¿Pero no me digan que no se los advertí?: “no hay que contar pollitos antes de nacer”, ese fue el título del comentario que publiqué el pasado día 9. ¿Y qué pensaban? Barrer a un equipo con la garra histórica de Pinar del Río no es asunto de decir y hacer. (algunos amigos me aconsejaron no repetir “coser y cantar”).
Lo cierto es que el triunfo de los pativerdes es como sacar al paciente de un coma profundo y enviarlo a terapia intermedia. No está muy bien de “salud” que digamos, pero aún tiene vida.
El de este lunes fue un juego de pequeños detalles y de grandes jonrones. El de Luis Robert, con uno en circulación, en el principio del tercero con Avilés en circulación, fue largo y oportuno, pero más aún el de Michael González, en el final de ese propio capítulo, con dos a bordo.
Minutos antes, un machucón por la zona del camarero, pudo significar el segundo out, al decidir Raulito buscar el out forzado por esa almohadilla. Su tiro llegó sin tiempo. Pero así es el béisbol. No siempre los "pequeños detalles" rompen a favor. Los de este lunes favorecieron un tanto a los anfitriones, como el domingo se inclinaron en sentido contrario: a favor de Los Tigres.
Ahora, en predios pinareños, han cambiado los semblantes de sus pobladores. Esta mañana de martes es bien distinta a la de ayer. Los de aquí confían en la gran remontada y Roger Machado, aunque insiste en que sus rivales son bien poderosos, apuesta por el partido de esta noche.
Lázaro Blanco, de soberbia labor en su última aparición ante Pinar, será el encargado de volver a subir a los avileños, por tercera vez, al trono del béisbol cubano, mientras que Vladimir Baños, que no lo hizo mal ante el propio Blanco, estará en el montículo contrario.
Y una sugerencia a los que leen esta nota: no hagan tanto caso a los que minimizan la afición de los cubanos por su béisbol. Podrá su calidad no ser la misma de antaño, podrán los que dirigen esta disciplina cometer más pifias que aciertos, pero la pasión por nuestro pasatiempo nacional sigue siendo la misma de antes.
Da gusto, por estos días, ver cómo primero el estadio José Ramón Cepero volvió a resultar pequeño, y ahora, durante domingo y lunes, en el Capitán San Luis se ha jugado a gradas repletas. ¿Habrá hoy otro tema que supere las expectativas del béisbol en Ciego de Ávila o Pinar del Río?
Lo cierto es que el triunfo de los pativerdes es como sacar al paciente de un coma profundo y enviarlo a terapia intermedia. No está muy bien de “salud” que digamos, pero aún tiene vida.
El de este lunes fue un juego de pequeños detalles y de grandes jonrones. El de Luis Robert, con uno en circulación, en el principio del tercero con Avilés en circulación, fue largo y oportuno, pero más aún el de Michael González, en el final de ese propio capítulo, con dos a bordo.
Minutos antes, un machucón por la zona del camarero, pudo significar el segundo out, al decidir Raulito buscar el out forzado por esa almohadilla. Su tiro llegó sin tiempo. Pero así es el béisbol. No siempre los "pequeños detalles" rompen a favor. Los de este lunes favorecieron un tanto a los anfitriones, como el domingo se inclinaron en sentido contrario: a favor de Los Tigres.
Ahora, en predios pinareños, han cambiado los semblantes de sus pobladores. Esta mañana de martes es bien distinta a la de ayer. Los de aquí confían en la gran remontada y Roger Machado, aunque insiste en que sus rivales son bien poderosos, apuesta por el partido de esta noche.
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