Casi ausente de las pantallas desde hace varios meses (no se pudo ver en vivo ningún juego de la Liga Can-Am, el tope con Estados Unidos o el torneo de Rotterdam), el béisbol cubano vuelve al menú de los fanáticos con la primera fase de la Serie Nacional número 57.

Se trata del segmento menos atractivo para los aficionados porque la calidad no es alta, pero el deseo de sufrir y gozar con nuestro principal pasatiempo pasa por encima de todo.

Así lo pude apreciar el pasado domingo en el Estadio Latinoamericano, donde lamentablemente todavía la gastronomía es incapaz de llevarte las ofertas al asiento, que digo asiento, al cemento, porque salvo los palcos bajos y un sector muy reducido detrás del plato y hasta las bases, más o menos, el resto de los graderíos quedaron como los de los jardines.

Estos aspectos conspiran también contra el espectáculo, porque es difícil competir así con la comodidad de tu casa.

Tampoco empieza como debiera el sitio web oficial del certamen, demasiado lento para cargar (y mi conexión no es de las peores), después de haber sido auto-anunciado con bombos y platillos.

Acaba de empezar la batalla deportiva, pero ya se aprecian los males que nos acompañan en los últimos tiempos, pues se dieron demasiados boletos, y eso que en los inicios siempre el pitcheo está por encima del bateo.

Los campeones no han tenido un buen comienzo, y su gran desafío será sobrevivir a esta primera etapa sin sus principales figuras, pero si lo hacen como el año pasado, cuando también tenían notables ausencias, volverán a convertirse en un serio candidato al trono gracias a los refuerzos.

Con esta pequeña salvedad, los protagonistas este año deben ser los mismos del anterior, aunque se debe sumar a los tres grandes al parecer renacidos: Pinar del Río, Industriales y Santiago de Cuba.

Esto acaba de empezar, pero ya se aprecian buenas maneras en estos conjuntos, conscientes de que para quedar en los seis primeros prácticamente no se puede pestañear.