Durante este fin de semana se celebro el clásico de la pelota cubana: Industriales vs Santiago de Cuba. Enfrentamiento que hasta hace unos años convocaba a más de 55,000 personas al Coloso del Cerro, en donde se reunían (no siempre de forma pacífica) las dos aficiones más grandes del país.
Siempre me emocionaron estos enfrentamientos y como nativo de la capital deseaba que llegaran las avispas al Latino para disfrutar de un espectáculo único en la ciudad. En aquella década de los 90 cuando Santiago era ¨La Aplanadora¨ y los azules luchaban por lograr detener la hegemonía roja que logro enlazar 3 victorias consecutivas en la Serie Nacional.
Pero siempre en El Cerro los enfrentamientos eran a vida o muerte. En el campo los equipos dejaban, como dijera el capitán azul, ¨la piel en el terreno¨. Y en las gradas repletas del estadio las aficiones se enfrentaba entre coros, los locales con el famoso: palestinos, palestinos; y los casi locales, pues eran más o menos la mitad, coreaban: ruge leona.
Eran días de gloria para el beisbol nacional, y en especial para estos dos equipos. En la primera década del siglo XXI, los enfrentamientos mantenían la intensidad, sobre todo entre los años 2003 y 2008 donde ambos equipos se compartieron los 6 títulos en disputa. Y en especial en las Series Nacionales XVL y XVLI donde ambos equipos jugaron la final, quedando con una victoria por bando.
Sin embargo los tiempos han cambiando, con el declive de la calidad del torneo, ambos equipos han sufrido una metamorfosis, en especial los del oriente de la isla, a quienes el cambio generacional les ha sorprendido sin un relevo competente. Los de la capital han navegado con mejor suerte, pues aun tienen veteranos que asumen el liderazgo del equipo y jóvenes de gran calidad que han tenido un mejor proceso de adaptación al máximo nivel de la pelota cubana. Sin contar además las inclusiones de peloteros de gran nivel provenientes de otras provincias.
El momento que se vive en los terrenos, también se ve reflejado en las gradas. Durante la recién terminada sub serie de tres enfrentamientos en el estadio Latinoamericano, en este se vio la triste imagen de lunetas vacías. Durante el primer juego la afición que se reunió fue solo de 9,085 personas, mientras que en los juegos dos y tres la asistencia fue de 5,011 y 11,129 respectivamente. Si sumamos la entrada a los tres juegos, nos da menos de la mitad de la capacidad del coloso del cerro. Estadio que durante estos partidos solía repletarse, ahora no ve más del 20% de sus asientos ocupados.
Así que los tiempos pasados donde las dos aficiones competían por ver cuál ganaba la batalla de las gradas han quedado atrás. Ahora los peloteros siguen dándolo todo en el terreno (lo demuestra el resultado de los juegos), pero en las gradas los gritos de una afición se quedan sin la respuesta de los aludidos. Y los que como yo, repito acérrimo industrialistas, disfrutábamos de la conga santiaguera; nos quedamos con las ganas de ver al Latino lleno y de oír los compases orientales que adornaba la conocida corneta china.
Siempre me emocionaron estos enfrentamientos y como nativo de la capital deseaba que llegaran las avispas al Latino para disfrutar de un espectáculo único en la ciudad. En aquella década de los 90 cuando Santiago era ¨La Aplanadora¨ y los azules luchaban por lograr detener la hegemonía roja que logro enlazar 3 victorias consecutivas en la Serie Nacional.
Pero siempre en El Cerro los enfrentamientos eran a vida o muerte. En el campo los equipos dejaban, como dijera el capitán azul, ¨la piel en el terreno¨. Y en las gradas repletas del estadio las aficiones se enfrentaba entre coros, los locales con el famoso: palestinos, palestinos; y los casi locales, pues eran más o menos la mitad, coreaban: ruge leona.
Eran días de gloria para el beisbol nacional, y en especial para estos dos equipos. En la primera década del siglo XXI, los enfrentamientos mantenían la intensidad, sobre todo entre los años 2003 y 2008 donde ambos equipos se compartieron los 6 títulos en disputa. Y en especial en las Series Nacionales XVL y XVLI donde ambos equipos jugaron la final, quedando con una victoria por bando.
Sin embargo los tiempos han cambiando, con el declive de la calidad del torneo, ambos equipos han sufrido una metamorfosis, en especial los del oriente de la isla, a quienes el cambio generacional les ha sorprendido sin un relevo competente. Los de la capital han navegado con mejor suerte, pues aun tienen veteranos que asumen el liderazgo del equipo y jóvenes de gran calidad que han tenido un mejor proceso de adaptación al máximo nivel de la pelota cubana. Sin contar además las inclusiones de peloteros de gran nivel provenientes de otras provincias.
El momento que se vive en los terrenos, también se ve reflejado en las gradas. Durante la recién terminada sub serie de tres enfrentamientos en el estadio Latinoamericano, en este se vio la triste imagen de lunetas vacías. Durante el primer juego la afición que se reunió fue solo de 9,085 personas, mientras que en los juegos dos y tres la asistencia fue de 5,011 y 11,129 respectivamente. Si sumamos la entrada a los tres juegos, nos da menos de la mitad de la capacidad del coloso del cerro. Estadio que durante estos partidos solía repletarse, ahora no ve más del 20% de sus asientos ocupados.
Así que los tiempos pasados donde las dos aficiones competían por ver cuál ganaba la batalla de las gradas han quedado atrás. Ahora los peloteros siguen dándolo todo en el terreno (lo demuestra el resultado de los juegos), pero en las gradas los gritos de una afición se quedan sin la respuesta de los aludidos. Y los que como yo, repito acérrimo industrialistas, disfrutábamos de la conga santiaguera; nos quedamos con las ganas de ver al Latino lleno y de oír los compases orientales que adornaba la conocida corneta china.