En una jornada donde los veteranos demostraron una vez que son los más indicados para decidir partidos tensos, la tropa de Pablo Civil continuó enloquecida haciendo leña de todo lo que encuentra a su paso y alcanzó su séptima victoria consecutiva para aumentar aún más su cómoda ventaja en el sitial de honor de la serie nacional cubana de béisbol.
Lo de los leñadores no tiene nombre, ya es imposible de definir en palabras. Uno de estos días, cuando salgan derrotados en un partido (que tendrá que suceder), hay que poner un titular en grande que lo anuncie a los cuatro vientos. Por ahora no es noticia que ganaran en entrada extra, todos, menos los gallos, sabían que esto iba a suceder.
Si peligroso para los espirituanos era llegar al décimo episodio con empate en el marcador (2-2) frente al equipo más bateador de la serie, más peligroso aún era transferir intencionalmente a Jorge Jhonson para llenar las bases y lanzarle a Danel Castro.
Un riesgo que no lo justifica el tremendo average del bateador que se quitan de encima, ni sus dos imparables de la tarde, ni siquiera la presencia del mejor cerrador de la pelota cubana en el montículo: José A. García. Danel enloquece cuando viene al cajón de bateo con hombres en las almohadillas, se transforma, se crece, y es prácticamente indomable.
Esto ocurrió a sus veinte años, a sus treinta, ocurre a los 42, y ocurrirá siempre hasta el fin de su carrera deportiva. El resultado: Cuadrangular con la casa llena, grand slam, bambinazo de cuatro carreras, o como quieran llamarle los amigos aficionados.
Lo de los leñadores no tiene nombre, ya es imposible de definir en palabras. Uno de estos días, cuando salgan derrotados en un partido (que tendrá que suceder), hay que poner un titular en grande que lo anuncie a los cuatro vientos. Por ahora no es noticia que ganaran en entrada extra, todos, menos los gallos, sabían que esto iba a suceder.
Si peligroso para los espirituanos era llegar al décimo episodio con empate en el marcador (2-2) frente al equipo más bateador de la serie, más peligroso aún era transferir intencionalmente a Jorge Jhonson para llenar las bases y lanzarle a Danel Castro.
Un riesgo que no lo justifica el tremendo average del bateador que se quitan de encima, ni sus dos imparables de la tarde, ni siquiera la presencia del mejor cerrador de la pelota cubana en el montículo: José A. García. Danel enloquece cuando viene al cajón de bateo con hombres en las almohadillas, se transforma, se crece, y es prácticamente indomable.
Esto ocurrió a sus veinte años, a sus treinta, ocurre a los 42, y ocurrirá siempre hasta el fin de su carrera deportiva. El resultado: Cuadrangular con la casa llena, grand slam, bambinazo de cuatro carreras, o como quieran llamarle los amigos aficionados.