Como en la pasada contienda, el equipo espirituano concluirá su actuación en la mitad de la Serie Nacional de Béisbol.

Aun cuando las esperanzas de los Gallos revivieron con la más reciente barrida frente a Camagüey, su actuación está a punto de concluir en la 54 Serie Nacional de Béisbol, con el choque frente a Granma este domingo.

Ni la cirugía psicológica de Sonia Castellón que, junto a otros “expertos de la mente”, hizo lo indecible por insuflar nuevos bríos desde la precompetencia, ni el anunciado cambio de mentalidad lograron algo más que una imagen inicial y asomos de combatividad en uno u otro juego.

Algunos se conforman con la mejoría de un año a otro (21-23, noveno lugar hasta este viernes), luego del sótano de la contienda precedente. No concuerdo con esa corriente, pues no fue un arranque de romanticismo al darles, como otros, opciones de acceder al grupo de los ocho. Vi en papeles varios equipos “sin nombres” y los jugadores espirituanos que el año anterior no rindieron por sus lesiones, esta vez estaban de lleno. Ya en la serie, jerarcas históricos como Villa Clara, Santiago de Cuba y Pinar del Río comenzaron a patalear para obtener un boleto, lo cual podía limpiar más el camino.

Luego de la parada, los Gallos llegaron con reales opciones. Me lo confirma que a esta hora, por matemáticas, están con vida y, de ocurrir una victoria espirituana este domingo y una debacle pinareña en cuatro partidos, podría existir de todo. Para no llegar a tal estado de cosas, debieron aprovechar los partidos ante débiles como Cienfuegos y Guantánamo. El resto era someterse a jugar bajo presión y ya se sabe que esa sigue siendo la asignatura pendiente de los nuestros

Si de números se tratara, Sancti Spíritus podría tener un boleto en el bolsillo con todos sus promedios por encima de la media de la lid. Bastante resuelto un problema de fondo como la defensa, que si no terminó mejor (977) fue por el desastre ante Mayabeque; busquemos respuestas en otros departamentos de juego.

Este viernes, la ofensiva espirituana (283) era de las cuatro mejores del torneo, pero la estabilidad tenía deudas y la productividad, también: de más de 580 corredores en posición anotadora se habían dejado de impulsar 445.

De los hombres responsabilizados con las remolcadas (tercero-cuarto-quinto-sexto) no todos fueron efectivos. Como tercer bate Yunier Mendoza lideraba los bateadores este viernes con 384, pero sus 24 impulsadas no concuerdan del todo con un turno de tamaña responsabilidad; Eriel Sánchez no produjo a su altura con 228 de average, 24 impulsadas y 16 batazos para doble play (líder). Del zurdo Dunieski Barroso se esperaba mucho más y a la hora en que Cepeda se incorporó quedaba poco por hacer, en tanto la dualidad Robersis Ramos como primer bate y Orlando Acebey como noveno resultó funcional, así como el segundo turno de Jorge Enrique Alomá.

No creo que se explotara a plenitud el anuncio de mover las fichas cuando el rendimiento cedió, sin dejar de reconocer que la respuesta del banco no fue eficiente: los emergentes batearon para 222 con solo cuatro impulsadas.

El sabor que dejó Luis Daniel Serrano, con nueve cuadrangulares y récord espirituano de dos jonrones con bases llenas y 11 impulsadas en un partido (a uno del nacional), dice que el joven es de los que necesitan más juego para acabar de cuajar sus enormes potencialidades.

En la otra esquina, el pitcheo (3.34), aunque compiló por encima de la media nacional, confirmó algunas previsiones, como el bajo aporte de Ángel Peña (1-4), Omar Guardarrama y Noelvis Hernández y abrió otras interrogantes: ¿por qué insistir con los mismos, mientras entre cinco del staff sumaron ocho entradas lanzadas? La cuestión es: se llevan o no se llevan.

Ismel no ganó un solo partido después de la parada, a pesar de su promedio de 2.19. Si al menos marcamos la cruz, fue en parte por el zurdo Javier Vázquez, el novato Yanquiel Mauri, el relevista Yanieski Duardo y Aldo Conrado. A poco se puede aspirar cuando en más de 30 partidos se “adivina” el abridor que mejor salga o si los relevos solo pueden salvar cuatro juegos.

La respuesta, insisto, no está en los números. Los Gallos firmaron su acta de defunción cuando perdieron ante Mayabeque una subserie en la que estuvieron a punto de ser barridos. Convengamos en que no tienen la fuerza de Pinar del Río, que sabe revertir a su favor los vientos que soplan en su contra. Pero me resisto a admitir que sea la presa fácil que se desmerenga frente a un equipo con siete novatos en su staff o que Peña se desconcierte por un toque de bola, o que dos squeeze play seguidos paralicen a una defensa experimentada o no se sepa a qué base tirar o para dónde correr si está en el terreno la ventaja.

No es solo una extirpación psicológica lo que precisa un elenco con picos extremos como para robarle a Villa Clara su juego explosivo y ganarle la subserie, y luego titubear como colegiales ante unos Huracanes de poca fuerza, una derrota que pesa toneladas a esta altura. O apalear al mismísimo Matanzas con 21 carreras y después ser presa de la humillación del brazo del yaguajayense-matancero Ramón Licor.

Me quedé a la espera de que los Gallos empezaran de cero, subieran su ego colectivo, supieran sostener la alegría y combatividad de las primeras subseries, pero con este casi-casi, vuelvo a sentirme con pocas armas para sopesar mejor lo que pudo ser un mayor intento.

El “Huelga” volvió a cerrar sus puertas a media serie y las gradas quedaron a merced de su soledad. Fuera, muchos se preguntan si la sangre joven podrá despertar definitivamente a los Gallos para la próxima contienda o si seguiremos aferrados al entusiasmo y al conformismo.