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Noticias sobre el béisbol cubano

Armando Rodríguez, el primer árbitro latino en el Béisbol de Grandes Ligas

José Lorenzo GarciaEnviado por: 

Fuente: www.cronodeportivo.com
Armando Rodríguez, el primer árbitro latino en el Béisbol de Grandes Ligas
Hace poco recibí una carta del señor Andrés Véliz Aguiar invitándome a escribir sobre el árbitro de Béisbol Armando Rodríguez Hernández, primer latinoamericano en impartir justicia en la pelota de Grandes Ligas.

La carta –que agradezco mucho– incluyó algunos datos recopilados en la memoria de Andrés, y lo que más me llamó la atención fue el siguiente fragmento: “necesité cincuenta años para ver en la Televisión Cubana una foto por tres segundos de uno de los mejores torpederos cubanos, Quilla Valdés. No creo que pueda esperar otros cincuenta para que alguien sea capaz de hablar de Armando Rodríguez”.

Acepté la invitación convencido de que Armando Rodríguez, por derecho propio, merece un lugar destacado al reseñar la historia del Béisbol cubano y, de hecho, también debe tener un puesto seguro en nuestro Salón de la Fama, ahora que se habla con insistencia del mismo.

Integrante de un grupo en el que aparecen Amado Maestri primero y luego Alfredo Paz, con Manuel Hernández, Iván Davis y Nelson Díaz más acá en el tiempo, Armando Rodríguez vivió con el orgullo de ser el primer latino en cantar out, bola y strike en el Béisbol de Grandes Ligas, gracias al licenciado Ramírez Muro, entonces presidente de la Liga Mexicana, quien movió “cielo y tierra” para que demostrara sus habilidades en el máximo nivel.

Armando Rodríguez nació en Mamey Duro, un barrio rural de Caraballo, cerca del Central Hershey, en el territorio que hoy ocupa la provincia de Mayabeque, el 6 de diciembre de 1922. Como ocurre casi siempre, comenzó como pelotero e incluso llegó a integrar un equipo Cuba que participó en un Campeonato Mundial Juvenil en 1937 como pitcher e inicialista. Luego pasó a la pelota amateur de mayores y compartió con figuras de la época como Lino Donoso, Ángel Fleitas, Limonar Martínez y Sandalio Consuegra, entre otros, y hasta defendió el jardín derecho del equipo Juventud Católica en San Antonio de Río Blanco. Sin embargo, su gran historia se escribe con su labor como árbitro, función en la que debutó en 1938 en La Tropical, acompañado por Amado Maestri.

Desde ese momento, dedicó cuarenta y dos años de su vida al arbitraje, dentro del cual alcanzó protagonismo en Cuba, Venezuela, Nicaragua, Panamá, Puerto Rico, Colombia, México y los Estados Unidos.

A mediados de los años cincuenta, comenzó a trabajar como árbitro en la Liga Cubana de Béisbol Profesional, para ese entonces ya residía en San Antonio de Río Blanco junto a su esposa Hilda María Pérez, con la que tuvo dos hijos, Armando y Carlos Hum-berto.

Armando era un hombre recto, de personalidad fuerte y con un estilo autoritario muy parecido al de Amado Maestri, no lo pensaba mucho a la hora de expulsar a un pelotero.

Aquí, en la Liga Profesional, alcanzó notoriedad cuando en un partido celebrado el 26 de octubre de 1957 entre Cienfuegos y Almendares le asestó un golpe con la careta al pitcher zurdo del Cienfuegos, Danny McDevitt. La historia cuenta que el lanzador estaba molesto por haber otorgado varias bases por bolas, propinar un pelotazo y cometer un error. En ese contexto, Armando Rodríguez le canta un balk y el pitcher le tiró un pelotazo por lo que fue expulsado. McDevitt contestó entonces con una agresión física a la que Rodríguez reaccionó con el ya mencionado golpe de careta. Por el incidente, el jugador tuvo que pagar una multa de cincuenta pesos y el árbitro fue suspendido de por vida, pero a los quince días fue restituido en su puesto y después llegó a ser hasta director de la Academia Cubana de Béisbol. Al comentar el hecho, el siempre ingenioso Rodríguez dijo que su reacción contra el estadounidense fue “por instinto de conservación”.

Un año después, Armando Rodríguez debutó en la Liga mexicana y tal fue su labor que en 1959 resultó invitado por el presidente de la Liga para mantener su trabajo, el cual desarrolló en ese país por veinte temporadas.

Aún se recuerda en México que en su primera campaña expulsó en un doble juego al mismo atleta, sin dejarlo siquiera batear una vez. Resulta que el equipo de Nuevo Laredo tenía de todo en sus filas, desde hombres caballerosos como Julio Jiquí Moreno hasta agresivos como Guillermo Huevito Álvarez. Narra la historia que en el primer inning Álvarez discutió con Rodríguez y llegó a decirle: “Eres una porquería al igual que Maestri”. Armando no lo pensó dos veces y lo sacó del partido. Esa fue la primera expulsión.

Como aquel terreno era nuevo para él, en el intermedio antes del segundo juego, se puso a observar la línea de foul del jardín derecho, momento en que una pelota “le echó fresco” en uno de sus oídos. Rodríguez preguntó quien la había bateado y al conocer que el responsable había sido el Huevito Álvarez, enseguida le sacó de circulación y le impidió jugar el segundo partido.

A México se fue, definitivamente, Armando con su familia en 1959 y se instaló en Veracruz después de que el Gobierno Revolucionario en Cuba pusiera fin a la práctica del Béisbol profesional. Posteriormente, actuó también en la Liga invernal de Nicaragua y en 1962 fungió como jefe de árbitros en la Liga venezolana.

Precisamente en Venezuela, ocurrió una de sus anécdotas más recordadas y que data de 1974. En la Liga invernal participaba el conocido pelotero César Tovar, quien tenía una tremenda habilidad para “coger” pelotazos y alcanzar así la primera base. Sin embargo, nunca logró engañar a Armando, al punto de que cada vez que la pelota le golpeaba en un brazo, el árbitro le cantaba strike. Ocurrió entonces que en un lanzamiento le dio en plena espalda y el cubano no tuvo más remedio que enviarlo a la inicial. Al final del juego, el versátil pelotero venezolano dijo: “Tengo que reconocer que el hombre tiene clase”.

Un año después en Grandes Ligas, es conocida la anécdota en la que el destacado exlanzador Nolan Ryan (trabajando entonces para los angelinos), declaró que no pudo dormir la noche antes de un partido al enterarse de que el árbitro sería Armando, a quien criticó más de una vez. Esa fue la razón que encontró para justificar las nueve bases por bolas que regaló en el juego. Sin embargo, nada dijo Ryan de las otras nueve que había dado en el choque anterior y en el que no estaba el cubano detrás del home.

Prueba de las muchas situaciones sui generis que vivió Armando Rodríguez es que en México, durante la temporada de 1976, hubo una tremenda bronca entre peloteros y él “cargó en peso” al jugador Víctor Davadillo para alejarlo del terreno y evitar males mayores. Fue tal el esfuerzo, que se lastimó la espalda y estuvo varios días fuera del terreno de juego. Cuando regresó, no pudo pasar del primer bateador debido al dolor, por el cual incluso estuvo hospitalizado.

Por si fuera poco, los historiadores señalan con insistencia otra anécdota ocurrida en julio de 1974, mientras arbitraba en segunda base. Jugaban los Atléticos de Oakland y los Reales de Kansas City, cuando el cubano Bert Campaneris (Oakland) intentó robar la segunda base, custodiada por el también criollo Cookie Rojas. Armando marcó el safe que premiaba el esfuerzo de Campaneris ante la airada protesta de Rojas. De inmediato salió el manager de Kansas, Jack McKeon, quien al regresar al dugout simplemente dijo: “no entendí nada, yo no hablo español”.

La labor de este destacado árbitro fallecido el 27 de octubre de 2005, a los ochenta y cinco años, en Veracruz, México –debido a una neumonía múltiple–, le mereció su incorporación a los Salones de la Fama de México, Miami, Nueva York, Washington y al de las Series del Caribe, evento en el que participó en dieciséis oportunidades.

La impronta en la tarja que acompaña su foto en el Salón de la Fama en México es elocuente:

“La disciplina que imponía en el terreno de juego y la precisión en sus decisiones en el home, bases y jardines le valieron la admiración, respeto y reconocimiento de sus compañeros, directivos, jugadores, cronistas y fanáticos”.

Ojalá lo escrito hasta aquí complazca al señor Andrés Véliz Aguiar y que las nuevas generaciones conozcan un poco más de Armando Rodríguez, el primer árbitro latino en el Béisbol de Grandes Ligas.

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