este aspecto cuidadosamente: si no se van a respetar los límites de lanzamiento en el equipo nacional, al menos deberían aumentar la cuota para los conjuntos de la Serie Nacional, pero esos cambios de filosofía podrían acabar con la carrera de un lanzador.