La temporada cubana de béisbol, en su segunda fase, cumple puros trámites en los terrenos. Matemáticamente, Ciego de Ávila pudiera alcanzar a Matanzas, pero es algo ya bien difícil, por la cantidad de encuentros que le quedan al calendario (diez para los yumurinos y 11 a los avileños); en tanto, Villa Clara y Granma aún no deciden cuál sería el tercer o cuarto puestos.
En los diamantes de juego no está ahora la atención, aunque para los seleccionados enrolados en las semifinales, el orden en que terminen es decisivo. Uno, porque se conocerían los cotejos de semifinales y dos, pues los de mejores posiciones piden primero en la ronda de refuerzos. Y esa justamente es la comidilla: saber quiénes serán los 12 peloteros, tres por equipos, que reforzarán al cuarteto vanguardista desde el venidero 29 de diciembre.
Noelvis Entenza, Dayron Riera, José R. Rodríguez, Erlis Casanova y Liván Moinelo, a pesar de los resultados de los dos últimos en la presente etapa, son cinco lanzadores para no dejar pasar en esta nueva oportunidad de fortalecimiento. Sobre todo si, como sabemos, en las series de siete a ganar cuatro, cada juego cuenta y valga la redundancia, contar con hombres como estos en la lomita pudiera convertirse en una garantía de triunfo.
Es cierto que si los cuatro mentores se van al menos por un serpentinero, sea o no alguno de los mencionados, solo les quedarían ocho peloteros (dos por equipos) para robustecer las nóminas semifinalistas y el mercado tiene ofertas sugerentes. Por ejemplo, Alexander Ayala, Junior Paumier, Yordan Manduley, Julio Pablo Martínez (esperemos que rebase la varicela que lo aqueja), Rafael Viñales o Dainer Gálvez; Michel Enriquez, Leonardo Urgelles y Frederich Cepeda, los cuatro últimos en la lista de 19 elegibles que no participan en este segmento de la lid.
Pero, una cosa son las virtudes de esos jugadores, incluyendo los monticulistas, y otra son las necesidades, ya sea por carencias en alguna posición o por razones tácticas, de los equipos que dirimirán los primeros lugares de la campaña. Ahí es donde entra a jugar el criterio de selección, aunque muchos nos quedemos con la boca abierta sobre por qué tal o más cual quedó fuera. Y creo que tales decisiones solo deben obedecer a esos dos últimos motivos y no a un interés de la Dirección Nacional de Béisbol. Esta sí debe usar esa facultad para la selección del país, bien para reforzar a la escuadra que asista a la Serie del Caribe, la integración del equipo al IV Clásico Mundial o al tope Cuba-Estados Unidos, objetivos internacionales a la vista del primer semestre del venidero año.
No es de extrañar, ni creo sea criticable, que los mentores traten de cubrir lo que le falta. Lo que sí nos parece que sería fatal es no blindar los cuerpos de lanzadores, pues lo que hemos visto en el epílogo de la segunda vuelta es que cuando pasa el abridor se hace engorroso sacar out.
Al margen de lo que decidan los directores, tendremos cuatro nóminas con un salto cualitativo y en consecuencia deberíamos tener unas mejores semifinales, lo cual reviste suma importancia de cara al torneo de campeones caribeños y al Clásico Mundial.
¿No va a hablar del director del Cuba? Esa debe ser la pregunta en este punto de la lectura, porque es también comidilla.
Nuestra opinión está dicha hace mucho tiempo en esta misma columna. El mentor de la selección nacional ha de ser una responsabilidad que no debe compartirse con ninguna otra, como lo es en Cuba en otros deportes y como lo es en el mundo entero. No se debe ser juez y parte y, mucho menos, competir en vez de por el título nacional, por un cargo. La misión de dirigir a la principal escuadra del país debe ser por un tiempo determinado y por un contrato y, a quien se le encargue, tiene que juzgársele por los objetivos trazados y previstos a alcanzar.
Ya la participación en la Serie del Caribe favorece estimular al núcleo fundamental de los jugadores que gana el campeonato y también al director campeón.
Al margen de nuestra opinión, si ya no fue como comentábamos creo que se cometió otro error al no designar, incluso antes que los preseleccionados, al mentor de la futura plantilla, quien tendrá la inmensa y nada fácil responsabilidad de guiar a la escuadra cubana a su reto más grande en la historia del béisbol revolucionario. En la pelota siempre tenemos que arroparnos con el optimismo de cada uno de los que viven en esta isla, pero también del mayor raciocinio posible para evaluar con claridad el terreno y saber por dónde podríamos suplir las carencias que hoy tenemos. Conjugar ambas premisas nos daría la posibilidad de entender mejor que el Clásico Mundial es el mismo, el que es diferente es nuestro béisbol.
En los diamantes de juego no está ahora la atención, aunque para los seleccionados enrolados en las semifinales, el orden en que terminen es decisivo. Uno, porque se conocerían los cotejos de semifinales y dos, pues los de mejores posiciones piden primero en la ronda de refuerzos. Y esa justamente es la comidilla: saber quiénes serán los 12 peloteros, tres por equipos, que reforzarán al cuarteto vanguardista desde el venidero 29 de diciembre.
Noelvis Entenza, Dayron Riera, José R. Rodríguez, Erlis Casanova y Liván Moinelo, a pesar de los resultados de los dos últimos en la presente etapa, son cinco lanzadores para no dejar pasar en esta nueva oportunidad de fortalecimiento. Sobre todo si, como sabemos, en las series de siete a ganar cuatro, cada juego cuenta y valga la redundancia, contar con hombres como estos en la lomita pudiera convertirse en una garantía de triunfo.
Es cierto que si los cuatro mentores se van al menos por un serpentinero, sea o no alguno de los mencionados, solo les quedarían ocho peloteros (dos por equipos) para robustecer las nóminas semifinalistas y el mercado tiene ofertas sugerentes. Por ejemplo, Alexander Ayala, Junior Paumier, Yordan Manduley, Julio Pablo Martínez (esperemos que rebase la varicela que lo aqueja), Rafael Viñales o Dainer Gálvez; Michel Enriquez, Leonardo Urgelles y Frederich Cepeda, los cuatro últimos en la lista de 19 elegibles que no participan en este segmento de la lid.
Pero, una cosa son las virtudes de esos jugadores, incluyendo los monticulistas, y otra son las necesidades, ya sea por carencias en alguna posición o por razones tácticas, de los equipos que dirimirán los primeros lugares de la campaña. Ahí es donde entra a jugar el criterio de selección, aunque muchos nos quedemos con la boca abierta sobre por qué tal o más cual quedó fuera. Y creo que tales decisiones solo deben obedecer a esos dos últimos motivos y no a un interés de la Dirección Nacional de Béisbol. Esta sí debe usar esa facultad para la selección del país, bien para reforzar a la escuadra que asista a la Serie del Caribe, la integración del equipo al IV Clásico Mundial o al tope Cuba-Estados Unidos, objetivos internacionales a la vista del primer semestre del venidero año.
No es de extrañar, ni creo sea criticable, que los mentores traten de cubrir lo que le falta. Lo que sí nos parece que sería fatal es no blindar los cuerpos de lanzadores, pues lo que hemos visto en el epílogo de la segunda vuelta es que cuando pasa el abridor se hace engorroso sacar out.
Al margen de lo que decidan los directores, tendremos cuatro nóminas con un salto cualitativo y en consecuencia deberíamos tener unas mejores semifinales, lo cual reviste suma importancia de cara al torneo de campeones caribeños y al Clásico Mundial.
¿No va a hablar del director del Cuba? Esa debe ser la pregunta en este punto de la lectura, porque es también comidilla.
Nuestra opinión está dicha hace mucho tiempo en esta misma columna. El mentor de la selección nacional ha de ser una responsabilidad que no debe compartirse con ninguna otra, como lo es en Cuba en otros deportes y como lo es en el mundo entero. No se debe ser juez y parte y, mucho menos, competir en vez de por el título nacional, por un cargo. La misión de dirigir a la principal escuadra del país debe ser por un tiempo determinado y por un contrato y, a quien se le encargue, tiene que juzgársele por los objetivos trazados y previstos a alcanzar.
Ya la participación en la Serie del Caribe favorece estimular al núcleo fundamental de los jugadores que gana el campeonato y también al director campeón.
Al margen de nuestra opinión, si ya no fue como comentábamos creo que se cometió otro error al no designar, incluso antes que los preseleccionados, al mentor de la futura plantilla, quien tendrá la inmensa y nada fácil responsabilidad de guiar a la escuadra cubana a su reto más grande en la historia del béisbol revolucionario. En la pelota siempre tenemos que arroparnos con el optimismo de cada uno de los que viven en esta isla, pero también del mayor raciocinio posible para evaluar con claridad el terreno y saber por dónde podríamos suplir las carencias que hoy tenemos. Conjugar ambas premisas nos daría la posibilidad de entender mejor que el Clásico Mundial es el mismo, el que es diferente es nuestro béisbol.