¿Cuánto de cerrado puede tener un resultado de 4-1, como el conseguido por Matanzas en la semifinal frente a Villa Clara, triunfo que convierte al plantel yumurino como el más estable de las últimas tres temporadas cubanas de béisbol?
Si bien es cierto que los Cocodrilos rojos batearon mucho más, 333 de average por 242 sus rivales; sus lanzadores alcanzaron una mejor efectividad (2.72 de promedio de carreras limpias por juego por 5.33) y que la defensa los mostró parejo, cinco errores de los reptiles por seis los adversarios, en el terreno esos números no se mostraban tal cual, sobre todo porque a la ofensiva 22 de los 57 imparables de los ya aspirantes al cetro, fueron en el juego final.
En el primer encuentro, Villa Clara llegó al sexto con ventaja; en el segundo forzó un extrainning luego de fijar el empate a una desde el cuarto capítulo; en el tercero arribó a la quinta también delante; nunca estuvo debajo en el cuarto, el que ganó, y ya en el quinto se desinfló ante tanto stress, que se incrementó por la falta de argumentos desde la lomita en esa última presentación. Es decir, los anaranjados defendieron a capa y espada su corona.
Más allá del juego final, en el que los matanceros se soltaron a batear, la clave de su éxito estuvo una vez más en un certero manejo del cuerpo de serpentineros. El alto mando escarlata utilizó nada menos que a 28 pitchers en cinco juegos, y la estrategia de no demorar a ninguno de sus monticulistas le dio tanto resultado que el pitcheo de relevo cargó con las cuatro victorias, aceptando solo tres carreras en 32 y un tercio.
Tal proceder les permitió a los finalistas de la 52 y ahora de la 53, siempre estar pegados en los marcadores, aun cuando estuvieran debajo y le propició además tensar al pitcheo adversario con una producción ofensiva de muchos recursos (tacto, fuerza y velocidad), que terminó por ahogar a los relevistas.
Y allí está justamente el talón de Aquiles de los villaclareños. Se trata, sin auxiliarnos de estadísticas, del equipo más estable de la pelota cubana en los últimos 15 años, el de más presencia en postemporadas, pero en estas fases se necesita de variantes ofensivas para aspirar a la victoria. La tropa del centro del país lleva años sin tener a esos jugadores capaces de cambiar el juego, de volcar los marcadores, en otras palabras necesita de mucho para anotar una carrera y eso no solo es una hándicap ofensivo, sino que lo traslada al pitcheo, que siempre está muy estresado ante cualquier rival, obligado todo el tiempo a un máximo esfuerzo para que el oponente no tome una ventaja, que sin ser abultada, no encontraría respuesta en los maderos naranjas.
De los refuerzos tampoco recibió el aporte. El pasado año, el santiaguero Edilse Silva tributó esa cualidad, mientras Danel Castro redondeó una ofensiva con mucha más solvencia ante las demandas de la postemporada. Los refuerzos, su nombre lo indican, viene a fortalecer los puntos débiles, pero los de los villaclareños en esta campaña estuvieron mucho tiempo en el banco.
Pero en fin, tuvimos una buena semifinal entre Villa Clara y Matanzas, y se prevé una final aún más interesante, cualquiera sea el rival de los rojos de Víctor Mesa, pues este equipo le pone pimienta al béisbol y tendrá que ponerle mucho, pues si Villa Clara carece de esos hombres grandes a la ofensiva que viran las pizarras, a industrialistas y pinareños, no les faltan.
Si bien es cierto que los Cocodrilos rojos batearon mucho más, 333 de average por 242 sus rivales; sus lanzadores alcanzaron una mejor efectividad (2.72 de promedio de carreras limpias por juego por 5.33) y que la defensa los mostró parejo, cinco errores de los reptiles por seis los adversarios, en el terreno esos números no se mostraban tal cual, sobre todo porque a la ofensiva 22 de los 57 imparables de los ya aspirantes al cetro, fueron en el juego final.
En el primer encuentro, Villa Clara llegó al sexto con ventaja; en el segundo forzó un extrainning luego de fijar el empate a una desde el cuarto capítulo; en el tercero arribó a la quinta también delante; nunca estuvo debajo en el cuarto, el que ganó, y ya en el quinto se desinfló ante tanto stress, que se incrementó por la falta de argumentos desde la lomita en esa última presentación. Es decir, los anaranjados defendieron a capa y espada su corona.
Más allá del juego final, en el que los matanceros se soltaron a batear, la clave de su éxito estuvo una vez más en un certero manejo del cuerpo de serpentineros. El alto mando escarlata utilizó nada menos que a 28 pitchers en cinco juegos, y la estrategia de no demorar a ninguno de sus monticulistas le dio tanto resultado que el pitcheo de relevo cargó con las cuatro victorias, aceptando solo tres carreras en 32 y un tercio.
Tal proceder les permitió a los finalistas de la 52 y ahora de la 53, siempre estar pegados en los marcadores, aun cuando estuvieran debajo y le propició además tensar al pitcheo adversario con una producción ofensiva de muchos recursos (tacto, fuerza y velocidad), que terminó por ahogar a los relevistas.
Y allí está justamente el talón de Aquiles de los villaclareños. Se trata, sin auxiliarnos de estadísticas, del equipo más estable de la pelota cubana en los últimos 15 años, el de más presencia en postemporadas, pero en estas fases se necesita de variantes ofensivas para aspirar a la victoria. La tropa del centro del país lleva años sin tener a esos jugadores capaces de cambiar el juego, de volcar los marcadores, en otras palabras necesita de mucho para anotar una carrera y eso no solo es una hándicap ofensivo, sino que lo traslada al pitcheo, que siempre está muy estresado ante cualquier rival, obligado todo el tiempo a un máximo esfuerzo para que el oponente no tome una ventaja, que sin ser abultada, no encontraría respuesta en los maderos naranjas.
De los refuerzos tampoco recibió el aporte. El pasado año, el santiaguero Edilse Silva tributó esa cualidad, mientras Danel Castro redondeó una ofensiva con mucha más solvencia ante las demandas de la postemporada. Los refuerzos, su nombre lo indican, viene a fortalecer los puntos débiles, pero los de los villaclareños en esta campaña estuvieron mucho tiempo en el banco.
Pero en fin, tuvimos una buena semifinal entre Villa Clara y Matanzas, y se prevé una final aún más interesante, cualquiera sea el rival de los rojos de Víctor Mesa, pues este equipo le pone pimienta al béisbol y tendrá que ponerle mucho, pues si Villa Clara carece de esos hombres grandes a la ofensiva que viran las pizarras, a industrialistas y pinareños, no les faltan.