No por estar silenciado en los últimos tiempos debido a circunstancias ajenas a mi voluntad, voy a dejar de opinar en esta etapa final de nuestra Serie Nacional de Beisbol. Y es que acaba de ocurrir exactamente lo pronosticado por cientos de miles de aficionados: Industriales no se coronó campeón y lejos de ello, quedó tendido en la cuneta en un viaje sin retorno, timoneado por el más audaz, imprevisible, sabio, conocedor, estable, empecinado y…(siga usted poniendo todos los adjetivos que desee en dependencia de su afiliación o simpatía por él) de los DT que han pasado por los terrenos de beisbol cubanos. También este “trabajo” es dedicado a alguien que me retó a hacerlo hace ya algo más de un año atrás como homenaje cuando los Azules conquistaran el campeonato en la presente edición, y yo, fiel a los compromisos contraídos, lo hago con el mayor de los gustos y respeto. Pero en especial, quería dedicarlo a nuestro amigo José y a todos aquellos aficionados que, como él, niegan a rajatabla esa maldición etérea que acompaña a las personas cuyas conductas lo alejan definitivamente de las metas que persiguen.

Ya se puede ir hablando de la “maldición de la cabra” en nuestros lares, porque 15 años consecutivos de ir tras esa mujer veleidosa que lleva por nombre VICTORIA y no rendirla a sus pies, aunque fuera por una única vez, ya es mérito suficiente para que se inscriba en los anales del beisbol cubano. ¿Qué deudas tiene Víctor con su destino que le impide consumar el más anhelado de sus sueños? No lo sé, pero debería investigarse a profundidad el fenómeno y determinarse sus causas para poder exorcizar el cuerpo del atribulado director.

Pero empecemos las investigaciones por el llamado “karma” que no es más que una energía derivada de los actos de las personas y que funciona como una ley de retribución de causa y efecto. Ella explica los dramas humanos como la reacción a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado más o menos inmediato Según esta doctrina, las personas tienen la libertad para elegir entre hacer el bien y el mal, pero tienen que asumir las consecuencias derivadas de sus actos.

No soy partidario de esa máxima que reza “el fin justifica los medios” porque demostrado está que desvaloriza a las personas, trátese de la vida común o del ámbito deportivo. Tampoco puedo compartir causas con personas que aplican aquello de “a toda costa y a todo costo”, porque indefectiblemente el destino te pondrá en tu justo lugar, gracias al fenómeno de causa y efecto ya mencionado, que tanto las culturas budistas como la dialéctica marxista, establecen como ley universal.

Debo confesar que esta semifinal ha sido todo un reto emocional para este humilde servidor, por la dicotomía entre el deseo de ver ganar o perder a los Leones de la Capital, máxime cuando veía la entrega infinita de Mayeta, de Torriente, Frank Camilo y otros industrialistas de pura cepa; de sus velados intentos de irse por encima de la dirección caprichosa del DT azul (ciertos “detalles” me hacían rememorar esa insubordinación de la tropa del Capi Tabares que los llevaron a jugar contra el contrario en el terreno y su propia dirección, y solo recordar las dos veces que Torriente quedó parado en tercera en jugadas continuadas y su “indocilidad” expresa ante las demandas descompuestas de Victor por no haber anotado la carrera).

Dentro de tantos sinsabores para los parciales azules, al menos alguien no tendrá que cambiarse el nombre, como el del nuestro buen amigo Yoan. Y espero que esta decepción suprema, con un golpe tan inaceptable como es un nocout en un séptimo juego de una semifinal, les haga abrir los ojos a los parciales azules y escojan para la venidera contienda a un DT que sea un caballero, tanto en el terreno como en la vida. Y nadie mejor que uno llamado Rey Vicente Anglada, al cual se debería convencer por todos los medios si de verdad se quiere que los azules vuelvan a reinar en esta selva que se llama beisbol. El hombre no llevará el nombre de Victor (victoria), pero ha demostrado ser un verdadero Rey.