El laboratorio cerró. Se acabaron los estudios. Terminado el tope con Nicaragua el cuerpo de dirección del equipo nacional tiene todas las cartas encima de la mesa. Rey Vicente Anglada está ahora sentado sobre una pira ardiendo y lo sabe. No muestra el más mínimo gesto de dolor ni se ahoga en justificaciones después de ver a la mayoría de sus discípulos caer en una curva descendente en su rendimiento sobre el terreno de juego, manteniendo un optimismo sin precedentes ante los medios televisivos.
Los 15 indiscutibles conectados por la armada cubana en 92 turnos oficiales al bate (163 AVE) en tierras centroamericanas frente a un cuerpo de lanzadores de pocos recursos, y la merma visible en las velocidades de sus serpentineros a sólo unos días del comienzo de los Juegos Panamericanos; han encendido las alarmas en todo el territorio nacional y ha sido caldo de cultivo para que especialistas y aficionados recurran a múltiples teorías y esgriman infinidades de tesis contrarias al plan diseñado por el cuerpo técnico que desde hace unos meses trabaja con el extenso grupo de preseleccionados.
Cada turno al bate fallado por los antillanos y cada carrera anotada por los rivales fueron aflojando las bisagras de la caja de Pandora hasta que un cuarteto de lanzadores los dejó en un solitario sencillo durante nueve episodios y esta, se abrió de súbito dejando escapar los demonios y desnudando una vez más al béisbol cubano ante los ojos del mundo.
Sin embargo, la pasión y esa hambre de victorias que tenemos después de encajar innumerables derrotas internacionales en los últimos años y de ver como se han perdido las supremacías en todas las categorías, acostumbrados durante décadas a barrer a los contrarios en cualquier escenario; han impedido a las grandes mayorías tomar con más calma las cosas, hacer un análisis más pausado y darle el beneficio de la duda a Rey Vicente Anglada y a su cuerpo de dirección, teniendo en cuenta que aún no ha llegado la competencia principal, colofón de todo este periplo y de toda la preparación que ha venido teniendo el equipo cubano durante este tiempo.
Los atletas, bien pudieran estar en el punto de su carga máxima y es posible también que se sientan agotados mentalmente, pero no nos queda otra que confiar en los planes diseñados al respecto, sin olvidar que faltan más de diez días para la competencia principal, lapso suficiente para bajar cargas y alcanzar la forma deportiva del colectivo.
Port otra parte, es cierto que parece apresurada la convocatoria de algunos jóvenes talentos y el protagonismo que se le ha dado durante estos topes, hecho que mantiene en vilo a la afición, pero no podemos olvidar que posiblemente un tercio del conjunto que asistirá al evento está ausente cumpliendo compromisos en ligas profesionales y la actuación de estos jóvenes no pasará de una excelente experiencia que puede dar frutos en un futuro no muy lejano.
Nunca, una crítica tiene bases sólidas en medio de una preparación. El trabajo está a medias, hay aserrín por todas partes, las herramientas se amontonan todas sobre el suelo y no se le ha dado el barniz a la obra. Tengamos paciencia y démosles el apoyo y el beneficio de la duda a los nuestros que mucho que lo necesitan. Nos vemos en el estadio.
Los 15 indiscutibles conectados por la armada cubana en 92 turnos oficiales al bate (163 AVE) en tierras centroamericanas frente a un cuerpo de lanzadores de pocos recursos, y la merma visible en las velocidades de sus serpentineros a sólo unos días del comienzo de los Juegos Panamericanos; han encendido las alarmas en todo el territorio nacional y ha sido caldo de cultivo para que especialistas y aficionados recurran a múltiples teorías y esgriman infinidades de tesis contrarias al plan diseñado por el cuerpo técnico que desde hace unos meses trabaja con el extenso grupo de preseleccionados.
Cada turno al bate fallado por los antillanos y cada carrera anotada por los rivales fueron aflojando las bisagras de la caja de Pandora hasta que un cuarteto de lanzadores los dejó en un solitario sencillo durante nueve episodios y esta, se abrió de súbito dejando escapar los demonios y desnudando una vez más al béisbol cubano ante los ojos del mundo.
Sin embargo, la pasión y esa hambre de victorias que tenemos después de encajar innumerables derrotas internacionales en los últimos años y de ver como se han perdido las supremacías en todas las categorías, acostumbrados durante décadas a barrer a los contrarios en cualquier escenario; han impedido a las grandes mayorías tomar con más calma las cosas, hacer un análisis más pausado y darle el beneficio de la duda a Rey Vicente Anglada y a su cuerpo de dirección, teniendo en cuenta que aún no ha llegado la competencia principal, colofón de todo este periplo y de toda la preparación que ha venido teniendo el equipo cubano durante este tiempo.
Los atletas, bien pudieran estar en el punto de su carga máxima y es posible también que se sientan agotados mentalmente, pero no nos queda otra que confiar en los planes diseñados al respecto, sin olvidar que faltan más de diez días para la competencia principal, lapso suficiente para bajar cargas y alcanzar la forma deportiva del colectivo.
Port otra parte, es cierto que parece apresurada la convocatoria de algunos jóvenes talentos y el protagonismo que se le ha dado durante estos topes, hecho que mantiene en vilo a la afición, pero no podemos olvidar que posiblemente un tercio del conjunto que asistirá al evento está ausente cumpliendo compromisos en ligas profesionales y la actuación de estos jóvenes no pasará de una excelente experiencia que puede dar frutos en un futuro no muy lejano.
Nunca, una crítica tiene bases sólidas en medio de una preparación. El trabajo está a medias, hay aserrín por todas partes, las herramientas se amontonan todas sobre el suelo y no se le ha dado el barniz a la obra. Tengamos paciencia y démosles el apoyo y el beneficio de la duda a los nuestros que mucho que lo necesitan. Nos vemos en el estadio.