Incluso la búsqueda más superficial en Internet no deja lugar a las dudas: una de las opciones más promisorias para el futuro del deporte cubano ha terminado convirtiéndose en un descalabro en toda regla. Es el caso de Alfredo Despaigne, un suceso con consecuencias que van mucho más allá del ámbito deportivo.
No toma mucho adentrarse en los principales elementos de la historia que hace poco más de una semana lanzó al ruedo el periodista Enrique Rojas, de la cadena ESPN. En pocas palabras, indagaciones oficiales habrían detectado el uso de varios pasaportes falsos por parte del toletero mayor de los Alazanes de Granma.
Esos documentos correspondían a la República Dominicana y habrían sido empleados para superar los obstáculos que impone el bloqueo estadounidense contra Cuba. Las leyes Helms-Burton y Torricelli prohíben explícitamente todo intercambio comercial entre instituciones y personas naturales de los Estados Unidos y la Mayor de las Antillas. La misma prohibición se extiende a las subsidiarias y empresas establecidas en otros países.
Tal es la situación en que se encuentra la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), el torneo donde compiten los Piratas de Campeche, el equipo al que por segundo año consecutivo se había incorporado Despaigne.
Ya en la pasada campaña otros dos cubanos lo habían acompañado en la experiencia: el pinero Michel Enríquez y el también granmense Yordanis Samón. Entre todos había sobresalido el llamado "Caballo de los caballos", quien en su debut en tierras aztecas llegó a igualar el récord de hits para un partido (6), que desde hace varias décadas permanecía en exclusivo poder de su compatriota Martín Dihigo y del ídolo local Daniel Fernández.
Actuaciones como la de aquella jornada, cuando bateó de 6-6, y las del presente torneo le han ganado el apelativo de "El Triturador", con el que se le conoce en el circuito veraniego de México.
Todo parecía que ahora sería igual, y que sus resultados abrirían la puerta a nuevas incorporaciones de atletas criollos a ese certamen con categoría de Triple A y subordinado al sistema profesional estadounidense.
Ahí precisamente estuvo el obstáculo que—según parece—alguien trató de superar mediante documentos de identidad falsos. El conflicto era claro: con su residencia en Cuba, Despaigne no podría cobrar por jugar en México, las leyes del Bloqueo lo impiden de forma explícita. Entonces fue que tal vez surgió la solución que ahora provoca el escándalo.
¿Las cosas ocurrieron así o de otra forma o todo no ha sido más que una "operación" amañada para impedir posibles contratos futuros?
Si se tienen en cuenta las declaraciones de la directiva de los Piratas, de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) o del propio Despaigne, ninguno de ellos es responsable. Pero tampoco creo del todo creíble que se trate de un complot infundado, construido por completo en el aire. En la historia que nos ocupa todo apunta a algo más cercano al conocido refrán de que "cuando el río suena..."
Aunque a miles de kilómetros de los hechos y sin la posibilidad de juzgar la mayoría de los elementos en juego, parece claro que en esta oportunidad se cometió el error de no juzgar todas dificultades legales que podría originar el vincularse con una liga profesional, por demás subordinada a la estructura de ese deporte en los Estados Unidos.
¿Quién debían hacerlo? El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, y por supuesto, la FCB. Pero no lo hicieron.
Muy posiblemente el caso de Alfredo Despaigne no tenga mayores consecuencias desde el punto de vista legal, pero el daño "deportivo" ya está asegurado. Con seguridad en el futuro cercano ni él ni otros peloteros residentes en la Isla podrán jugar en selecciones de la LMB, al menos no mientras no deserten de su país y se domicilien en cualquier otra nación del Caribe.
La muestra más reciente de que el Bloqueo sí existe ha sido esta. Por suerte o desgracia su víctima ha sido el deporte que más sentimos los cubanos. Toca ver ahora si sacamos experiencia del revés.
No toma mucho adentrarse en los principales elementos de la historia que hace poco más de una semana lanzó al ruedo el periodista Enrique Rojas, de la cadena ESPN. En pocas palabras, indagaciones oficiales habrían detectado el uso de varios pasaportes falsos por parte del toletero mayor de los Alazanes de Granma.
Esos documentos correspondían a la República Dominicana y habrían sido empleados para superar los obstáculos que impone el bloqueo estadounidense contra Cuba. Las leyes Helms-Burton y Torricelli prohíben explícitamente todo intercambio comercial entre instituciones y personas naturales de los Estados Unidos y la Mayor de las Antillas. La misma prohibición se extiende a las subsidiarias y empresas establecidas en otros países.
Tal es la situación en que se encuentra la Liga Mexicana de Béisbol (LMB), el torneo donde compiten los Piratas de Campeche, el equipo al que por segundo año consecutivo se había incorporado Despaigne.
Ya en la pasada campaña otros dos cubanos lo habían acompañado en la experiencia: el pinero Michel Enríquez y el también granmense Yordanis Samón. Entre todos había sobresalido el llamado "Caballo de los caballos", quien en su debut en tierras aztecas llegó a igualar el récord de hits para un partido (6), que desde hace varias décadas permanecía en exclusivo poder de su compatriota Martín Dihigo y del ídolo local Daniel Fernández.
Actuaciones como la de aquella jornada, cuando bateó de 6-6, y las del presente torneo le han ganado el apelativo de "El Triturador", con el que se le conoce en el circuito veraniego de México.
Todo parecía que ahora sería igual, y que sus resultados abrirían la puerta a nuevas incorporaciones de atletas criollos a ese certamen con categoría de Triple A y subordinado al sistema profesional estadounidense.
Ahí precisamente estuvo el obstáculo que—según parece—alguien trató de superar mediante documentos de identidad falsos. El conflicto era claro: con su residencia en Cuba, Despaigne no podría cobrar por jugar en México, las leyes del Bloqueo lo impiden de forma explícita. Entonces fue que tal vez surgió la solución que ahora provoca el escándalo.
¿Las cosas ocurrieron así o de otra forma o todo no ha sido más que una "operación" amañada para impedir posibles contratos futuros?
Si se tienen en cuenta las declaraciones de la directiva de los Piratas, de la Federación Cubana de Béisbol (FCB) o del propio Despaigne, ninguno de ellos es responsable. Pero tampoco creo del todo creíble que se trate de un complot infundado, construido por completo en el aire. En la historia que nos ocupa todo apunta a algo más cercano al conocido refrán de que "cuando el río suena..."
Aunque a miles de kilómetros de los hechos y sin la posibilidad de juzgar la mayoría de los elementos en juego, parece claro que en esta oportunidad se cometió el error de no juzgar todas dificultades legales que podría originar el vincularse con una liga profesional, por demás subordinada a la estructura de ese deporte en los Estados Unidos.
¿Quién debían hacerlo? El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, y por supuesto, la FCB. Pero no lo hicieron.
Muy posiblemente el caso de Alfredo Despaigne no tenga mayores consecuencias desde el punto de vista legal, pero el daño "deportivo" ya está asegurado. Con seguridad en el futuro cercano ni él ni otros peloteros residentes en la Isla podrán jugar en selecciones de la LMB, al menos no mientras no deserten de su país y se domicilien en cualquier otra nación del Caribe.
La muestra más reciente de que el Bloqueo sí existe ha sido esta. Por suerte o desgracia su víctima ha sido el deporte que más sentimos los cubanos. Toca ver ahora si sacamos experiencia del revés.