Se ha efectuado poco más de la tercera parte de los juegos programados para la etapa clasificatoria de la III Serie Nacional de Beisbol Sub-23 y varios conjuntos han tomado la punta en los respectivos grupos: Artemisa en el A, con tres juegos de ventaja sobre La Habana y la Isla de la Juventud; Villa Clara, con igual diferencia con respecto a Cienfuegos; Ciego de Ávila (CA) aventaja a Camagüey en uno y medio; y Granma es superior a Santiago de Cuba en uno. Es de notar el desempeño de la provincia productora por excelencia de piña (CA), no tan solo en la Serie Nacional de Beisbol -campeona por tres años consecutivos- sino también en las restantes edades.
Hasta el momento el torneo muestra muy buena organización pero no tiene el acompañamiento mediático que merece. Ahí se reúnen jóvenes prospectos que en futuro no lejano, deben ante todo darle brillo a nuestras competencias del mayor nivel para el disfrute por cientos de miles de aficionados y después integrar potentes equipos Cuba, capaces de hacer quedar bien en competencias internacionales.
No obstante, la categoría, tomada por algunos como la base para la conformación de los equipos de la Serie Nacional de Beisbol (SNB), muestra notable fisuras en cada una de los principales indicadores sobre el desempeño de los equipos; de nuevo causan angustias deficiencias e imprecisiones en la práctica de nuestro deporte nacional.
Al revisar las estadísticas hasta el momento (fecha de actualización 12/06/2016) llaman la atención varios guarismos:
Son algunas cifras reveladoras en parte de lo sucedido en los terrenos. Aquí no aparece el descontrol de los pitchers que les obliga en algunos momentos complicados a lanzar fácil, por el medio del plato, y entonces es aprovechado por los bateadores para conectar buenos batazos. En cuanto a la defensa no se contabilizan el tiro de un fildeador a una base indebida o el “mal corte” de un batazo; o la frecuente mala selección de pitcheos por los bateadores en sus turnos al bate y por no dejar algo en el tintero está también el bajo pensamiento técnico-táctico exhibido.
No obstante este torneo Sub-23 nos deja notables beneficios, se logra una preparación sistémica y calificada, un grupo considerable de futuros talentos juega una cantidad de encuentros muy superior al resto de otras categorías y nos demuestra que están presentes deficiencias arrastradas de cortos entrenamientos y torneos anteriores. El evento nos enseña que las carencias de nuestro beisbol no se deben a las estructuras de nuestra SNB sino en debilidades del sistema, enmendables en las categorías formadoras, precísese escolares y juveniles, cuestión urgente a resolver para volver a llenar los estadios y componer vencedores equipos Cuba.
Hasta el momento el torneo muestra muy buena organización pero no tiene el acompañamiento mediático que merece. Ahí se reúnen jóvenes prospectos que en futuro no lejano, deben ante todo darle brillo a nuestras competencias del mayor nivel para el disfrute por cientos de miles de aficionados y después integrar potentes equipos Cuba, capaces de hacer quedar bien en competencias internacionales.
No obstante, la categoría, tomada por algunos como la base para la conformación de los equipos de la Serie Nacional de Beisbol (SNB), muestra notable fisuras en cada una de los principales indicadores sobre el desempeño de los equipos; de nuevo causan angustias deficiencias e imprecisiones en la práctica de nuestro deporte nacional.
Al revisar las estadísticas hasta el momento (fecha de actualización 12/06/2016) llaman la atención varios guarismos:
Son algunas cifras reveladoras en parte de lo sucedido en los terrenos. Aquí no aparece el descontrol de los pitchers que les obliga en algunos momentos complicados a lanzar fácil, por el medio del plato, y entonces es aprovechado por los bateadores para conectar buenos batazos. En cuanto a la defensa no se contabilizan el tiro de un fildeador a una base indebida o el “mal corte” de un batazo; o la frecuente mala selección de pitcheos por los bateadores en sus turnos al bate y por no dejar algo en el tintero está también el bajo pensamiento técnico-táctico exhibido.
No obstante este torneo Sub-23 nos deja notables beneficios, se logra una preparación sistémica y calificada, un grupo considerable de futuros talentos juega una cantidad de encuentros muy superior al resto de otras categorías y nos demuestra que están presentes deficiencias arrastradas de cortos entrenamientos y torneos anteriores. El evento nos enseña que las carencias de nuestro beisbol no se deben a las estructuras de nuestra SNB sino en debilidades del sistema, enmendables en las categorías formadoras, precísese escolares y juveniles, cuestión urgente a resolver para volver a llenar los estadios y componer vencedores equipos Cuba.
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