Un amigo me comentaba, en clara alusión a lo que muchos aficionados de los Boston Red Sox sufrieron por 86 años después de canjear a Babe Ruth a los New York Yankees: “a los Industriales los cogió La maldición del Gallino”. Pienso que es muy temprano atribuir a la presencia del clan Gourriel en el equipo, lo que para muchos aficionados azules fueron eventos paranormales en la semifinal con los vegueros.
Si bien es cierto que Sancti Spíritus ha padecido muchos años la maldición de verse como favorito al título, para después quedar en el camino, no es este motivo para creer que al mudarse a la capital, los Gourriel arrastraron consigo la mala suerte. Cierto también que los números de Yulieski en postemporada y eventos internacionales por lo general no coinciden con su excelente desempeño en la campaña y que sus hermanos no estuvieron ni regular al bate y de conjunto el trío Gourriel estuvo en ojos y boca de muchos, sobre todo por la decisión del mentor Lázaro Vargas de colocarlos del uno al tres en la alineación, cuestionable sobre todo la designación de Yunieski como primer bate cuando históricamente ha oscilado entre el séptimo y noveno turno.
Decisiones desacertadas si tuvo la dirección del equipo insignia, las cuales vinieron bien a su contraparte pinareña, que no dejó para mañana lo que podía hacer hoy para ganar el juego del día, el que los mantenía con vida. Pero todo es parte del juego: errores, malas apreciaciones arbitrales, mala y buena dirección, excelentes peloteros que no batean a la hora de la verdad, pitchers que se crecen en el ahora o nunca, finales de juego de película con el suspenso de un último lanzamiento que lo representa todo para ambas partes y con ambos parciales al borde de ataques del corazón. El juego totalmente perfecto, no existe.
Lo mejor de esta semifinal: la rivalidad entre los dos mejores equipos históricos de la pelota cubana que llevó a un final de leyenda, si perder la cordura entre jugadores y en todo momento con muestras de respeto y amistad que cerró con la visita de los Industriales al banco de Pinar para felicitarlos por el éxito conseguido a su costa; hacía mucho no veía esa compenetración entre rivales, solo la que nos cuentan en documentales grandes del pasado como Luis Giraldo Casanova y Lourdes Gourriel.
De cualquier modo los aficionados siempre han nombrado maldiciones a las rachas adversas más largas de la historia, supersticiones que cobran fuerza con el pasar de los años y las esperadas victorias que nunca llegan, como la “maldición del Bambino”, la “maldición de la Cabra”. Muy temprano para hablar de la “maldición del Gallino”, como proclama mi amigo, pero el ser humano es creyente desde que tuvo conciencia y por pesimismo u optimismo, necesita seguir creyendo, tiempo al tiempo.
Si bien es cierto que Sancti Spíritus ha padecido muchos años la maldición de verse como favorito al título, para después quedar en el camino, no es este motivo para creer que al mudarse a la capital, los Gourriel arrastraron consigo la mala suerte. Cierto también que los números de Yulieski en postemporada y eventos internacionales por lo general no coinciden con su excelente desempeño en la campaña y que sus hermanos no estuvieron ni regular al bate y de conjunto el trío Gourriel estuvo en ojos y boca de muchos, sobre todo por la decisión del mentor Lázaro Vargas de colocarlos del uno al tres en la alineación, cuestionable sobre todo la designación de Yunieski como primer bate cuando históricamente ha oscilado entre el séptimo y noveno turno.
Decisiones desacertadas si tuvo la dirección del equipo insignia, las cuales vinieron bien a su contraparte pinareña, que no dejó para mañana lo que podía hacer hoy para ganar el juego del día, el que los mantenía con vida. Pero todo es parte del juego: errores, malas apreciaciones arbitrales, mala y buena dirección, excelentes peloteros que no batean a la hora de la verdad, pitchers que se crecen en el ahora o nunca, finales de juego de película con el suspenso de un último lanzamiento que lo representa todo para ambas partes y con ambos parciales al borde de ataques del corazón. El juego totalmente perfecto, no existe.
Lo mejor de esta semifinal: la rivalidad entre los dos mejores equipos históricos de la pelota cubana que llevó a un final de leyenda, si perder la cordura entre jugadores y en todo momento con muestras de respeto y amistad que cerró con la visita de los Industriales al banco de Pinar para felicitarlos por el éxito conseguido a su costa; hacía mucho no veía esa compenetración entre rivales, solo la que nos cuentan en documentales grandes del pasado como Luis Giraldo Casanova y Lourdes Gourriel.
De cualquier modo los aficionados siempre han nombrado maldiciones a las rachas adversas más largas de la historia, supersticiones que cobran fuerza con el pasar de los años y las esperadas victorias que nunca llegan, como la “maldición del Bambino”, la “maldición de la Cabra”. Muy temprano para hablar de la “maldición del Gallino”, como proclama mi amigo, pero el ser humano es creyente desde que tuvo conciencia y por pesimismo u optimismo, necesita seguir creyendo, tiempo al tiempo.